LERIDA MÁRTIR
   Lérida se convirtió en un escenario macabro dentro de la Persecución Religiosa. Era lugar de paso –ida y vuelta- de los milicianos que venían y volvían de los frentes de España desde Cataluña.
   Los Claretianos regentaban la Iglesia de San Pablo, cerca de la Catedral. El día 21 de julio se tuvieron que precipitar y al fin suspender las celebraciones de la Santa Eucaristía. Los ocho sacerdotes que formaban la Comunidad se trasladaron a un piso que les prestó una persona conocida. Los revolucionarios, que sabían el escondite, se introdujeron el edificio de varios pisos. Los Padres, vestidos ya de seglares, realizaron una escena precios y emocionante. Arrodillados los siete ante su P. Superior, Federico Codina, ofrecieron su vida a Dios por la salvación de España. Recibida la absolución y bendición, se dispusieron para entregarse a los verdugos. Subían ya por las escaleras y habían cortado todas las posibles huidas. Los siete fueron conducidos a la cárcel y el P. Codina al comité revolucionario para declarar.
   Cuando sale a la calle, custodiado por un pelotón de milicianos, alguien grita: