¿CÓMO SE FRÍE UN HUEVO?

Si se os pregunta ¿qué es la muerte?,
 responded: «La verdadera muerte es la ignorancia».
 ¡Cuántos muertos entre los vivos!
 —Pitágoras—

Cuentan que un periodista le preguntó a Einstein:
—¿Me puede Ud. explicar la ley de la relatividad?
—¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo? —le respondió Einstein.

El periodista lo miró extrañado y, sobreponiéndose a la sorpresa, responde:

—Pues sí, sí que puedo.
—Bueno, pues hágalo —dijo Einstein—; pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego.

          Siempre me ha recordado esta anécdota el atrevimiento ignorante, la mayoría de las veces, de los sin Dios cuando opinan del hecho religioso. Aunque hay excepciones, la norma es que los no creyentes tienden a pontificar desde su posición de ignorancia.

          Las personas del común, esa buena gente que nos encontramos en el día a día, y que dicen no creer más que en lo que ven, suelen creer ciegamente en la ciencia, a pesar de que no entiendan qué es ni cómo funciona, pero aceptan como sumisos cualquier cosa con el rótulo «demostrado científicamente».

 De esa ignorancia se aprovechan muchos charlatanes, publicistas entre ellos, a quienes la «magna ciencia» los hace favorcitos.

 Suelen defender los «científicos» que una característica muy común en el pensamiento religioso tradicional es el aceptar sin vacilaciones lo que el dogma postula como verdad incuestionable. Por ejemplo, dicen, en la Edad Media el conocimiento verdadero e infalible provenía de la Iglesia católica. Curiosamente, eso pasa ahora con la ciencia: la gente acepta, sin cuestionarlas, afirmaciones como que la ciencia «prueba» cosas; como si probar implicara que lo probado se vuelve una verdad definitiva e irrefutable.

 Afirman, los nuevos agnósticos y ateos, que la Iglesia quiere hacernos retroceder hasta las edades oscuras, ignorando que a la Iglesia debemos el haber podido salir de ellas.

La idea que me da vueltas en la cabeza es justamente que hoy en día hay un fuerte culto organizado a la ciencia para contraponer, incluso sustituir, la fe religiosa con la fe científica.

 Muchos se apoyan en que hay científicos e intelectuales ateos, pero no se quieren enterar que también los hay creyentes. G. K. Chesterton afirmaba contundentemente que, «… si alguien me pregunta, desde el punto de vista exclusivamente intelectual, por qué creo en el cristianismo, solo puedo contestarle que creo en él racionalmente, obligado por la evidencia».

 ¿Explicar la relatividad? ¿Explicar la existencia de Dios? Es imprescindible una serie de requisitos básicos imprescindibles, porque si no, por muy fácil que parezca ¿cómo se fríe un huevo?