El caso de la cebra 1

Linares y el problema de la vivienda

La anécdota

Manuel Lozano Garrido
Cruzada  nº 14,  marzo-abril 1953

Recordamos una anécdota que vamos a reproducir porque viene como anillo al dedo al tema que nos ocupa.

En cierta ocasión, un circo que deseaba una cebra para su colección zoológica, ofreció importante  recompensa a quien presentara el ejemplar que mejor cubriera su necesidad.

La proposición llegó a conocimiento de varios extranjeros que a la vista de las condiciones obraron así:

El primero de ellos, un alemán -espíritu científico- se enfrascó en la lectura de libros apropiados para analizar vida, costumbres y regiones relacionadas con el animal en cuestión. El segundo, que era inglés y como tal hombre práctico, tomó el salacof, se terció el rifle y emprendió el camino de remotas regiones para capturarla. Cuando la noticia llegó a conocimiento del francés -espíritu mercantil- compró sendos botes de pintura y un asno,  empuñó la brocha y transformó al jumento en el espléndido animal solicitado. El último de ellos era un español que día a día demoraba el comienzo de la tarea; todas las mañanas se levantaba diciendo: “Decididamente, hoy me ocupo del asunto de la cebra” y al día siguiente volvía a repetir la cantinela.

También Linares necesita una cebra.

Curiosa la anécdota, cobra actualidad al reproducirse en el “clima” de Linares la situación abúlica del personaje final. Como en el caso de la cebra, mayores y pequeños coincidimos en la existencia de problemas vitales que claman por una urgente solución que en parte está en las manos de todos, pero a la hora de la verdad, sesteamos en masa rebotando alegremente sobre tejado ajeno la bola de la iniciativa y con ella la de la culpabilidad. ¡Con lo sencillo que sería que cada uno pusiéramos manos a la obra y decididamente todos nos ocupáramos hoy del asunto!

Se ha dicho que defecto de los meridionales es ese “dejar para mañana lo que debemos hacer hoy”. Y sin embargo, muchos pueblos lo superaron con las mismas virtudes racionales de que nosotros disponemos: “Hicieron, como dice Pemán, fecunda la pereza”; o sea, agudizaron la inteligencia para llegar al problema por el camino más expedito y emprendieron después la marcha sin quedarse dormitando al borde del sendero.

Hay soluciones.

En Linares tenemos la ventaja de que ya se hizo la luz sobre muchas cuestiones insolubles: existen soluciones, algunas concretas y del dominio público, sólo a merced de lo que comúnmente se llama “poner manos a la obra”. Recuéntense, por ejemplo, las ideas expuestas en “Cruzada” y revistas interesadas en problemas locales, y comprobemos las que fueron resueltas o simplemente atendidas. Apostaríamos a un 95% en contra y el resultado nos daría la razón. Muchas son beneficios que nos han de llegar de fuera: aún en ellas ¿se hizo lo obligado? ¿O nos limitamos a guardar la arribada de un maná externo? Pero la abrumadora mayoría son iniciativas de posibilidad local, ideas a las que sólo faltó voluntad de realización, “querer hacerlas”, para que hoy Linares armonizara en el concierto general de superación.

Un Patronato para la Vivienda.

Soluciones otras que aflorarían a la simple unión de voluntades laboriosas.

Examinemos, por ejemplo, el problema de la vivienda en el que coincidimos que resulta inhumano demorarlo un solo día. El caso de seis y ocho personas durmiendo en una habitación que antes se citaba como muestra, se ha generalizado a cientos y más de hogares que exigen plantes ambiciosos de inmediata ejecución.

Entonces, si estamos de acuerdo, ¿por qué, a la vez que urgimos el deber oficial, no constituimos en Linares un Patronato de la Vivienda que al igual que en otras ciudades españolas, aglutine a los que por interés ciudadano y obligación moral de católicos están en condiciones de aportar el esfuerzo definitivo?

Por su naturaleza, el Patronato, que por derecho propio debería llevar el nombre de Virgen de Linarejos, recabaría de personas y sectores de la ciudad el fondo que garantice a la inversión oficial de ausencia de riesgo. Nos parece adivinar ya un cúmulo de posibilidades a la gestión del Patronato: aportaciones particulares que aguardan ser confiadas a hombres que avalen su voluntad de trabajo: campañas de Navidad, en nada mejor invertidas que en redimir a estos  Belenes modernos;  emisión de acciones (éstas sí que serían populares y no las que se pretendió hace poco para un cine) o de sellos (¿no se hizo para cosas como el “Preventorio”?), tómbolas y tantos otros medios como en Valencia, Córdoba, Granada, etcétera han dado vida a Patronatos modelos de proyección cristiana y generosa.

¿Qué falta, pues, en Linares?

Voluntad de ejecución; probar a sepultar la apatía (en su reciente Mensaje Pascual, Pío XII ha dicho: “Sacudid la apatía en todas sus formas y reanudar la práctica de vuestras virtudes habituales”) acometiendo conjuntamente las aspiraciones como si dependieran del esfuerzo propio. Si desapareciera esa inercia impropia de católicos, y todos unidos proyectáramos la forma evangélica sobre los cimientos sociales, culturales y humanos de un Linares que debe renacer “a la derecha del Señor”, otro sería el cantar de la ciudad.

¿Queréis, linarenses, que empecemos intentando solucionar el problema de la vivienda? Vamos a probar, vamos a probar…  que no se olvida el caso de la cebra.

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[1] Alusión al lema del escudo de Linares: “Nunc coepi, haec mutatio dexterae Excelsi” (Ahora comienzo; se ha cambiado la diestra del Altísimo, según la versión de la primera vulgata; ps. 76,11)
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