VIDA

Llamamos en mi pueblo la ONU a un grupo de hombres que ya están jubilados y se reúnen en un bar, juegan al dominó o a las cartas, y van hablando de todo lo habido y por haber mientras se van tomando un café. A veces tiene sentido lo que dicen, pero otras, no acaban de aterrizar con sentido común. Y unos van a misa, otros no, unos tienen estudios, otros uno, pero como son amigos de la infancia tratan los problemas inclinándose, unos por una solución y otros, por otra, pero sin enfadarse. Y al día siguiente, más de lo mismo.

Y como cada uno piensa de una manera, lo que sucede es que tratan de distinto modo y con soluciones distintas, la problemática que, incluso, tiene hasta la onu. Por eso los llamamos el grupo de la onu. Ocurre que a veces dan mejores soluciones que las que da ese organismo internacional. Hay uno que le parece que todo va mal, otro, que trata de justificarlo todo, otro que aporta soluciones un tanto idealistas, otro que cambia de opinión de un día para otro. Hay de todo.

Lo cierto es que esas reuniones si alguna vez asisto a ellas, veo que son bonitas y que no hay maldad en lo que dicen, sino que también intervengo sin discusiones; normalmente nos vamos poniendo de acuerdo, aunque a veces no. Y qué más da si quedamos siempre como amigos.

Hoy mismo he ido a tomar un café con un amigo, y estaba el grupo hablando sobre el tema del día, de sí van a cambiar la ley del aborto o si va a quedar prácticamente igual. Y ahí viene a verse que si se habla, van apareciendo detalles y posturas que van aclarando los problemas.

Y así Juan, cuando yo llegué, estaba diciendo: yo creo que la nueva ley va a restringir el derecho de las madres a disponer de su cuerpo, por lo que me parece que no sería bueno restringirlo; pero interviene Andrés y dice: está bien que la madre disponga de su cuerpo, pero no del cuerpo ni de la vida del hijo que lleva dentro. Sigue José: pero yo pregunto: el niño que la madre lleva dentro ¿se puede matar o no?

Interviene Andrés: dejémonos de si se puede matar o no; aquí veo yo un problema de los políticos que unos dicen que sí y otros, que no. Lo que no es posible es que ambos tengan razón, y ya tenemos el lío: porque las dos cosas a la vez no pueden ser verdad. ¿Se puede o no se puede?

Y sigue José: Yo no sé si lo matan o no lo matan, pero a mí me va a matar esta rodilla que me está fastidiando seguido y apenas me deja dormir.

Calla hombre, que me tomo siete pastillas cada día, y lo peor es que antes me las daban gratis y ahora me toca pagar un poco por algunas, pero son caras.

E intervengo yo: pues yo tengo más años que vosotros aunque parezca más joven, pero los años van por dentro. Bueno, dejando las teclas que todos tenemos y yendo a lo que estabais diciendo, es cierto que dos cosas contrarias no pueden ser verdad, pero os hago una pregunta: ¿puede el Estado matar a un ser inocente? Podéis pensar que en algunos casos sí; algunos dicen que se puede matar a un asesino, otros piensan que no. La pregunta que os hago es si el Estado puede autorizar el asesinato de un ser inocente, algo así como hacía Hitler hace unos cuantos años. No sé qué pensáis. Yo pienso que no, lo mismo si lo autoriza un Dictador que un Gobierno democrático.

Yo también pienso que no, dice Andrés, porque el Estado debe garantizar la vida de todos los ciudadanos; de lo contrario, ¿para qué lo queremos? Y si el Estado no lo puede hacer, ¿puede autorizar que alguien lo haga, sea madre, médico o curandero?

Bueno, ya veremos, sigue diciendo Andrés, cómo va a quedar esto, porque parece que van a discutir sobre si cambian la ley, si no la cambian o cómo la cambian. Y no sé si van a ser razonables las razones que aporten unos y otros. Los católicos lo tenemos muy claro si atendemos a lo que ha dicho y enseñado la Iglesia, pero no todos los católicos atienden a las razones de la Iglesia, y los no católicos o los católicos sólo de nombre, cada cual pensará lo que quiera con razones o sin razones. Lo peor es que muchos, supongo que votarán lo que el jefe del partido diga, y en algún caso no será la verdad, sino lo que interesa a unos y a otros.

Pues mirad: lo que faltaba, dice José. El domingo, cuando el cardenal Rouco hacía la entrada en la catedral o en no sé qué iglesia, un grupo de feministas medio desnudas gritaban desaforadamente: “el aborto es sagrado”. Eso, a mi modo de ver, desautoriza el intento de mantener le ley como está.

Y yo no sé si los partidarios del aborto, especialmente algunos partidos de izquierda y miembros del partido que promueve el cambio, son capaces de condenar esos hechos, manifestando así que no los aprueban. ¡A que no lo hacen! No sé si será pensar mal, pero es que uno ve tantas cosas…

Total, han visto que es una charla con normalidad, exponiendo cada uno sus puntos de vista sin alterarse como los políticos cuando hablan de asuntos importantes, sobre todo, en el parlamento. Los parlamentarios de mi pueblo no aspiran a que se haga lo que ellos quieren, pero hablan de sus convicciones con toda normalidad y sinceridad sin tener que enfadarse. Ya quisiera yo que todos los parlamentarios tuviesen el sentido común que tienen estos miembros de la ONU de mi pueblo.

José Gea