Los problemas que tenemos hoy en día, no solo en los asuntos que estrictamente son más macroeconómicos, se deben a una de las expresiones ideológicas que se han ido desarrollando a medida que ha ido avanzando el proceso de la Revolución: el socialismo.

Podemos estar de acuerdo en que esta degeneración ideológica fue uno de los resultados del naturalismo del filósofo y matemático francés René Descartes, en tanto que se quiso anular cualquier guía trascendental y espiritual sobre la libre actuación humana.

Se quiso así fomentar el vacío moral, que viene a ser un recipiente para quienes pretenden instaurar deidades artificiales, en base a coacciones y otras pretensiones más o menos totalitarias

Al mismo tiempo, "todo valía si y solo si" la llamada "voluntad general" lo validaba (comenzó a desarrollarse lo que se puede llamar democratismo, que suplanta la Verdad por lo que dicte una mayoría, adoptando así un obvio relativismo).

Incluso cabe recordar que la Revolución Francesa implicó la consolidación de lo que conocemos como Estado, considerado también como Estado moderno. Hablemos de esa antítesis de Dios que pretende subvertir el orden divino.

Pero es que ese ente es la herramienta necesaria para la consecución del socialismo (en cualquiera de sus modalidades), en tanto que se basa en el control y la planificación centralizada (ya sea sobre las mentes y/o los recursos económicos).

No obstante, la finalidad de este ensayo no es tanto centrarse en la teoría política, sino proveer razones que parten de la moral católica (conforme a sus respectivas enseñanzas) para reprobar, con cierto y humilde fundamento, esta ideología.

La Biblia es un recurso bastante útil para condenar esta aberración ideológica

Podemos entender el pecado como una transgresión y vulneración de las normas comportamentales y conductuales que se dictan, en pro de una configuración moral determinada, por la Ley de Dios.

La Sagrada Escritura no solo nos enseña sin más a discernir en base a una buena directriz moral en nuestro día a día (al ejercer el uso de esa libertad que se nos ha conferido para obrar bien y alcanzar la Verdad). También reprueba unos vicios llamados "pecados capitales".

Precisamente, a continuación, punto por punto, se hará referencia a cada uno de estos pecados, puesto que quiero demostrar en qué medida participa de ellos la degeneración ideológica -de filiación naturalista- que conocemos como socialismo (insisto en que hay muchas modalidades):

La ofensiva anticristiana socialista no ha sido nada accidental

Evidentemente, hay más textos religiosos que condenan el socialismo (por poner un ejemplo concreto, quisiera hacer referencia a las atinadas y elocuentes advertencias que hizo el Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum).

Pero prefería dedicarme, en esta ocasión, a complementar, en la medida de mis posibilidades, los recursos existentes para esta batalla por la Verdad, mediante una serie de puntualizaciones acorde a los pecados capitales.

Eso sí, una vez más, no quisiera omitir la enésima advertencia sobre el hecho de que la cristianofobia practicada por los socialistas no es accidental ni casual. Está guiada por una férrea intolerancia secular (con sus tontos útiles) y tiene un claro objetivo.

El socialismo, que siempre acarrea dolor, sufrimiento, angustia y miseria, con la necesidad de un ente con trasfondo demoníaco, procura ayudar a subvertir el orden natural divino y acabar con la familia, los cuerpos intermedios y la sociedad (y contra la subsidiariedad).