Hace unos días conté a mis contactos de Facebook cómo un cura, mientras charlábamos después de confesarme, me habló de lo difícil que es la vida, de que Dios nos conoce, y de cómo jamás nos deja solos. Esto fue lo que me dijo, grosso modo:
"La vida es difícil, a veces muy difícil. Hay malos momentos. Aquí (en el confesionario), te das cuenta de que la gente lo pasa muy mal, de que hay personas que viven situaciones muy duras, y que todos tenemos una vida complicada. Dios lo sabe. Por eso a veces nos enredamos, nos alejamos de Él, o hacemos daño a otros, o vivimos a medias, o nos hacemos daño. Pero cuando le pides perdón, no sólo te perdona, también te da más fuerzas, más energía y ganas nuevas. Le preocupan y le duelen tus problemas. Sólo espera que le pidas ayuda y Él te ayuda"

Hoy, ese mismo cura me ha escrito un email "para saludarte y saber cómo estás". Al rato me ha llamado mi director espiritual y hemos quedado para dentro de unos días.

Éste no es el efecto de que tengamos un nuevo Papa que nos hable de la misericordia de Dios a cada paso. Tampoco es el efecto de una campaña de márketing eclesial que lleven a cabo los curas para caer bien al personal. Éste es el efecto de que, de verdad, Dios es misericordia y nos toca el corazón, y hasta las rutinas más comunes de cada día, a través de las personas que se dejan hacer por él...


José Antonio Méndez