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EVANGELIO

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor.

¡Es María!

La experiencia de Isabel la conocemos bien, porque esa alegría y esa sensación de indignidad también la hemos vivido nosotros en oración ante la presencia de María, la Llena de gracia.
¿Quién mejor que Ella para acercarnos al Señor? ¿Quién mejor que Ella para llenarnos del Espíritu Santo? ¡Es María!

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Felipe: Ha habido un cambio en mi vida en todos los niveles, desde que nos consagramos a María.
Agustina: Yo también lo he notado. Vienen sucediéndose una serie de circunstancias y acontecimientos desde entonces que han condicionado y conducido nuestras vidas.
Felipe: Es verdad que hemos tenido que mantenernos fieles a esa consagración, confiando en Dios, como Isabel, que permaneció perseverante en la fidelidad a Dios y Él le dio un hijo cuando era impensable.
Agustina: Bueno, es cierto que por el camino Dios pone a prueba nuestra confianza. Tenemos que seguir manteniéndonos siempre firmes en la fe.

Madre,

¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor? Bendita seas por siempre, Madre bienaventurada.