Para muchos de Vds. sin duda, como para mí, el primer papa del que tienen recuerdo, y que fue elegido tal día como hoy, 21 de junio, ayer para Vds., pero del año 1963, es decir, hace exactamente cincuenta años. Un buen día, pues, para rememorar los hitos principales de un papado complejo como todos, protagonizado por una papa que careció del ángel mediático que sí tuvieron sus sucesores, y al que muchos han calificado como “atormentado”, pero que fue, sin duda, un papa bueno e importante, al que el tiempo ha ayudado y seguirá ayudando a entender.
 
            Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, que tal era su nombre de pila, nace en Concesio, provincia de Brescia, el día 26 de septiembre de 1897 -tendría pues 115 años de edad si viviera-, segundo de los tres hijos, Francesco, Ludovico y él mismo, de Giorgio Montini, diputado italiano y director de Acción Católica, y de Giudetta Alghisi, de aristocráticos orígenes.
 
            Estudia con los jesuitas en la escuela Cesare Arici, y en 1916 entra en el seminario de Brescia, ordenándose sacerdote en 1920. Concluye sus estudios en Milán con un doctorado en Derecho Canónico, y amplia sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana, en la La Sapienza y en la Academia Pontificia Eclesiástica. En 1922 entra en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, iniciándose en la nunciatura de Varsovia en 1923. Tras ser profesor de historia en la Academia Pontificia para diplomáticos, es nombrado sustituto de relaciones ordinarias por el Cardenal Pacelli, futuro Pío XII, con el que le une una excelente relación.
 
            Durante la Segunda Guerra Mundial despliega una activa presencia en el Departamento de Estado del Vaticano. A él cabe atribuir la creación de una Oficina de información para prisioneros de guerra y refugiados y la Pontificia Commissione di Assistenza, organización de asistencia de la que cuando sea Papa surgirá Caritas Italia. En 1944 es nombrado uno de los jefes del Departamento de Estado.
 
            En 1954 es consagrado Arzobispo de Milán, una de las posiciones que más papas ha brindado a la Iglesia, y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. El sermón de su consagración, emitido por radio, lo pronuncia desde la cama un enfermo Pío XII. Su elevación al cardenalato habrá de esperar, sin embargo, hasta el 15 de diciembre de 1958, ya papa Angelo Roncalli, Juan XXIII, quién además, lo incluye en la comisión preparatoria central del Concilio Vaticano II, en el que será miembro de la Comisión de asuntos extraordinarios.
 
            A la pronta muerte de Juan XXIII de cáncer de estómago sólo cuatro años después de asumir, Montini es elevado a la silla de Pedro el 3 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI.
 
            Pablo VI continúa el Concilio Vaticano II, abriendo la segunda sesión el 29 de septiembre de 1963, y realizando dos más, y clausurándolo el 8 de diciembre de 1965.
 
            El 14 de septiembre de 1965 establece el Sínodo de obispos como institución permanente de la Iglesia y órgano asesor del papado. Pablo VI que conocía bien la Curia, en la que había trabajado durante más de 30 años, la renueva en profundidad con su escrito Pontificalis Domus y otras constituciones apostólicas. Mediante el motu proprio Pontificalis Domus, suspende la mayor parte de los ceremoniales de nobleza en la corte papal, y abole la Guardia Palatina y la Guardia Noble, dejando la Guardia Suiza como único cuerpo militar vaticano. Revoluciona la elección papal mediante la constitución apostólica Romano Pontifici Eligendo, ordenando que sólo los cardenales menores de 80 años participen en los cónclaves. En el motu propio Ecclesiae Sanctae (1966) invita a los obispos a presentar su jubilación a los 75 años, requisito que extiende a los cardenales en 1970. En abril de 1969, aprueba el Nuevo Orden de la Misa, con muchas revisiones y sobre todo, el uso de las lenguas vernáculas. En 1964, crea la Secretaría para las religiones no cristianas, rebautizada luego como Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso.
 
            Pablo VI inaugurará una práctica que en adelante será consustancial al papado como es la de los viajes pastorales. Con sus diez viajes por el mundo, es el primer papa en visitar los cinco continentes. En el que realiza a Tierra Santa en 1964, se reúne con el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I, posibilitando la revocación en 1965 de los decretos de excomunión mutua lanzados en 1054 que habían originado el Cisma Ortodoxo. Viaja a Bombay para participar en el Congreso Eucarístico, a Bogotá, en 1965 a Estados Unidos, donde visita Naciones Unidas; en 1967 a Fátima para celebrar los cincuenta años de la primera aparición de la Virgen; en 1969 a Africa; y en 1970 a Filipinas donde el 27 de noviembre es objeto de un atentado. El número de embajadas extranjeras acreditadas en el Vaticano se duplica durante su pontificado. En un intento de entendimiento con los países comunistas, recibe al ministro de Asuntos Exteriores soviético Andrei Gromyko y al presidente de la Unión Soviética Nikolai Podgorny.

            Nunca visitó, sin embargo, España, con cuyo gobierno mantuvo unas difíciles relaciones, llegando a circular el rumor, al parecer infundioso, de que tenía un hermano muerto en nuestro país combatiendo en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil. Un proceso éste de nuestra guerra, a cuyo martirologio sí es un hecho cierto no prestó la atención que sí prestarán después sus sucesores.
 
            En cuanto a sus escritos, dedica la encíclica Ecclesiam Suam (1964) a la identificación de la Iglesia Católica con el Cuerpo de Cristo. El año 1965 es especialmente prolífico publicando la constitución pastoral Gaudium et Spes, en la que afirma que desvincula la Iglesia católica de toda forma de gobierno; la encíclica Mense Maio sobre la Virgen; y la Mysterium Fidei, sobre la fe. En 1967 publica la encíclica Sacerdotalis Caelibatus, en la que defiende el celibato sacerdotal, y la Populorum Progressio, donde expone los principios de la enseñanza social católica: salario justo, seguridad del empleo, condiciones de trabajo justas, derechos sindicales y a la huelga, y destino universal de los bienes y mercancías.
 
            Pero de sus ocho encíclicas, las más importante tal vez sea la Humanae Vitae de 25 de julio de 1968, en la que tras dos comisiones papales que investigan los avances de la ciencia sobre el control de la natalidad, reafirma la posición de la Iglesia sobre matrimonio y relaciones conyugales. La encíclica hallará el apoyo de la mayoría de los obispos, pero será muy criticada por otros, especialmente en Países Bajos, Canadá y Alemania.
 
            Pablo VI celebra seis consistorios entre 1965 y 1977, en los cuales promueve hasta 143 nuevos cardenales, continuando la política de internacionalización del cardenalato iniciada por Pío XII. De hecho, sus tres sucesores, a saber, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI los crea él cardenales.
 
            Será un gran practicante del ecumenismo eclesiástico con ortodoxos, anglicanos y protestantes, promoviendo reuniones y acuerdos históricos, y un gran devoto mariano, participando activamente en congresos marianos y reuniones mariológicas, visitando varios santuarios y dedicando al tema tres encíclicas. Durante el Concilio Vaticano II, nombra a María Madre de la Iglesia.
 
            Entre sus gestos destacan dos muy comentados. El primero, su famosa frase “por una fisura, el humo de Satán ha entrado en el templo de Dios”, que ha recibido múltiples interpretaciones. Y el segundo, su visita a la tumba del Papa Celestino V, quizás el Papa que ha realizado una abdicación más clara hasta que se produce la de Benedicto XVI, la cual hizo a muchos especular con la posibilidad de que estuviera pensándose el abdicar.
 
            Un asunto particularmente doloroso será el secuestro de su amigo de juventud Aldo Moro, dirigente de la Democracia Cristiana italiana, por las Brigadas Rojas, grupo terrorista muy activo en la Italia de los años 70 y 80, el cual, tras 55 días de cruel cautiverio, lo asesina. Pablo VI llega a escribir a sus secuestradores una carta que será muy criticada en algunos sectores. Visiblemente afectado, presidirá el funeral de su amigo en la catedral de San Juan de Letrán.
 
            El 14 de julio de 1978, Pablo VI abandona el Vaticano para dirigirse a la residencia veraniega de Castel Gandolfo, donde el 6 de agosto de 1978, a las 21:41 horas, entrega la vida a la edad de ochenta años. Es enterrado en la Basílica de San Pedro pero, según había pedido en testamento, “en tierra verdadera” , es decir, sin sepulcro. El 11 de mayo de 1993, Juan Pablo II abre su proceso de beatificación.
 
 
            ©L.A.
            Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día,
                o bien ponerse en contacto con su autor, .
 
 
 
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(haga click en el título si desea leerlos)
 
Del Papa Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, nacido hace cien años tal día como hoy
De católicos y ortodoxos: los intentos de reconciliación
Del primer papa hispanoamericano de la historia
De San Celestino V, el Papa que dimitió, en el día de su fiesta
De Juan Pablo II en la hora del muro de Berlín