Los ateos no pueden evitar admirarse de que haya en el mundo más de mil millones de católicos, y muchos más de creyentes.

Y de que no haya en el mundo personaje del que se hayan escritos más libros que de Jesús de Nazaret.

No es posible que todos éstos hayan sido unos ilusos, pues entre ellos hay lumbreras cono San Agustín y Santo Tomás; y científicos como Einstein que protestó porque alguien le consideró ateo, Max Plank autor de la Teoría Cuántica, Pascal que no entendía cómo alguien podía ser ateo, Pasteur que descubrió la imposibilidad de la generación espontánea, Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina que se convirtió al catolicismo al presenciar un milagro en Lourdes; y tantos otros.

Ya Leibnitz se preguntaba por qué hay ALGO en lugar de NADA.

Si, como dicen los astrónomos, el cosmos comenzó hace 15.000 millones años, ¿por qué salió de la NADA?

Hace falta un DIOS-CREADOR. Por eso el ser creyente es razonable.

Pero algún ateo, para defender su ateísmo, ha
dicho: "Dios es creíble, pero irreal".

Esto es una falacia. Si es irreal es que no existe.

Pero los creyentes tenemos razones de credibilidad.

Pero para creer hay que conocer esas razones.

Nadie se convence de lo que ignora.

Todos debían tener una cultura religiosa similar a su cultura humana.

No basta el Catecismo de Primera Comunión, para su problemática de adulto.

Pero además tenemos un modo universal de llegar a Dios: la conciencia. Quien hace algo injusto se encuentra mal aunque no lo sepa nadie.

Si no hay Dios, ¿qué más da? Pero notamos que estamos mal ante ALGUIEN.

Todos distinguimos entre la generosidad y el egoísmo.

El hacer el bien da paz y bienestar. Es como tener buena imagen ante ALGUIEN. Porque ante el espejo soy el mismo haga lo que haga.

JORGE LORING, S.I.
jorgeloring@gmail.com
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