Son múltiples los recuerdos que en casi todas las personas, evoca este mes de mayo: plenitud de vida. eclosión de la primavera, primer enamoramiento, escarceos amorosos, recuerdo de la madre, gestas patrióticas, fiestas religiosas, celebraciones familiares, piedad mariana, mes de las flores, etcétera.

Estos recuerdos perduran al paso de los años, en el niño que todos fuimos v que aún llevamos dentro de nosotros. No se borran fácilmente. A veces entre otros, el sentimiento religioso, un tanto adormecido en el hondón del alma, aflora con fuerza en nuestra vida y nos vuelve a todos un poco nostálgicos. Quizá recordamos con añoranza la piedad e ingenuidad de años infantiles.

Buena oportunidad al celebrar el día de la Madre, recordar que no somos huérfanos en la vida presente.

Tenemos otra madre, la Madre de Dios, María, cuya misión encomendada por su Hijo crucificado, no fue otra que llevarnos de su mano al encuentro del resucitado, la meta de nuestra vida. Un ruego mil veces repetido, brota hoy del corazón de los cristianos:`Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Nada más y nada menos en este mes de Mayo.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN