Como es sabido, el Papa Pío XII, declaró el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo el día 1 de noviembre de 1950.



Lo hizo desde el atrio exterior de San Pedro Vaticano, rodeado de 36 Cardenales, 555 Patriarcas, Arzobispos y Obispos, de gran número de dignatarios eclesiásticos y de una muchedumbre entusiasmada, de aproximadamente un millón de personas. Definió así solemnemente, con su suprema autoridad, este dogma mariano. Unas grandes lápidas de mármol en el atrio de la Basílica de San Pedro de El Vaticano lo  recuerdan por el paso de los años. Allí figura el nombre Pedro Segura Sáenz.



Lo hizo con estas palabras:

“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.




Puede entenderse por qué se levantó un grito al unísono por parte de la multitud entusiasmada que estaba en la Plaza San Pedro: casi 1900 años de fe del pueblo y de la Iglesia en esta verdad, confirmada y ratificada por el Romano Pontífice, apelando a la infalibilidad conferida al Sucesor de San Pedro. También hubo millones de espectadores en los cinco continentes, quienes vieron en televisión u oyeron por las estaciones de radio del mundo católico, el importante anuncio papal.