Antes de conocer Tierra Santa y de haber convivido con el Señor, en un eremitorio en el Monte de los olivos, siempre pensé que la prendición de Jesús que tuvo lugar después de la Oración del huerto, sucedió en terreno abierto, al aire libre donde estaba el Señor sobre la roca de la agonía. Actualmente sobre la roca de la agonía está construida una basílica conocida con el nombre de basílica de Getsemaní o de las naciones, pues fueron varios países, entre ellos España los que contribuyeron a la construcción de esta basílica. Pero después de leer atentamente los tres Evangelios, pues solo los tres sinópticos son los que refieren estos pasajes (Mt 26,47-56); (Mc 14,43-52); (Lc 22,47-56) y después también de ver el lugar, comprendí claramente que lo lógico es que la prendición o el prendimiento de nuestro Señor, habría sucedido en la gruta a donde Él se trasladó, junto con los tres apóstoles elegidos para reunirse con los demás, y una vez concluida la Oración de la agonía, sobre la roca del mismo nombre. En la gruta en la que sucedió todo, tal como explica San Juan, era un lugar conocido por Judas Iscariote. En el interior de la gruta estarían confortablemente durmiendo los ocho, y al decir que estaban confortablemente durmiendo, no pensemos que estaban, durmiendo en unas camas con sábanas y mantas. Ellos estaban acostumbrados desde siempre a dormir al raso arrebujándose en su propio manto como única cobertura contra el frio de la noche y por colchón el duro y húmedo suelo. Por ello, el dormir a cubierto en una gruta que les resguardaba del frío y sobre un suelo seco, era todo un lujo. Allí se presento Judas Iscariote con los que iban a prenderlo, y después del beso, demandaron por el Señor. Relata San Juan que cuando el Señor respondió diciendo “Yo soy”, retrocedieron y cayeron al suelo. Hay exégetas que han querido ver aquí un milagro del Señor, en el retroceso y su caída a tierra, de los que iban a prenderlo, con la finalidad de demostrar que su poder era tal, si lo hubiese querido, no le hubiesen podido prender y que la entrega fue voluntaria. Pero hay un signo más evidente de su poder taumatúrgico, cuando a continuación, y esta vez sí que fue milagro sin duda alguna, repuso la oreja cortada a Malco, un criado del Sumo sacerdote. Nosotros como cristianos no tenemos la menor duda de la voluntariedad del Señor en entregarse y sufrir toda la Pasión y muerte que le esperaba y que Él conocía. Pero resulta lógica la postura del Señor de querer dejar huella de su voluntariedad. La verdadera causa del retroceso y caída de espaldas al suelo, de los esbirros del Sumo sacerdote que fueron a la prendición del Señor, no son fáciles de determinar. Monseñor Riciotti en su “Vida de Cristo”, anota dos posible hipótesis: Primera, que la mera presencia del Señor, se impuso ante los enviados del Sumo sacerdote, que se sintieron turbados ante la presencia del Señor, en este sentido se apuntan los casos sucedidos antiguamente en Roma como es el de Marco Aurelio o el de Mario, que con su sola presencia aterrorizaron a los que iban a asesinarles. No cabe duda, de que entre los aprehensores del Señor había miedo mezclado con superstición. En aquellas gentes tanto entre los piadosos como entre los que no lo eran tanto, estaba muy extendida la superstición. Ellos iban a tomar preso a una persona, que perfectamente sabían que había hecho unos milagros asombrosos, el último y más sonado, la resurrección de Lázaro después de llevar cuatro días enterrado en su tumba. ¡Cómo no iban a tener miedo! No le reconocían como el Hijo de Dios, pero si le reconocían aptitudes mágicas y hechiceras. Ellos entendían que estaban corriendo el peligro de que este Rabí, les hiciera un hechizo y por ejemplo les convirtiesen en cerdos, que era el animal más repugnante, impuro y odioso para un judío. Acaso no se contaba de Él, la historia de que en Gerasa, en la orilla oriental del mar de Tiberiades, solo con su palabra, había dado orden a una piara de miles de cerdos, para que se despeñaran hacia el mar. A ver si resulta, que a ellos les iba a pasar lo mismo que a esos cerdos. A esto también había que tener en cuenta la recomendación del delator que les había dicho: "Prenderle y llevarle a buen recaudo" (Mc 14,44), solo le faltó añadir: no sea que os escape, pues si quiere, tiene poder para ello y puede hacerlo. Por lo tanto nada tiene de extraño que en la presencia del Señor, y cuando Él habló, se cayeran de espaldas, su presencia imponía, e imponía más a las almas que no lo aceptaban, que a las que había enamorado con su amor a los limpios de corazón, pues estos último no veían en Él peligro alguno, sino Amor. La segunda hipótesis, es que se aterrorizaron ante la idea de lo sucedido con Elías, (2Reyes 1,817) cuando el rey envío por tres veces a cincuenta hombres a buscarle: “Le envió un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió a donde él; estaba él sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: Hombre de Dios, el rey manda que bajes. Respondió Elías y dijo al jefe de los cincuenta: Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta. Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta”. (2Reyes 1,911). Y lo mismo ocurrió con el segundo grupo. Con el tercero el jefe de sus cincuenta soldados, le suplicó por su vida y la de sus soldados. El ángel del Señor le indicó a Elias que bajase y no temiese por su vida. Esto era conocido por todo judío a medio piadoso que fuera, y este recuerdo pudo también aterrorizarles. Repuestos del susto los prendedores, y una vez que el Señor su hubo identificado, echaron mano de Él. La preocupación del Señor en aquellos momentos, fue para sus discípulos, se preocupó de que los dejasen marchar en paz y parece ser que así fue. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.