Hace unos días el Arzobispo de Valencia nombró un sacerdote como encargado de los sacerdotes enfermos, tanto de los que están en sus casas ya jubilados y sin cargo pastoral, como de acompañar a los que están internados en cualquier hospital o residencias sacerdotales y que tienen problemas de salud. El nombramiento ha sido muy bien acogido por los sacerdotes. No es cuestión sólo de ejercer la obra de misericordia de visitar a los enfermos, sino también de ver si tienen necesidad de alguna ayuda especial de cualquier tipo.

Unos días después del nombramiento del encargado, se encuentran dos sacerdotes amigos y lo comentan favorablemente. He aquí el diálogo que más o menos tuvieron entre ellos:

- ¿Te has enterado del nombramiento?

- Sí y me parece muy conveniente. Vamos a ver si da buenos resultados.

- Estoy seguro de que los va a dar. Mira, yo visito con frecuencia a los sacerdotes enfermos y jubilados que viven cerca de mi parroquia, y hay que ver la alegría con que te reciben. Me fumo un pitillo con ellos y les aconsejo que no fumen porque el tabaco mata. Me contestan que con el consejo les dé el ejemplo; pero les digo que a mí no me mata. Y así entre bromas y veras pasamos un buen rato.

- Pues yo no acabo de tomarme en serio las visitas a los compañeros enfermos. Incluso tengo condiscípulos que hace muchos años que no les visito. Y en mi parroquia hay uno al que diariamente le lleva la comunión un ministro de la Eucaristía, pero la verdad es que yo apenas me acerco por allí.

- ¿Y no te lo has confesado?

- Vaya. No me vengas metiendo escrúpulos.

- No es que quiera meterte escrúpulos. Sólo quiero ayudarte a pensar. ¿Jesús pasaría de largo por un pueblo, sabiendo que allí hay un sacerdote enfermo, sobre todo, sabiendo que apenas recibe alguna visita? Pues ahí estás tú en nombre de Jesús; y no es que pases de largo, porque no pasas, sino que estás allí. Yo no sé si algún día te nombrarán arcipreste o algo así, pero si te nombran, procura visitar con frecuencia a los sacerdotes jubilados y enfermos no sólo de tu parroquia sino de tu demarcación. Perdona que te esté echando un sermón.

- No; no es un sermón; me estás echando un sermonazo. Es verdad lo que dices, pero es que tengo tantas ocupaciones que no tengo tiempo para nada.

- ¿Ni siquiera para comer ni para tomar la siesta?

- No tomo siesta.

- Pues tómala que te irá bien; verás que cuando te levantes estarás más despejado y más descansado para fumarte un cigarrillo con el hermano sacerdote y desplazarte adrede algún día a visitar a amigos o condiscípulos enfermos o, si no adrede, aprovechando algún viaje en que pases cerca. Seguro que les vas a dar una gran alegría. No olvides que están muy solos. Un día visité a un sacerdote que estaba liberado de toda tarea pastoral por su enfermedad y vivía solo. Recuerdo que me dijo: Gracias, porque hace más de un año que no ha venido a visitarme ningún sacerdote. A partir de entonces ya le he visitado varias veces.

- Pues no está mal lo que me dices. Casi, casi me estoy animando a que ésta sea una de mis ocupaciones principales.

- Ánimo pues. Además, no sé si te has enterado de que no hace mucho, el Papa nos ha animado a hacer peregrinaciones a los centros donde hubiese sacerdotes jubilados o recogidos en sus casas. Nada menos que peregrinaciones. Y es que es así. ¿Nos damos cuenta de que Cristo sacerdote está en cada uno de ellos ejerciendo su sacerdocio? Sí, sí, ejerciendo su sacerdocio. Como lo estamos ejerciendo nosotros. Ellos, ofreciendo al Señor su oración y su enfermedad; nosotros, nuestra actividad y nuestra oración. No lo olvides; nuestra oración. No quiero enrollarme más, pero algún día es posible que hablemos también un poco de esto, del valor sacerdotal y apostólico de nuestra oración.

- De acuerdo; también me haría falta.

- Di mejor, nos haría falta.

José Gea