Acertadamente…, San Juan nos dice que Dios es amor y sólo amor (1Jn 4,16). No se trata de que Dios tenga un amor infinito, como todos sus atributos que le son infinitos, sino que Dios mismo es el amor su esencia es el amor. Él es por supuesto, el creador absoluto de todo lo que nos es visible y de todo lo invisible de lo que no ven los ojos de nuestra cara, pero si lo vislumbran los ojos de nuestra alma.

            Y al ser el Señor solo amor y nada más que amor Él y sólo Él, es el único generador del amor. Nosotros cuando amamos, no creamos amor, lo nuestro es solo un reflejo del amor generado por el Señor. El amor humano carece de entidad propia, es solo un reflejo del amor sobrenatural que nos inunda. Por ello cuando decimos "amar al Amor" estamos diciendo "amar al Señor". Y, ¿qué es amar al amor?

            Amar al Amor, es inicialmente vivir en la gracia divina, porque el que vive de espaldas al Amor, no siente la necesidad de amar al Amor, pero el que vive habitualmente en gracia divina, es Templo vivo de Dios, el Amor inhabita en su alma, y cuida de él como una oveja de su rebaño: “1 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. 2 El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas 3 y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. 4 Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza”. (Sal 23,1-4).

            Amar al Amor, es vivir en Ti, por Ti y para Ti Señor, porque en esta vida nada hay más maravilloso que vivir entregado a Ti. Es tener una vida pendiente del fuego de tu amor, deseando uno abrasarse en ese fuego de la zarza ardiendo que no se consumía y que Moisés vio en el Horeb. Es un fuego que no extingue lo que quema, pero la dulzura de sentirlo le hace a uno vivir en el deseo de estar siempre dentro de esa hoguera de amor. Nada existe en este mundo, que tenga comparación con este fuego de amor que el Señor dona, a las almas que le desean con ardor.

            Amar el amor es haber ensanchado el alma de tal forma, que como consecuencia de ese desarrollo, los ojos del alma se han abierto, hasta el punto que se comienza a ver con claridad meridiana, los deseos del Amor y también por otro lado se ve con claridad las maquinaciones demoniacas, que denodadamente tratan de apartarnos del Amor. Esto asusta a las almas que no ven y llegan a pensar que uno o una, está obsesionado, con la potente actuación del demonio. Pero también se comprende cómo, este nada puede, cuando un alma se ha entregado con plenitud en las manos del Amor.     

Amar el amor, es vivir una loca alegría plena de felicidad, que le hace a uno ser feliz con el cumplimiento de la divina voluntad, porque esa está constantemente donándonos bienes o permitiéndonos males, porque el alma entregada al Amor comprende sin ningún género de dudas, que todo lo que recibe sean goces alegrías, o tristezas y tribulaciones, es siempre lo que en cada momento nos conviene recibir. Los dones positivos son fantásticos, pero ellos no nos crean méritos, como si nos los dan, las tribulaciones amorosamente soportadas por amor al Amor. La contrariedad, la tribulación, y el sufrimiento, nos donan un gran valor purificatívo, que generalmente las personas no lo ven ni lo comprenden, pero lo ojos del alma de una persona entregada al amor del Amor, lo ve con meridiana claridad, pues los ojos de su alma reciben cada día más luz que le trasmite su amor al Amor.

Amar al amor, es estar día y noche expresado en sentido real no figurado, pensando en el Amor, es lo que espiritualmente se conoce con el nombre de oración incesante, porque incesantemente uno o una no tiene otro pensamiento  que el de amar al Amor. Los deseos de amor paulatinamente, siempre crecen, y una vez crecidos generan más deseos de amar al Amor.

Amar al amor, es buscar la perfección en todo lo que se hace, sea en la actividad, de carácter espiritual o en la de carácter material. El Amor nos dejó dicho: “48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial”. (Mt 5,48). A uno le embarga el deseo de dar total cumplimiento, no solo a los Mandamientos de la Ley de Dios, sino a las Aseveraciones evangélicas, porque la Biblia ha pasado a ser el elemento imprescindible para la lectura y la meditación.

Amar al Amor, es sentirse atraído constantemente por el crucifijo. No se puede iniciar ningún trabajo si previamente no hemos mirado despacio y amorosamente algún crucifijo. Cuando uno se entrega con determinación al Amor, la Cruz adquiere un especial significado. Uno comprende entonces porqué los antiguos grandes santos con San Juan de la Cruz, hasta dibujaban con amor un crucifijo.

Amar el Amor, es vivir sin zozobras materiales de ningún género, porque uno llega a la plena convicción y vive las palabras del Amor a Santa Catalina de Siena: Tú ocúpate de mí, que ya me ocuparé Yo de ti. Y adquieren todo su valor los pasajes evangélicos que nos dicen: "25 Por eso os digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”. (Mt 6,25) o aquel otro que nos dice: “33 Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. 34 No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán”. (Mt 6,33-34).

Amar al Amor, es comprender el valor que tiene la humillación, porque ella nos permite ejercitarnos en la humildad y comprender el valor del bien espiritual de la humildad, de la cual el Señor nos dejó dicho: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera”. (Mt 11, 29). La humildad nos dará la felicidad, porque ella nos hará comprender que todo lo que tenemos lo hemos recibido, nada es nuestro. Desnudos de bienes llegamos a este mundo y desnudo de bienes materiales lo abandonaremos. “24 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. 25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?”. (Lc 9,24-25).

Amar al amor, en definitiva, es mucho más de lo dicho, pero lo más esencial es que El Amor que nos ama nos hace, ya aquí abajo saborear lo que nos espera, dándonos un pequeño anticipo del cielo, a todo el que le corresponda a su infinito amor.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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