La amistad y la enemistad..., son conceptos que el Señor no maneja como nosotros lo hacemos, porque cuando hay amor no hay posibilidad de existencia de enemistad ni enemigos. El amor lo inunda todo, ya que la enemistad, es una categoría inferior del orden espiritual, la mayoría de las veces, con motivaciones materiales, mientras que el amor es una categoría superior, más que superior es la máxima categoría del orden espiritual, porque es el mimo Dios, ya que Dios es amor y solo amor (1Jn 4,16).

            Nosotros los hombres, podemos etiquetar el amor como un bien espiritual y desde luego que para nosotros es un bien espiritual, pero cuando así pensamos y hablamos nos estamos refiriendo al amor puramente humano, pero este en sí no es más que un reflejo del amor sobrenatural, y este, el amor sobrenatural es mucho más, porque es Dios mismo.

            Así reiterativamente nos lo manifiesta el evangelista San Juan y Dios no maneja como nosotros el concepto de enemigos, porque Dios carece de enemigos nadie es enemigo, para El todo el mundo es amado por Dios incluidos, los que estúpidamente sin luces en sus mentes se declaran enemigos suyos. Dios es el Creador absoluto de todo lo visible y lo invisible y como todo creador que se precie de serlo, ama su obra, ama todo lo que Él ha creado. Humanamente no existe, pintor, escultor o artista en general, que no ame lo que él ha creado, porque antes de darle forma definitiva, ha desechado varios proyectos y ensayos hasta quedar satisfecho de la obra final. Por su parte, Dios cuando crea algo o alguien no necesita hacer bocetos pruebas o ensayos, porque su mente es ilimitada en todo y desde luego en cuanto a su capacidad, y de golpe realiza lo que quiere realizar, 

            Humanamente a los enemigos se les teme, en función del daño que nos puedan hacer, pero sobrenaturalmente todos sabemos que directamente no podemos dañar a Dios, nadie puede dañarlo, aunque sí indirectamente dañando a lo que El ama y lo que Él ama somos nosotros.  Él nos ama a todos incluso a los que se declaran sus enemigos, quizás ame más a muchos de estos, antes que a los que se declaran creyentes y amantes de Él, pero son tibios, porque del enemigo espera más que del tibio. Son muchos los santos que han salido de la enemistad caminando hacia el Señor.

            Recordemos dos pasajes bíblicos. Uno nos dice: "15 Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Ap 3,1516).  Y el segundo, es con relación a los enemigos convertidos y dice:     "7 “Les aseguro que de la misma manera habrá más alegría en el cielo, por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. (Lc 15,7).

            La enemistad engendra odio, y cuando se odia se desea el mal al que se odia, y si es posible ser uno mismo el que directamente cauce ese mal y si no se puede se acude a la brujería, o al vudú, que es como decir, que se acude al demonio, para que cogiendo una figura de trapo clavarle unos alfileres y ponerla cerca de la persona que se odia. Realmente estas prácticas son como abrirle las puertas al demonio y pueden dar origen a una infestación demoniaca, o lo que es peor a una posesión.

            A Dios es imposible dañarle directamente, pero si es posible dañar lo que Dios ama. Y Dios tal como ya antes hemos dicho, ama todo lo que Él ha creado. Es por ello, si dañamos a los demás, estamos dañando indirectamente a Dios. Los mandamientos de la Ley de Dios, vemos que todo lo que no sea observar estos mandamientos es ofenderle a Dios. Y nuestras ofensas a Dios las realizamos por ejemplo matando, robando, mintiendo, ofendiendo al prójimo, porque naturalmente a Dios no lo podemos matar, no podemos robarle directamente nada, ni mentirle porque Él es la Verdad, ni causarle daño directo alguno, pero si indirecto cuando se lo causamos a nuestro prójimo.

            Es más, nosotros, le causamos un daño indirecto a Dios cuando se lo causamos a lo por él creado, es decir, a la naturaleza que nos rodea. Este tema es complicado y delicado porque por ejemplo los animales han sido creados y puestos a disposición nuestra para nuestra alimentación.
         Después del diluvio, Dios le dijo a Noé: “1 Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra. 2 Ante ustedes sentirán temor todos los animales de la tierra y todos los pájaros del cielo, todo lo que se mueve por el suelo, y todos los peces del mar: ellos han sido puestos en manos de ustedes. 3 Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento; yo les doy todo eso como antes les di los vegetales”. (Gn 9,1-3). Y también más a delante les dijo. “7 Ustedes, por su parte, sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y domínenla”. (Gn 9,7). Dominar la tierra, es avanzar en el desarrollo humano y este indiscriminadamente no se puede realizar, es necesario observar un equilibrio sensato.

            Pero lo que no cabe la menor duda, es que quien más odia a Dios son los demonios, porque su antigua naturaleza de amor cuando eran ángeles, al rebelarse al grito de non serviam, no serviremos, la perdieron al salirse del ámbito del amor a Dios, y el vacío que les dejó en su ser, la capacidad de amor y de amar que perdieron fue ocupado de inmediato por el odio que es la antítesis del amor. El principio es conocido,  cuando se va la luz, el vacío que se produce lo rellena la antítesis de la luz, que son las tinieblas, Cuando desaparece el calor, el vacío que se produce lo rellena la antítesis del calor, que es el frío. Es el amor. La luz o el calor los que tienen entidad propia sus antítesis carecen de ella, son su negación. Es por ello que el odio es carencia de amor y negación de este.

            Nosotros mientras estemos en este mundo, aunque seamos enemigos de Dios y lo maldigamos, estamos viviendo dentro del ámbito de amor del Señor y tenemos capacidad de amar y precisamente esta capacidad es la que puede llevarnos a una conversión. Pero si abandonamos este mundo sin haber sido capaces de expresar nuestra amor al Señor, hemos repudiado voluntariamente el amor y por ello nos hemos salido de ámbito de amor del Señor y hemos entrado en el ámbito del odio y de las tinieblas que es el reino de satanás. Pasaremos entonces toda la eternidad sumidos en el odio a Dios, sin posibilidad de poder descargar ese odio nunca directamente y solo indirectamente mientras existan personas en el mundo, cosa que hace unos días leí en la prensa, los años que le quedaban al mundo, para desaparecer convirtiéndose el mundo en un agujero negro, según nos dicen los astrónomos, En todo caso estemos tranquilos, son 17,500 millones de años, aunque también es verdad que esta astronómica cifra es un breve suspiro comparada con lo que es, la eternidad.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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