Pablo H. Breijo

- Una vez un sacerdote me dijo que en todas las canciones se habla de Dios. En todas, aunque sean ofensivas hay algo de Dios siempre. Sin quererlo o explicarlo podemos adaptar una canción a nuestra vida o la vida de alguna persona a la que conocemos.



Recientemente los cantantes Malú y Pablo Alborán publicaron un tema llamado “Vuelvo a verte”. Nadie diría que esta canción habla de la conversión al Cristianismo o volver a encontrarse con Dios. Quizá algunos digan que mi interpretación está “metida con calzador”.

Parte de la primera estrofa dice

“Se acabó, ya no hay más, terminó el dolor de molestar a esta boca que no aprende de una herida. He dejado de hablar al fantasma de la soledad. Ahora entiendo, me dijiste que nada es eterno”.

Se puede interpretar como una persona apartada de Dios marcada por el “dolor”, la “herida”, la “soledad” y el pensar que “nada es eterno”. Continúa esta primera estrofa haciendo saber que se puede ascender la montaña de superar el pecado.

“Y solo queda subir otra montaña, que también la pena se ahoga en esta playa”.

Y llega el momento del estribillo. Léanlo o cántenlo imaginando que están en una capilla frente a Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Es posible vivir una vida en la que el centro sea Dios, el Amor con mayúscula. Un Amor que no entiende ni de tiempo ni de espacio. Sólo Dios es lo importante.

 
“Y es que vuelvo a verte otra vez, vuelvo a respirar profundo y que se entere el mundo que de amor también se puede vivir. De amor se puede parar el tiempo, no quiero salir de aquí porque vuelvo a verte otra vez, vuelvo a respirar profundo y que se entere el mundo que no importa nada más”.

En el resto de estrofas -escuchen la canción- habla de “alma libre y sin cadenas” que se puede interpretar -saco de nuevo el calzador- como un alma sin pecado gracias al sacramento de la Confesión. No solamente de las canciones de cantantes explícitamente cristianos se vale Dios.


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