El día de Reyes Magos es también la maravillosa Solemnidad de la Epifanía. Dios viene al mundo y se manifiesta. No se manifiesta como un poder terrenal, todo lo contrario. Se manifiesta con humildad y sencillez. El Cielo llama a los Sabios de Oriente por medio del conocimiento de las estrellas. Llama a los Pastores, por medio de los ángeles. En cierta forma, nos llama y convoca a todos nosotros.

... los Sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo” (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret)

El evangelio muestra la forma en que los Sabios adoraron al Señor. Se arrodillaron y postraron ante el Niño. La postración proviene del temor de Dios que el séptimo don del Espíritu Santo. Los sabios se postran ante Jesús porque su ser les llamaba a abajarse ante la presencia de Dios encarnado (Mt 2,11). Cristo sigue presente en nuestra vida, pero rara vez somos conscientes de ello. Rara vez vemos la necesidad de arrodillarnos para mostrar que ofrecemos nuestro ser a la Voluntad de Dios. De hecho, vivimos una vida entre penumbras y oscuridades. No llegamos a ver con los ojos físicos a Dios, pero si lo vemos con los ojos del espíritu. Cristo nace de noche y somos llamados para ver la Luz, que es Cristo.

Este brillar de la luz en medio de las tinieblas lo simbolizó el Señor naciendo de noche y resucitando también de noche. La luz que surge de las tinieblas es Cristo nacido de los judíos, a quienes se dijo: Equiparé vuestra madre a la noche (Os 4,5). Pero en medio de aquel pueblo, cual si fuera en aquella noche, la Virgen María no fue noche, sino, en cierto modo, una estrella en la noche; por eso, su parto lo señaló una estrella que condujo a una larga noche, es decir, a los Magos de Oriente, a adorar la luz, para que también en ellos se cumpliese lo dicho: Brille la luz entre las tinieblas. La resurrección y el nacimiento de Cristo van a la par: como en aquel sepulcro nuevo no fue puesto nadie ni antes ni después de él, así tampoco en aquel seno virginal no fue fecundado ningún mortal ni antes ni después. (San Agustín. Sermón 223D, 2))

 

¿Qué sentido tiene estar delante de la Luz y cerrar los ojos? Esto es lo que nosotros mismo hacemos demasiadas veces. Buscamos que el mundo nos aplauda antes que unirnos a la Voluntad de Dios. No es nada sencillo acercarnos a la manera en que la Virgen aceptó se Madre de Dios. Nos da miedo aceptar esa Voluntad que nos transforma desde dentro. ¿Qué sentido tiene esconder la Luz con nuestras fuerzas humanas?

Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de una cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz. Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz.… (Lc 8, 16-17))

Recordemos que cuando Cristo murió en la cruz, el velo del tempo se rasgó. De igual forma, cuando Cristo nació, se abrieron los ojos del espíritu de los Sabios y Pastores. Los Sabios no volvieron por el mismo camino que tomaron para llegar. La Voluntad de Dios era diferente a la voluntad de Herodes y del mundo. Había que esperar al Bautismo para que la Voz del Padre señalase a su Hijo como el Mesías esperado.

¿Qué dice el Evangelio? “Se abrieron los cielos”. Se abrieron por la dignidad del que descendía. “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él” (Mt 3,16). Es evidente que descendió por su propio movimiento. Era conveniente (…) que las primicias y los dones del Espíritu Santo que se otorgan a los bautizados, se mostrasen primero en la humanidad del Salvador, que es el que confiere esta inmensa gracia. (San Cirilo de Jerusalén. Catequesis bautismal 17,9-10)

Roguemos y esperemos que los dones del Espíritu lleguen a nosotros. Pidamos que los aceptemos abriendo la puerta de nuestro ser a la Voluntad de Dios.