-Pero si Dios existe, ¿por qué permite que haya tanto mal?

Esa pregunta es casi obligada que surja en clase de religión, de la misma manera que surge de forma “natural” en cualquier ser humano ante el escándalo del mal en el el mundo. De hecho creo que no ha habido grupo al que haya dado clase en el que no me hayan planteado alguna vez la cuestión.

-Para serte sincero- respondo- esa pregunta no tiene una respuesta ni fácil ni definitiva. Ciertamente la presencia del mal en el mundo se nos presenta como un “misterio” o un escándalo, que contrasta con la existencia de Dios amor. Pero si quieres sí que podemos dar algunas claves que, sin que nos lleven a un entendimiento profundo al menos nos permitan acercarnos un poco.

Por muy banal o superficial que pueda ser en un principio, al menos en apariencia, la vida de un adolescente, no por ello deja de buscar respuestas a los grandes misterios de la vida aunque sea de forma ocasional. La atención del aula en momentos así suele ser grande, les interesa el tema.

La reflexión no es banal, a fin de cuentas está en nuestra naturaleza tener más facilidad para la queja que para el agradecimiento, con los demás y con Dios mismo. La pregunta que lanzo se queda sin respuesta.

La clase bulle, todos tienen mil preguntas que hacer e incluso se atropellan unos a otros. Tengo que frenar el tema.

Sé que lo que pido es un imposible, un adolescente no tiene en su naturaleza los conceptos de espera y paciencia, pero qué le vamos a hacer... otro día más.