Este pasado sábado hizo mi hijo mayor la Primera Comunión. Con este motivo leímos juntos unos días antes algunas anécdotas relacionadas con la Sagrada Eucaristía. Son éstas:

Napoleón, cautivo en Santa Elena, preguntó un día a los generales que le rodeaban cual creían que había sido el día más grande de su vida. Recordaron ellos el de su elevación al trono, el de   las principales victorias alcanzadas… Pero Napoleón al final les dijo conmovido “El día más hermoso de mi vida fue el de mi Primera Comunión”.  Mientras que algunos generales mostraban su extrañeza ante esta declaración, al general Drouot- impresionado- se le saltaron las lágrimas. Napoleón entonces le puso la mano en el hombro y le dijo: “¡Bravo Drouot! sois el único que me habéis comprendido”.

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El célebre músico Gounod fue un día a visitar a un amigo cuyo hijo había recibido la primera comunión. Aprovechó la ocasión el padre para decir al niño:”Hijo mío, este amigo nuestro ha compuesto ese precioso canto a la Virgen que has escuchado cuando te acercabas a comulgar (se refería al conocidísimo Ave María). Ahora que te ha bendecido Dios y el señor cura, pídele a él que te de su bendición”. Iba el niño a arrodillarse ante Gounod pero el maestro, con voz vibrante, le dijo “No hijo no. No eres tú quien se ha de arrodillar sino más bien yo. Tú que llevas en tu pecho a Dios eres el que me ha de bendecir a mi”. Y el gran maestro en medio de la calle se descubrió la cabeza, se arrodillo a los pies del chico y tomándole la manecita se la levantó como para bendecirse con ella. El pobre niño quedó sorprendido, miró a su padre y vio que a éste le brillaban los ojos de emoción. 

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Marceau, comandante de marina, era un hombre terrible ante quien todos temblaban. Y comulgaba diariamente, por eso murmuraban de él muchos de sus subordinados. Un día que llegaron a sus oídos estas murmuraciones reunió a todos sus hombres  sobre el puente y les dijo: “Sé lo que pensáis y decís de mi. Ya sé que soy rudo y a veces hasta brutal. Y pensáis que un hombre que comulga como yo debería ser de otro modo. Pero sabed que yo me porto como me porto precisamente por la Comunión porque si no comulgase con frecuencia el primer día sería capaz de echaros a todos por la borda sin vacilar”.    

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El Papa Pio X recibió un día en audiencia a una señora que llevaba consigo a un niño  de cuatro años. El papa acariciándole le preguntó “¿Cuántos años tienes?”, “Cuatro -respondió la madre- dentro de dos o tres hará la primera Comunión”. El papa preguntó al niño con cariño “¿A quién se recibe en la Sagrada Comunión?”. “A Jesucristo”-dijo prontamente el niño-  “¿Y quién es Jesucristo?”. “¡Jesucristo es Dios! -dijo el niño con igual presteza-. Entonces el Papa volviéndose  a la madre le dijo: “Traédmelo mañana y yo mismo le daré la primera Comunión”.

Cuatro encantadoras anécdotas que retratan mejor que cualquier catequesis el valor, el misterio, las consecuencias y la maravillosa verdad que encierra el Santísimo sacramento que Cristo nos dejó.

A grandes… y pequeños.

Porthos

(1) Estas anécdotas están extraídas de la obra “Verdad y Vida” del P. Ramón de Muñana S.J. y han sido seleccionadas por un buen amigo mío en un precioso y breve folleto dedicado a la Sagrada Comunión.