Para seguir a Jesús debemos despojarnos de la cultura del bienestar y de la fascinación de lo provisional”. Lo afirmó el Papa Francisco la mañana de este lunes 27 de mayo en la Misa en la Casa de Santa Marta.

 

El Santo Padre indicó que “las riquezas son un obstáculo” que “no hace fácil el camino hacia el Reino de Dios”. “Cada uno de nosotros tiene sus ‘riquezas’, cada uno”. Siempre existe una riqueza que nos “impide acercarnos a Jesús”. Todos “tenemos que hacer un examen de consciencia sobre cuáles son nuestras riquezas, porque nos impiden acercarnos Jesús en el camino de la vida”. El Papa Francisco se refirió a dos “riquezas culturales


Ante todo la “cultura del bienestar, que nos hace poco valientes, nos hace perezosos, nos hace también egoístas”. El bienestar, constató el Obispo de Roma, “nos adormece, es una anestesia”. Existe “otra riqueza en nuestra cultura”, una riqueza que nos “impide acercarnos a Jesús: es la fascinación de lo provisional”. “Estamos enamorados de lo provisional”. Las “propuestas definitivas” que nos hace Jesús “no nos gustan”. En cambio nos gusta lo pasajero, porque “tenemos miedo del tiempo de Dios” que es definitivo.

 

El Papa Francisco da en el clavo mostrando que aquello que tememos perder, es lo que más no aleja de Cristo. Los dos elementos que nos señala son aparentes, pero no por ello dejan de tener una gran fuerza en nuestra vida: bienestar y libertad. Son aparentes, porque en el fondo, el bienestar que tanto ansiamos no nos da la felicidad, más bien produce desesperación. La libertad, que tanto deseamos conservar, tampoco nos da la felicidad. Más bien nos esclaviza haciéndonos incapaces de comprometernos para siempre.

 

La sociedad occidental está basada en estas dos riquezas. El marketing nos vende productos a través de estas dos grandes mentiras y nosotros no dejamos de comprar esperando que alguna de estas compras, nos cambie la vida. La vida no la transforma nada que se compre. La vida se transforma en el momento de nos comprometemos y además, lo hacemos sin temor de “perder” el bienestar que teníamos.

 

Estas palabras del Papa Francisco son fácilmente transportables a la Iglesia. ¿Qué es lo que nos impide que nuestras comunidades sean comunidades vivas? Nos lo impiden dos riquezas que no deseamos perder: el bienestar de lo que ya disponemos y la falta de compromiso. En el primer caso nos encontramos con la pastoral estática o de mantenimiento. En el segundo caso, la huida de todo lo que conlleve mayor compromiso.