El comentario del Papa en esta petición se centra en la necesidad de alimento que tantas personas tienen para sobrevivir. También esta petición nos indica que no somos criaturas autosuficientes, que necesitamos alimentarnos todos los días.

La necesidad es la manera de encontrarse la gente con Jesús. Unas veces es la comida, otras la enfermedad, etc. “Las Escrituras nos muestran que, para tanta gente, el encuentro con Jesús se realiza partiendo de una petición. Jesús no pide invocaciones refinadas; al contrario, toda la existencia humana, con sus problemas más concretos y cotidianos, pueden convertirse en oración. En los Evangelios encontramos una multitud de mendigos que suplican liberación y salvación. Hay quienes piden pan, hay quien pide curación; algunos, purificación, otros la vista, o que un ser querido pueda volver a vivir… Jesús nunca pasa indiferente ante esas peticiones y estos dolores”.

Cuando hacemos esta petición no podemos hacerla al margen de los que padecen necesidad. “Así, Jesús nos enseña a pedirle al Padre el pan de cada día. Y nos enseña a hacerlo unidos a tantos hombres y mujeres para quienes esta oración es un grito -que a menudo se lleva dentro- que acompaña la ansiedad de cada día. ¡Cuántas madres y padres, incluso hoy, se van a dormir con el tormento de no tener mañana pan suficiente para sus hijos! Imaginemos esta oración rezada no en la seguridad de un apartamento cómodo, sino en la precariedad de una habitación en la que uno se las arregla, donde falta lo necesario para vivir. Las palabras de Jesús adquieren una nueva fuerza. La oración cristiana comienza desde este nivel; parte de la realidad del corazón y de la carne de las personas que viven en necesidad… Ni siquiera los más altos místicos cristianos pueden prescindir de la simplicidad de esta petición: Padre, haz que tengamos hoy el pan necesario para nosotros y para todos”.

El compartir no es un lujo para los creyentes; es parte de nuestro ser. La disponibilidad para ayudar es la actitud de Jesús y debe ser la nuestra. El pan de la Eucaristía se multiplica amorosamente para cuidar nuestra apertura a los demás. “El verdadero milagro realizado por Jesús ese día no fue tanto la multiplicación -que es verdad- sino el compartir: dad de lo tengáis y yo haré el milagro. Él mismo, multiplicando aquel pan ofrecido, anticipó la ofrenda de sí mismo en el pan Eucarístico. Efectivamente, solo la Eucaristía es capaz de saciar el hambre de infinito y el deseo de Dios que anima a cada hombre, también en la búsqueda del pan de cada día”.