La Iglesia del mañana

Juan García Inza

            Se oyen muchas voces, generalmente críticas, sobre la Iglesia de hoy y del mañana. Nos fijamos mucho en la mota del ojo del hermano, y no vemos la viga que llevamos en el nuestro, dice Jesucristo. Hoy todo se critica, se juzga, se condena, y parece que es la Iglesia la que tiene la culpa de todo, incluido seguramente el resultado negativo de mi equipo de futbol. Ocurre como el mono de feria que se lleva todos los golpes, y alguno el encargado de la atracción. Hablamos sin pensar. Lanzamos la crítica sarcástica, la pedrada, y escondemos la mano para evitar la réplica. No aguantamos la corrección, pero sí nos consideramos suficientemente autorizados para lanzar huevos y pintura contra otros, especialmente a templos y clérigos.

            Decía no hace mucho un sacerdote que, cuando hay una revolución, los primeros que se la cargan son los curas. Y no le falta la razón. La Iglesia está siempre en el punto de mira de los resentidos, de los amargados, de los decepcionados por algún motivo que no han sabido juzgar con misericordia, digerir  y perdonar. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice el Señor.

            En un ambiente tan frío, tan despiadado, donde el corazón –el amor- no funciona, ¿qué podemos esperar? Desde luego una revisión a fondo, no para “refundar” la Iglesia que es eterna, sino para refundarnos a nosotros mismos. La Iglesia de hoy y del futuro ha de recuperar lo esencial, el puro Evangelio sin adornos, la fidelidad, la fraternidad… Que puedan decir como en los primeros tiempos “mirad como se aman”.  

 

 

"Es precisamente la demostración del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: '¡mirad cómo se aman!', mientras ellos se odian entre sí. ¡Mirad cómo cada uno está dispuesto a morir gustosamente por el otro!, mientras ellos están dispuestos, más bien, a matarse unos a otros.

 

El hecho de que nos llamemos hermanos lo toman como una infamia, sólo porque entre ellos, a mi entender, todo nombre de parentesco se usa con falsedad afectada. Sin embargo, somos incluso hermanos vuestros en cuanto hijos de una misma naturaleza, aunque vosotros seáis poco hombres, pues sois tan malos hermanos. Con cuánta mayor razón se llaman y son verdaderamente hermanos los que reconocen a un único Dios como Padre, los que bebieron un mismo Espíritu de santidad; que esperan una misma herencia; los que de un mismo seno de ignorancia salieron a una misma luz de verdad (...), los que compartimos nuestras mentes y nuestras vidas, los que no vacilamos en comunicar todas las cosas.

 

Todas las cosas son comunes entre nosotros, excepto las mujeres: en esta sola cosa en que los demás practican tal consorcio. En esto sólo rompemos la compañía, en que solamente la guardan los gentiles, los cuales no solamente usurpan las mujeres ajenas, sino que pacientísimamente brindan con las propias a sus amigos" (Tertuliano - Apologeticum #Capítulo 39 (Año 197 dC)

 

            La Iglesia del futuro, que ya ha comenzado, es la expresión del mandato del Señor¨: Amaos unos a otros…como Yo os he amado.

 

            Son proféticas las palabras de Benedicto XVI:


“La Iglesia de mañana será pequeña, y en gran medida tendrá que comenzar desde el principio. Ya no podrá llenar muchos edificios construidos en tiempos de esplendor. Junto con el número de fieles perderá muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará sobretodo como una comunidad a la cual se ingresa solo por una decisión voluntaria. Como comunidad pequeña exigirá mucho más la iniciativa de sus miembros. Seguramente adoptará nuevas formas en su ministerio y ordenará sacerdotes a cristianos probados profesionalmente. Será una Iglesia de una espiritualidad más profunda…Pero de esta Iglesia más espiritual y sencilla brotará una gran fuerza. Porque los hombres de un mundo completamente planificado padecerán de una soledad indecible. Cuando Dios desaparezca de sus vidas experimentarán su total y terrible pobreza. Así pues descubrirán la pequeña comunidad de creyentes como algo completamente nuevo, como una esperanza, como una respuesta que en lo oculto siempre estaban buscando”

Prof. Joseph Ratzinger, 1969

 

            Estas palabras nos llenan de esperanza y de responsabilidad. Debemos dar a la Iglesia la imagen auténtica de una familia unida, de un buen “rebaño” que sigue al Pastor, siendo fieles al camino marcado por el Maestro y Señor. Hay que abandonar experiencias insulsas, doctrinas y catecismos pueriles. A los niños hay que darles lo que puedan digerir sin faltar a la Verdad, y a los mayores, como dice San Pablo, doctrina sólida. Una de las enseñanzas fundamentales de la primera catequesis cristiana es la exigencia de conversión. Este hecho es lógico si se tiene en cuenta que ésa fue la exhortación primera de Jesús al anunciar el cumplimiento del tiempo de salvación y la cercanía del reino de Dios (Me 1,14-15), la tarea esencial encomendada por Jesús a sus discípulos cuando les envía de dos en dos (Me 6,12), así como el nervio de la misión apostólica descrita en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,38; 3,19; 5,31; 8,22; 11,18; 17,30; 20,21; 26,20). La conversión es, en efecto, «la exigencia fundamental que todo lo abarca, con la que los hombres entran en la presencia de Dios y por la que son llamados a responder al evangelio de Jesucristo, al mensaje de salvación de Dios en su hora»' (Juan ALONSO, Facultad de Teología Universidad de Navarra PAMPLONA).

            La Iglesia del mañana, que ya ha empezado hoy, será la de los cristianos que se tomen en serio su vocación, que vivan una plan de vida cristiano, que intenten santificar el trabajo y los ambientes en donde desarrollan su vida, que sean fieles al Evangelio, que amen la Eucaristía, que busquen el perdón en el Sacramento de la Penitencia, que vivan la fraternidad, que se formen bien en la Doctrina fiel al Evangelio y al Magisterio.

En definitiva: una Iglesia apostólica, que está en el mundo, y que ofrece un servicio caritativo haciendo el bien, ofreciendo amistad sincera, y que fomente los círculos (comunidades si queremos llamarlo así) de formación doctrinal, ascética y apostólica.

Para todo ello hay que ponerse manos a la obra, si es que todavía no lo ha hecho.

 

Nos dice San Josemaría Escrivá

¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!

Camino, 518

Medítalo con frecuencia: ¡soy católico, hijo de la Iglesia de Cristo! El me ha hecho nacer en un hogar “suyo”, sin ningún merecimiento de mi parte.

—¡Cuánto te debo, Dios mío!

Forja, 16

Querría —ayúdame con tu oración— que, en la Iglesia Santa, todos nos sintiéramos miembros de un solo cuerpo, como nos pide el Apóstol; y que viviéramos a fondo, sin indiferencias, las alegrías, las tribulaciones, la expansión de nuestra Madre, una, santa, católica, apostólica, romana.

Querría que viviésemos la identidad de unos con otros, y de todos con Cristo.

Forja, 630

Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: “llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!”

Surco, 344

Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: «multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una» —la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.

—Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración!

Forja, 632

Olvídate de ti mismo... Que tu ambición sea la de no vivir más que para tus hermanos, para las almas, para la Iglesia; en una palabra, para Dios.

Surco, 630

Si no tienes veneración suma por el estado sacerdotal y el religioso, no es cierto que ames a la Iglesia de Dios.

Camino, 526

La Iglesia del mañana ya existe, es esta, la que tenemos, pero necesita que la amemos y le ayudemos a poner siempre buena cara. Que puedan decir: Mirad como se aman.

Juan García Inza