Me lo decía la mujer de un querido cantante famoso del mundo cristiano, quien un día decidió seguir un buen consejo y dedicarse a producir a otros en vez de a sacar adelante sus propios discos. Su talento se multiplicó y sirve a muchísimos, gracias en gran parte a tener una gran productora al lado.

Y es que los mejores líderes son aquellos que sacan lo mejor de la gente y los llevan a lo máximo de su potencial sin hacerse ellos protagonistas, favoreciendo así el crecimiento además del lógico y natural recambio.

Yo cada vez estoy más convencido de que nuestra Iglesia actual está llena de héroes y de francotiradores, sin que a veces se distinga entre unos y otros.

Basta ver la vida de cualquier cura de pueblo para admirarse de la fe y la perseverancia que se necesita hoy en día para sacar adelante su ministerio contra viento y marea en medio de una serie de parroquias que son de todo menos una comunidad para el sacerdote que las asiste.

Son tiempos arduos en los que lo más difícil es ver la jugada, tener visión de conjunto y poder discernir la voluntad de Dios en medio del ajetreo del día a día.

Mi sensación, cada vez más creciente, es que nadie tiene tiempo para hacer de entrenador, de coach, ni de productor de la gente que está en primera línea de batalla. Y tenemos gente muy valiosa y entregada, absolutamente admirable, pero que difícilmente dejaran de ser heroicos francotiradores si nadie les ayuda a ganar perspectiva de lo que están haciendo.

Porque todos somos ramas de un solo tronco, Jesucristo, y la jugada que toca hacer hoy en día incumbe a la Iglesia entera, pues como miembros de un cuerpo que somos tenemos una vocación y una misión común en medio del mundo.

Pero confiamos demasiado en las estrellas del equipo de fútbol, y olvidamos que hoy día más que nunca hacen falta entrenadores, gente que pueda ver la jugada más allá de un trabajo concreto en una parroquia, una asociación, una comunidad o un movimiento.

Me dirán que los sacerdotes hacen eso en la dirección espiritual, y es cierto….los que tienen tiempo para hacerla y recibirla porque en los tiempos que corren, con la escasez de sacerdotes que tenemos, apenas les sobra tiempo entre celebración y celebración para correr de un pueblo a otro, y así no se puede cuidar a la gente.

Con todo y con eso, ¿quién cuida a los sacerdotes?, ¿quién cura a los líderes de Iglesia de sus heridas?, ¿quién se preocupa de que los agentes de pastoral crezcan personalmente? En el fondo vivimos comunidades cristianas un tanto desconectadas, sumergidas en el anonimato de la celebración dominical.

Y a veces pasa lo que decía Jorge Valdano en una frase lapidaria: aquí todo el mundo va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío.

San Pablo lo entendió muy bien cuando bajó a Jerusalén a que Pedro y los demás confirmaran lo que estaba haciendo, no fuera a ser que el apóstol estuviera haciendo la batalla por su cuenta…y eso aun cuando se le había aparecido el mismísimo Jesucristo.

Y es que no se trata de ser líderes, ni esforzados pelagianos, sino de ponernos en sintonía con el Espíritu Santo y la Iglesia, para poder realizar una labor que no es nuestra, que no es otra que el hágase tu voluntad que rezamos en el padrenuestro todos los días.