La onda gravitacional es el dedo anular del universo, la huella dactilar del Big Bang, que es a su vez el génesis del ateísmo científico, el antiguo testamento del progresismo cuántico, ese que ignora que en la hoja de ruta de Dios hay espacio para las bengalas. El científico ateo busca la onda gravitacional para que cuando miremos al cielo sea sólo para ver si llueve, pero tendrá que resignarse a que, hasta tanto no dé con ella, lo hagamos también para rezar a la Virgen de la Cueva.   
Lo que va para largo tras refutar un estudio el supuesto hallazgo del rastro de la gran explosión a cargo del centro Harvard-Smithsonian, al que aconsejo que en vez de centrarse en las corazonadas se centre en las pruebas. Una corazonada es un zurdazo desde el mediocampo que casi nunca acaba en gol. Una prueba es un rondo entre Cristiano y Messi con Sánchez Arminio en busca de la pelota. Una corazonada es urdir la interpretación de los sueños. Una prueba es ver dormir en calma a mi hijo Alejandro. Una corazonada es utilizar el año luz como coartada espacio/tiempo. Una prueba es captar el carácter eterno de diciembre.