Celebramos hoy el V Centenario de la que, sin ningún género de dudas, me atrevo a calificar como “la gran gesta de la Historia”, con la llegada a Sanlúcar de Barrameda de Juan Sebastián Elcano, y con él, otros diecisiete titanes, primeros seres humanos que completaban la vuelta al mundo, proeza que les había costado mil ciento veinticinco días - tres años y un mes redondeando- pasando por las mayores penalidades. Son sus nombres los siguientes: Juan Sebastián Elcano, Francisco Albo, Miguel de Rodas, Juan de Acurio, Hernando de Bustamante, Martín de Yudicibus, Hans de Aquisgrán, Diego Carmena Gallego, Nicolás el Griego, Miguel Sánchez de Rodas, Juan Rodríguez, Antonio Hernández Colmenero, Juan de Arratia, Juan de Santander, Vasco Gómez Gallego “el Portugués”, Juan de Zubileta y Antonio Lombardo Pigafetta, el autor de la que constituye la fuente por antonomasia de la singladura, la denominada “Crónica”.

            Junto a ellos, por cierto, llegan otros tres navegantes, los tres, indígenas americanos, -los grandes olvidados de esta historia-, y si bien serán sufridos y meritorios marineros como los que más, no menos cierto es que ellos no son circunnavegantes, pues han iniciado su aventura en América, no en Europa como los demás.

            De entre los 239 que inician el viaje el 10 de agosto de 1510 desde Sevilla, a los que se incorporarán otros cuatro más en Canarias, no son estos dieciocho, sin embargo, los únicos que completarán la vuelta al mundo. Lo harán también otros dieciocho, bien que en distintas circunstancias. Y es que la durísima expedición había ido dejando un goteo de bajas a lo largo de la singladura, muchas de las cuales, aunque con posterioridad y de manera diferente, conseguirán completar también la proeza.

            Los primeros, los que se habían quedado en Cabo Verde. Acontece que, al pasar por la isla atlántica en poder de los portugueses, los navegantes españoles al mando de Juan Sebastián Elcano no pueden aguantar más, necesitan hacer víveres como sea. Así que urden una estratagema: acercarse a la isla portuguesa de Cabo Verde, contando a sus pobladores lusos que se trata de un barco que ha perdido la deriva, y comprar provisiones. Para ello, el prudente Elcano manda a algunos de sus marineros en una barca. Se hace un primer cargamento, pero en el segundo, sin que esté claro cómo, los astutos y desconfiados portugueses se percatan de la engañufla, detienen a los trece marineros llegados en la barca, y salen a la captura de Elcano, que tiene que salir por vientos.

            Lo primero que hará Juan Sebastián al llegar a España es interceder por esos marineros ante el Emperador, el cual consigue que los portugueses les den la libertad y pocos meses después se hallen en España traídos por los propios portugueses, dando así, aunque un poco más tarde, la vuelta al mundo, exactamente igual que sus compañeros llegados con Elcano. Conocemos los nombres de doce de los trece, falta uno por desgracia. Son Roldán de Argote, Gómez Hernández, Pedro de Chindurza, Martín Méndez, Felipe de Rodas, Pedro de Tolosa, Vasquito, Juan Martín, Simón de Burgos, Rixart, Bocacio Alonso, Maestre Pedro, diez españoles, un portugués y un griego.

            Queda aún una tercera remesa de circunnavegantes: son los tripulantes de la nao Trinidad, que se habían quedado con su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, en las Molucas cuando la expedición aún constaba de dos barcos, los cuales llegan hasta las islas con la Victoria de Elcano, pero tienen que quedarse en ellas para reparar la nao. Una vez hecho, intentarán el regreso, pero no hacia occidente como Elcano, sino hacia oriente, a través del Pacífico, retornando a la América por la que habían venido, algo en lo que fracasarán -cinco expediciones españolas fracasan en el intento de hallar el Tornaviaje Pacífico hasta que en 1565 lo consigue Urdaneta-, y de vuelta en las Molucas son, como los que se quedan en Cabo Verde, detenidos por los portugueses (¡y  luego dicen que la Primera Vuelta al Mundo fue una aventura hispano-portuguesa!).

            Curiosamente, en la expedición de Espinosa, como antes en la de Elcano, terminan quedando dieciocho supervivientes que, en 1523, son enviados a Cochín, en la India, donde permanecen un año. Allí, el italiano León Pancaldo y otro compatriota consiguen huir en un barco a Mozambique, donde son de nuevo prendidos pero trasladados a Lisboa, con lo que completan así su personal circunnavegación, convirtiéndose en el decimonoveno y en el vigésimo circunnavegantes. Poco después consiguen su libertad y pasan a España. A Pancaldo atribuyen algunos una nueva crónica de la gesta circunvaladora, el denominado “Itinerario”.

            Mientras, Espinosa permanecía en prisión en la India, hasta que en 1526, él y otros dos compañeros de viaje son trasladados también a Lisboa, donde permanecerán encarcelados varios meses, completando de esta manera, también ellos, su personal circunnavegación. Uno de ellos, el jerezano Ginés de Mafra, también realiza, como Pigafetta antes que él, un relato del viaje, el “Libro que trata del descubrimiento y principio del estrecho que se llama de Magallanes”.

            Todo lo cual completa treinta y seis circunnavegantes, a saber, los dieciocho de Elcano (los indios no cuentan, porque aunque llegan con Elcano, no completan la circunnavegación), y junto con ellos, otros dieciocho que lo hacen más tarde: los trece de Cabo Verde y los cinco de las Molucas.

            A todos estos todavía podemos añadir una nueva remesa de circunnavegantes, la cuarta, aunque provenientes ya de otra aventura diferente. Nos referimos a los supervivientes de la expedición que manda en 1525 García Jofre de Loaysa, llevando como piloto mayor, vale decir, número dos, al mismísimo Juan Sebastián Elcano. Ambos, Loaysa y Elcano, hallarán la muerte en ella.

            La expedición no consigue llegar más que a las Molucas, en cuya isla de Tidore se hacen fuertes por mucho tiempo, con no poca heroicidad. Tras una serie de peripecias, volvemos a encontrarnos dieciocho supervivientes, el número mágico de la vuelta al mundo, al mando del capitán Hernando de la Torre, los cuales, al conocer el acuerdo alcanzado por el César Carlos con Juan III en Zaragoza en el año 1529 por el que España vende a Portugal las islas Molucas, tras ocho años de resistencia y de lucha, deciden entregarse a los portugueses, que en 1536 trasladaban a España a los pocos que quedaban vivos.

            De ellos, ocho volverán a España, en tres remesas diferentes. En la primera, arribada a Lisboa el 26 de junio de 1536, Andrés de Urdaneta y Macías del Poyo. Unos días más tarde, en la nao Gallega llega el jefe Hernando de la Torre y cuatro marineros más. Y en un tercer navío todavía llega un octavo, Francisco de París. 

            Entre los ocho, uno merece una reseña especial, Andrés de Urdaneta, que casi treinta años más tarde, después de haberse convertido por derecho propio en uno de los cuarenta y cuatro circunnavegantes de la Tierra por aquél entonces, y de conquistar para la Corona española las Islas Filipinas en la expedición que mandaba su pariente Miguel López de Legazpi, hará el que es entonces el descubrimiento más esperado y más deseado, el que más tiempo había llevado realizar también: el del Tornaviaje Pacífico, que, haciendo viable la navegación desde Asia hasta América gracias a los vientos del Kuro Shivo, cerraba definitivamente la Tierra, y daba inicio a la ruta comercial más importante del mundo durante doscientos cincuenta años, la que realizaba el Galeón de Manila, la Nueva Ruta de la Seda, y con ella la que hoy, con justicia, se llama la Primera Globalización de la Historia.

            Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

            ©Luis Antequera