El tiempo de los listos pasó por un hecho de experiencia normal. Los conocimientos, en sí mismos, no aportan mayor santidad.
   Como el hombre tiene siempre la tentación de salvarse a sí mismo, se refugió en otra de sus posibilidades: la voluntad. “El gnosticismo dio lugar a otra vieja herejía que también está presente hoy. Con el paso del tiempo, muchos comenzaron a reconocer que no es el conocimiento lo que nos hace mejores o santos, sino la vida que llevamos… Porque el poder que los gnósticos atribuían a la inteligencia, algunos comenzaron a atribuírselo a la voluntad humana, al esfuerzo personal. Así surgieron los pelagianos y los semipelagianos. Ya no era la la inteligencia lo que ocupaba el lugar del misterio y de la gracia, sino la voluntad. Se olvidaba que y que ”.
   La herjía pelagiana está muy presente en nuestra vida d efe. Muy disimulada en nuestro propio lenguaje: