Cuentan que un famoso pintor pintó un cuadro de Jesús llamando a una puerta, haciéndose eco del texto del libro del Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye y me abre, entraré, y cenaremos juntos" (Ap 3, 20).

En la gala de inauguración del cuadro, en el turno de preguntas, un periodista levantó la mano y dijo al autor:

- Su cuadro es sin duda una obra de arte inigualable. Pero tiene un defecto imperdonable.

Todos en la sala comenzaron a murmurar, nerviosos.

- Agradezco su sinceridad -dijo el autor -. ¿Cuál es el fallo que tiene mi cuadro?

- Que la puerta a la que llama Jesús - dijo el periodista - no tiene picaporte. 

El murmullo se hizo más agudo entre todos los asistentes. Efectivamente, en el cuadro se veía claramente que la puerta pintada no tenía ningún picaporte ni nada que se le pareciera, nada para abrir la puerta. El artista, sin embargo, sonreía.

- Tiene usted toda la razón - comentó -, pero eso no se debe a ningún error. La puerta del corazón sólo se puede abrir por dentro. Dios nunca fuerza la entrada ni se impone, ni nos obliga a aceparle. Él llama a la puerta y espera, pero si no queremos abrirle, no entrará. Dios respeta nuestra libertad al máximo, y quiere ganarse con su amor nuestra confianza. Por eso la puerta no tiene picaporte. Jesús sólo puede entrar si le dejamos.