Si miramos hacia atrás en el calendario y llegamos al 19 de octubre de 1997 puede parecernos que no es una fecha destacada por algún hecho importante que haya quedado para la historia, pero si nos acercamos al Carmelo Descalzo es fácil que cambiemos de opinión. Ese día un gran santo de nuestros tiempos, San Juan Pablo II, proclama doctora de la Iglesia a una joven monja que está presente en muchas de nuestras vidas: Santa Teresita. De ese acontecimiento se cumplen 25 años. Hace poco, en el año 2020 recordamos el 50 aniversario del doctorado de Santa Teresa de Jesús. Ahora es el momento de una de sus hijas más queridas y conocidas: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.

Lo más impresionante de esta gran maestra de la vida interior es la riqueza que esconden sus escritos. Vayamos a unos u otros, en todos encontramos una fuente que nos refresca por dentro y nos lanza a amar a Dios de un modo más profundo. Desentrañar la misericordia de Dios a través de sus obras es una tarea que tenemos por delante. Es una invitación que podemos tomar para comprobar en primera persona que lo que sucedió hace 25 años es algo real en nuestra propia vida. Busquemos las obras de Santa Teresita. Leámoslas. Dejemos que entre en nuestro corazón. Escudriñemos en ellas lo que nos falta en nuestra vida espiritual. Crezcamos en virtudes y amor a Dios. Hagamos silencio. Escuchemos al Espíritu Santo hablar por medio de estos escritos. Descubramos unos buenos compañeros de camino unidos a María. Metámonos en el corazón misericordioso del Padre. Abandonemos nuestra vida en Cristo. Pongamos la confianza sólo en Dios, como San José,… Entonces nuestra vida será muy distinta. Seguro.

No es cosa de un día ni de dos, ni algunos meses; eso es cuestión de Dios. Dios puede meternos de lleno en sintonía con Santa Teresita al leer su autobiografía o alguna de sus poesías o recreaciones teatrales, o dejar pasar el tiempo y sin quererlo nosotros, por medio de un situación concreta inesperada, de un amigo que te pide una estampa de ella o sus obras, puede ser el momento providencial para volver a leerla. Eso le pasa al que escribe estas líneas. Siendo postulante comienza a leer la Historia de un alma y la deja sin terminar. Toma a Santa Teresa y goza en plenitud. Se le atraganta ese lenguaje de una joven francesa de finales del siglo XIX, pero se mete en Dios de una manera sorprendente al leer a una mujer madura que escribe un castellano antiguo del siglo XVI.

Pasan los años. El postulante hace la profesión religiosa, renueva sus votos año tras año y Teresita sigue sin entrar en su corazón. Una vez ordenado sacerdote le piden unos ejercicios sobre Santa Teresita y lo deja para más adelante, unos amigos le hablan de Santa Teresita con entusiasmo,… y lo que termina de hacerle caer por tierra es la fervorosa petición de un seminarista que quiere llevarse una reliquia de Santa Teresita antes de volver a su tierra. La providencia hace que ese mismo verano, al poco tiempo, se encuentre con un carmelita descalzo de Francia y le pide estampas con reliquia. Llegan pronto. A tiempo de que el seminarista, que ha terminado sus estudios en España, vuelva a su país con la gran alegría de tener consigo una estampa con tela pasada por el cuerpo de Santa Teresita.

Ver la ilusión, alegría, agradecimiento y satisfacción de ese joven más otras providencias que surgen por el camino hace cambiar de opinión al que ahora escribe. Decide tomar como base para sus ejercicios espirituales del año siguiente la Historia de un alma. Hace un camino. Empieza a leer a la santa antes de llegar ese momento y halla un tesoro insondable. Sigue leyendo a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz y otros santos de Carmelo Descalzo a la vez que deja paso a la pequeña Teresa. Hace silencio. Escucha a Dios paso a paso al leer, orar y hacer suyas unas páginas sublimes que le acercan a Dios, a revivir su vocación de carmelita descalzo, a pedir que otros jóvenes descubran su propia vocación y sean felices. La felicidad que da el sentirse amado por Dios para vivir una vocación concreta en la Iglesia es algo que llena el corazón.

Los escritos de Santa Teresa del Niño Jesús nos pueden ayudar a esta tarea. A poner a Dios en el centro y dejar que nos hable al corazón para conocer qué tenemos que hacer en esta vida para cumplir la voluntad del Padre. Esto y mucho más es leer a Santa Teresita. Sería bueno leer la carta que escribe San Juan Pablo II con la que declara doctora de la Iglesia a esta gran hija de Santa Teresa de Jesús. Se titula Divini amoris scientia, son las palabras iniciales. Comienza explicando lo que es la ciencia del amor divino: “un don concedido a los pequeños y a los humildes para que conozcan y proclamen los secretos del Reino, ocultos a los sabios e inteligentes”. El desarrollo de la carta nos muestra la doctrina eminente que mana de sus escritos, las fuentes donde bebe para escribir, la universalidad de la doctrina y el proceso histórico hasta llegar a la proclamación del doctorado.

Pero no todo termina en aquel 19 de octubre de 1997, sino que ahora hay que lanzarse hacia el próximo año, el 2023, donde vamos a celebrar el 150 aniversario de su nacimiento, concretamente el 2 de enero. La generosidad de Dios nos brinda a todos una oportunidad especial. Tomemos el año que viene como un tiempo providencial para acercarnos a Santa Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz, adentrarnos en lo más secreto de un corazón joven, santo y lleno de doctrina espiritual donde encontremos y gustemos las maravillas que nacen de vivir a la luz de la ciencia del amor divino.