Vivimos ya los últimos días del curso pastoral: exámenes, despedidas, pequeñas fiestas infantiles. Las catequistas de mi parroquia repartieron a cada niño un sobre cerrado, en cuyo interior iba una tarjeta de invitación. Los niños y niñas abrieron el sobre, emocionados, porque cada sobre llevaba escrito sus nombres y apellidos. Y encontraron este texto sorprendente:

Dios Padre:
el cielo.

En nombre propio y en el de mi familia, el Hijo y el Espiritu, tengo el honor de invitarte a la "Fiesta de la vida", que se celebra en la tierra todos los dias del año, desde que sale el sol hasta que se pone la luna. ¿Podrá venir y acompañarnos? Se ruega confirmación de asistencia. Siempre tuyo. Dios Padre".

Los niños aplaudieron de lo lindo. Y entendieron que el parque, la biblioteca, el cole, la casa, la salud, la familia, los amigos, los vestidos, la tele, el deporte, los juegos, el ordenador, y tantas cosas más... Y con todas esas cosas, Dios nos invita a una fiesta: ¡La Fiesta de la vida!
André Maurois, el gran escritor francés, persona de fe católica, sugería: "Es bueno empezar la jornada diario con una dosis de ternura que perfume las acciones de todo el día... hasta la noche".

Y el escritor Borges, comentando los versos de un poeta amigo, elogia su serenidad y su ternura, con estas palabras: "Respiran una serenidad y una ternura que encierran algo de lo divino". Dios nos convoca a todos a vivir nuestras vidas como una hermosa aventura de amor: fe, esperanza, bondad, generosidad, entrega sin reservas, mano extendida a todos como puente de amistad, sonrisa permanente, servicialidad a punto, fraternidad en todo momento. "Porque Tú nos hiciste para Tí, Señor, y nuestro corazón no estará tranquilo hasta que descanse en Ti".

Dios se nos va insinuando a lo largo de los días, suavemente, entre pétalos y lágrimas...