De un tiempo a esta parte se han ido publicando algunos estudios que se fijaban en la importancia de la antigua religión judía en la configuración de la fe, doctrinas, sacramentos, o liturgia cristianas. Algo obvio pues somos injertos en el tronco de Jesé y porque Jesús no vino a derogar la Ley, sino a llevarla a su plenitud.

El último de ellos es el interesantísimo libro de Brant Pitre, Jesús y las raíces judías de la Eucaristía. Un libro que ilustra y abre nuevas perspectivas sobre el centro de nuestra fe, la Última Cena y el sacrificio de Jesús en la Cruz.

Pitre nos explica cómo entendieron los apóstoles y, en general, los judíos contemporáneos de Jesús, sus palabras y gestos. Para ello tiene que explicarnos primero los ritos y creencias judíos, y lo hace con claridad y solvencia. Y luego pasa a explicar cómo, a partir de lo que los judíos creían y vivían regularmente, especialmente en sus grandes fiestas, percibieron y entendieron los gestos y palabras de Jesucristo. Así, por ejemplo, nos enteramos de que los corderos sacrificados en Pascua en el Templo de Jerusalén eran posteriormente crucificados (ensartados en unos palos, un poco al estilo de los asados argentinos) antes de ser consumidos, una imagen que seguro estaría en la memoria de aquellos que habían oído como Jesús se calificaba a sí mismo de cordero pascual. Es solo un ejemplo, pero representativo de la riqueza que se esconde en pasajes aparentemente conocidos.

Brant Pitre se centra en tres elementos que relaciona con la Última Cena y el sacrificio de Jesús en la Cruz: la Pascua judía, el maná y el pan de la presencia. Todos ellos estrechamente ligados a la Eucaristía, que es una nueva Pascua, un nuevo maná del cielo y un nuevo pan de la presencia de Dios entre nosotros.

Pitre explica que empezó a indagar en estas cuestiones a raíz de su contacto con protestantes que negaban la presencia real de Cristo en el pan y el vino consagrados. Su investigación, que recoge en este libro, fue un apasionante viaje que nos abre los ojos a verdades cruciales de nuestra fe.

Un último apunte sobre este muy recomendable libro: Pitre confiesa que tras hacer lo que él creía un magnífico descubrimiento, encuentra su hallazgo en el Catecismo de la Iglesia Católica. Algo que nos puede pasar a todos: ¡son tantos los tesoros del Magisterio que tenemos a nuestra disposición y que ignoramos por falta de atención!