El ser humano siempre está ansioso de seguridad. Él no quiere equivocarse nunca, porque si se equivoca, fallan sus planes y esto le causa un perjuicio, tanto en el orden material como en el espiritual. Y para tener seguridad, para adquirir la seguridad de que uno da los pasos necesarios y acertados para no equivocarse, es necesario antes de dar el paso tener pleno conocimiento de lo que se va  a hacer.

            Evidentemente Dios no tiene estos problemas, no necesita tener seguridad, sobre nada y sobre nadie, porque su conocimiento es pleno tanto en el orden material como en el espiritual. El ve plenamente,  antes en el momento actual y en el futuro, porque sencillamente Él vive en la eternidad, antes de que cualquiera de nosotros hubiese sido concebido, ya sabía Dios todo acerca de nosotros, de nuestro pasado actual y de nuestro futuro, sobre el cual, ninguno de nosotros sabe nada, ni lo sabrá jamás, aunque derroche una fortuna en adivinos y agoreros, que los hay a cientos, tantos como ingenuos que los mantienen.

            En resumen, nuestra seguridad que tanto deseamos en todos los órdenes, nos falla siempre por una falta de conocimientos y para remediar esta falta de conocimientos el hombre no tiene otro medio más, que  la confianza y la fe. Y entonces uno se pregunta: ¿Cómo se puede adquirir la confianza en alguien o en algo? Este es el tema de que nos vamos a ocupar y para empezar diremos, que la confianza puede ser referida al orden de lo material, confianza en las personas o en alguna cosa, o al orden de lo espiritual, en cuyo caso nos estamos refiriendo a la confianza en Dios, que en síntesis es la fe.

            El DRAE, nos da dos acepciones, al término confianza y nos dice que, la confianza es: 1.- Esperanza firme que se tiene de una persona o cosa. 2.- Seguridad que uno tiene en sí mismo. La primera definición,  acude a la esperanza, que es una consecuencia de la confianza. Espera el que tiene confianza, el que carece de ella nunca espera. La segunda acepción me resulta mucho más ajustada, pues acude a lo que ya antes hemos dicho, referente a la seguridad. La confianza genera siempre seguridad. Para el Hermano marista Pedro Finkler: “La confianza es una certidumbre serena de no ser defraudados”. Dicho con otras palabras, es la confianza la que nos genera la seguridad.

            Y vamos a lo que nos interesa, a la fe, porque antes hemos indirectamente dicho, que la fe es una confianza en Dios, esa la clase de confianza que le demostró San Pedro al Señor, en el siguiente pasaje evangélico: Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse?. Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. (Jn 6,67-69).

            Y uno también aquí, no se pregunta: ¿Y qué es lo que le movió a San Pedro a dar esta respuesta cuando allí todo se estaba desmoronando?. La respuesta a esta pregunta nos la da el Señor mismo, cuando les dio a sus discípulos la fórmula para averiguar si hemos de confiar o desconfiar: “Guardaos de los falsos profetas: se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces, por sus frutos los conoceréis”. (Mt 7,15-20).
          Y es conveniente poner en consonancia este pasaje evangélico, con otro del evangelio de San Lucas que dice:
43 No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: 44 cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.45 El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”.(Lc 6,43-45).

            Como adquiriremos confianza en alguien o en algo. La frase mágica es: “… por sus frutos los conoceréis”. Como quiera que ninguno de nosotros, no somos adivinos, tenemos que generar nuestra confianza en alguien o en algo en función del pasado de ese alguien o ese algo, de tomar nota de sus antecedentes. En la vida laboral material, se utiliza el curriculum vitae de la persona para valorarla según sus anteriores trabajos, es decir, según los frutos que ha generado. La confianza hay que ganarla no puede ser  impuesta a nadie.

            La confianza en Dios, pasa lo que pase, es fundamental, a lo largo de toda la vida espiritual. Cuando ella se quiebra, es que se ha perdido lo fe. Jesús Urteaga, escribía diciendo: “Jesús nos enseña que todo el secreto de la vida interior consiste en luchar confiadamente en Dios, y en Santa María, que es la Madre de Dios”. Hay que resaltar la palabra “Confiadamente”, es decir, con fe absoluta en lo que Dios quiere de nosotros, sin indagar el por qué lo quiere, Él lo sabrá, y siempre sabe que es lo mejor para cada uno de nosotros. Que nuestra soberbia no nos lance a pedir cuentas y explicaciones”. 

            Coinciden muchos santos y exégetas de decir que: La falta de confianza en Dios es una de las causas, por las que más se paralizan los hombres, en sus relaciones con Dios y que les impide el avanzar más, en su amor al Señor. Por otro lado la falta de confianza en Dios subsiguientemente trae la falta de la esperanza. La madre Angélica manifestaba que: “La fe le exige a uno vivir en la oscuridad, seguir a alguien a quién no puede ver, y amar a alguien a quién no puede tocar. Para algunos esto es absurdo, para otros milagroso. Sin embargo para mí ha sido siempre una cuestión de confiar en la palabra de Dios”.          

            Manifestaba Jean Lafrance: “¡La confianza y nada más que la confianza! Es el único camino que llega al Amor. En la vida espiritual, no hay más que una sola cosa que temer; la falta de confianza en Dios. Nos desalentamos a menudo a causa de nuestras debilidades que nos humillan”.     Escribía San Juan de la Cruz, diciéndonos: “Dios nos da en la medida en que esperamos de Él”. La medida pues, de la providencia divina para nosotros, la señala el grado de la confianza que tenemos en ella. Para Jacques Philippe. Ahí radica el auténtico problema: muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado. Dios puede permitir que algunas veces nos falte el dinero, la salud, el talento, las virtudes, pero nunca nos faltará Él mismo su ayuda y su misericordia, y todo lo que nos permita acercarnos más estrechamente a Él, amarle más intensamente, amar mejor al prójimo y alcanzar la santidad.

            El Señor no nos abandonará jamás: “¿Puede acaso una mujer olvidarse del hijo que amamanta, no compadecerse del fruto de sus entrañas? ¡Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría!” (Is 49,15).       La carmelita descalza Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), escribía: “La confianza en Dios puede llegar a ser inamovible solo si se está dispuesto a aceptar todo lo que venga de la mano del Padre. Solo Él sabe lo que nos conviene. Y si alguna vez fuese más conveniente la necesidad y la privación que una renta segura y bien dotada, o el fracaso y la humillación mejor que el honor y la fama, hay que estar también dispuesto a ello. Solo así se puede vivir tranquilo en el presente y en el futuro”.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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