Se acerca un joven a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para ser santo (tener en herencia la vida eterna) y Jesús le responde que cumplir los Mandamientos. Debía ser un buen judío este joven porque cuando le dice que eso ya lo cumple, a Cristo le gusta la respuesta y no le contradice (y ya sabemos cómo Cristo leía los corazones...). Entonces viene el siguiente consejo: si quieres más, vende todo lo que tienes y sígueme. Y aquí empiezan los problemas.

Porque muchas veces pasa (no siempre) que cuando una persona, un joven por ejemplo, quiere ser más cristiano, más comprometido, más... el consejo final es: déjalo todo y hazte sacerdote. Es decir, el pasaje del Joven Rico se ha tomado como ejemplo de entrega total para los que quieren seguir más de cerca a Dios (sólo que él parece que no fue capaz).

Esta forma de entender el mandato al joven rico plantea al menos tres problemas prácticos:

En realidad, no hay tales problemas si, una vez más, se coge el Evangelio en su conjunto. Al joven rico le pidió una cosa concreta, pero se lo pidió a él, probablemente porque al joven le convenía eso. Pero no se lo pidió a otros muchos, como a Lázaro (por citar uno), quizás porque a estos no le hacía falta. Por eso el consejo de dejarlo todo es para unos cuántos (aquellos que crean que Dios les pide eso), pero no es para todos;  y ni mucho menos es condición para seguir de cerca a Cristo.

Ambos modos de ser cristiano (dejar y no dejar) son igual de agradables a Dios si se es sincero. No hay más que fijarse en cómo el mismo Cristo lloró ante la tumba de su rico amigo...

Aramis

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