Hemos estado esta manana en la Congregacion del Clero. Nos ha recibido el Arzobispo Secretario, en una larga sesion de intercambio de experiencias y sugerencias.  El Sr. Arzobispo, Jorge Patron,  tiene ideas muy clara sobre la mision y vida de los sacerdotes. Nos ha animado a trabajar con paz, humildad y mucha esperanza.

                Hay una cosa bonita que nos ha sugerido: siando padres aprender a ser abuelos cuando nos llegue la edad de la jubilacion. El abuelo es el que ve la vida con toda serenidad, sin agobios y respetando mucho a las generacion joven y adulta.

                Por supuesto que nos ha animado a querer mucho a todo el pueblo de Dios que se nos ha confiado. Abrir cauces para que todos participen en una labor que ha de ser eclesial y respetuosa con los carismas de cada uno. El sacerdote necesita, necesitamos, la compania y la amistad sanas de las almas que caminna con nosotros por el cauce que Dios nos abre a cada uno. Nunca la tarea sacerdotal ha de ser escalera para medrar, ni cancha para competir. El sacerdote ha de ser siempre un servidor sencillo, obediente, acompanante de unas almas que han de buscar a Dios con toda rectitud de intencion.

                Toda la tarea sacerdotal ha de ser vocacional. Muchos ninos y jovenes que contemplan nuestra vida entregada y alegre han de sentir la inclinacion por seguir el mismo camino. Los seminarios son comunidades que acompanan a esas almas jovenes que ven el sacerdocio como una oportunidad de entregar la vida por Dios y los hermanos. La Iglesia nos necesita a todos para que Cristo reine de verdad en nuestra vida.

                N unca hay que perder la esperanza. Ha contestado el Sr. Arzobispsos a todos los interrogantes e inquietudes planteadas. Y hemos acabado esa larga reunion con la impresion de que la Iglesia esta muy viva, y que nosotros, los sacerdotes, somos queridos como Cristo nos quiere.

                A los laicos cristianos pedimos que nos ayuden con su oracion y comprension a tratar de dar de nosotros el mejor amor que llena nuestro corazon sacerdotal

Juan Garcia Inza