Dos cosas me llamaron la atención especialmente visitando las iglesias de Bruselas, aparte de su belleza, claro está. La primera cosa fue que el domingo estaban llenas de ancianos, y ni siquiera muy llenas, y de las Misas de diario mejor ni hablar. La Catedral tenía mayor concurrencia, pero al acabar la Misa me di cuenta que la mayoría eran extranjeros, entre los cuales muchos italianos y, curiosamente, también bastantes españoles. Espero que nuestros compatriotas estuviesen allí por devoción y no se hubiesen quedado para escuchar el magnífico órgano catedralicio.

La segunda cosa que me llamó la atención fue el mal gusto generalizado con el que se habían puesto altares “coram populo” en las iglesias antiguas, que no pegaban para nada con el estilo de las iglesias, y lo mal que se había hecho la adaptación de dichos templos venerables a la nueva liturgia, casi siempre de modo muy mejorable y  veces rozando lo estrafalario, lo cual no creo que ayude mucho a la fe de la gente (de hecho, no parece haberlo hecho). Por otro lado, el aspecto de abandono en el interior de las iglesias, salvo raras excepciones, no ayudaba a rezar en ellas.

Fueron dos impresiones superficiales de viajero, sobre las cuales obviamente no se puede elaborar ninguna teoría, pero que se vieron confirmadas por las estadísticas de la diócesis de Malinas-Bruselas cuyo Arzobispo, Godfried Daneels, está esperando el reemplazo, después de 30 años en el cargo. Con pena hay que decir que es una diócesis -grandísima- por la que parece que hubiese pasado Atila porque no crece la hierba. El nivel de increencia es altísimo, el de vocaciones es bajísimo, la importancia de la religión católica en la vida pública es prácticamente nula y la gente que  frecuenta la iglesia hace años que peinan canas.

En una reciente entrevista a 30 Días el Arzobispo jubilando, genio y figura hasta el final, reafirma sus simpatías por los tiempos de Pablo VI y sus pocas simpatías por el estilo de Juan  Pablo II (y menos todavía por el grito de “santo subito”). A Benedicto XVI le salva ahora porque le ve sencillo y poco impositivo, pero cuando lo eligieron no le ahorró críticas. Aparte de sus gustos particulares sobre los Papas, que son lícitos, el purpurado reconoce que cuando él era pequeño la gente practicaba más y que ahora menos, pero lo atribuye a razones sociológicas, como si nosotros pastores no tuviésemos poca responsabilidad en la falta de práctica religiosa de nuestros fieles.

Dios me libre de criticar a un Purpurado venerable, pero la verdad es que la diócesis de Bruselas-Malinas está necesitando un cambio como agua de mayo. Y parece que el cambio va a llegar, y va a ser muy bueno, si se confirma el rumor sobre el nombramiento del obispo de Namur, Mons. André-Mutien Léonard para esta importante sede. Dicho obispo tiene en su seminario a la mitad de los seminaristas de Bélgica (en total hay en el país 71), que no son muchos, pero al menos se ve que trabaja duramente en la pastoral vocacional, además es un hombre ejemplar y amante de la tradición de la Iglesia.

Y lo que de rebote es buena señal, Mons. Léonard es mal visto por la prensa progresista de su país y de Francia, que no ahorra críticas hacia su persona. El Prelado se ha declarado claramente, entre otras cosas, en contra de los experimentos con embriones y los matrimonios homosexuales, que la Universidad Católica de Lovaina, bajo el patrocinio del Primado de Malinas, defiende, sin que dicho Primado se haya llevado las manos a la cabeza. Y menos ahora, que para el tiempo que le queda en el convento…

El Espíritu Santo guíe al Papa y sus colaboradores en el nombramiento de una figura tan importante para la Iglesia de Bélgica y, de rebote, para toda la Iglesia de Europa.