Cuando el agua se vuelve loca

Hemos pasado, y estamos pasando, en parte del sur de España todo un episodio trágico. Por las zonas del sur siempre imploramos agua. La sequía es la amenaza constante por nuestra situación geográfica. El agua está mal repartida, y la tierra siempre está sedienta. El hombre del sur  se las ha ingeniado toda la vida para hacer producir a la tierra el máximo con el mínimo. Cada gota de agua cuenta. Estamos muy cerca del desierto, y el sol nos reseca cada verano. Pero el agricultor del sur tiene la arte de sacar de las entrañas de la tierra los frutos mas valorados en cualquier parte del mundo.

            A veces, como ha ocurrido hace unos días, el cielo se desborda, y el agua que siempre hemos suplicado viene toda junta, se vuelve loca. Y los campo se convierten en un mar ingrato. Los cultivos se ahogan, y los pueblos se inundan. He podido presenciar la catástrofe de extensas poblaciones que han perdido todo: casas inundadas, enseres malogrados, calles anegadas, y la sensación de desamparo e impotencia por no saber que hacer. Niños y adultos miraban al cielo implorando piedad y socorro.   Muchísimos voluntarios y organismos oficiales han acudido al grito de desesperado. Las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad del estado han estado, y siguen estando ahí. Mientras haya un vecino necesitado no se vuelven a sus cuarteles. Un ejemplo de civismo, de solidaridad, de humanidad.

            Esta situación me ha hecho reflexionar, y he sacado mis conclusiones. Los hombres pecamos fácilmente de soberbia, de prepotencia, de autosuficiencia… En la prosperidad tenemos la tentación del endiosamiento. Queremos hacerle la competencia a Dios. El demonio tienta a Eva diciéndole que serán como dioses. Y esto le deslumbró y dieron el paso a ocupar un terreno que no era el suyo. Dios los corrigió seriamente. En tiempo de Noé el pueblo le plantó cara a Dios. Solamente una familia se mantuvo en su sitio y se libró del diluvio universal. Los de Babel quisieron hacer una torre para ponerse a la altura del cielo, y Dios confundió sus lenguas. Y así discurre toda la historia sagrada.

            A Jesucristo se lo quitaron de en medio porque hacia el bien y le echaba en cara a los fariseos y sus secuaces su condición de sepulcros blanqueados.  “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está muy lejos de mí”. Y así en toda la historia de la humanidad. Y Dios permite fuertes correctivos, pero el arrepentimiento dura poco. Volvemos a las andadas de nuestra soberbia.

            Estas catástrofes que hemos vivido, y seguimos viviendo, nos deben hacer pensar que no podemos plantar cara a Dios. Y el dinero, la vivienda, los vehículos, las cuentas corrientes, el poder social y político, la inteligencia, la diversión, la técnica, el deporte, etc. tiene un valor relativo. Cualquier enfermedad, un accidente, una riada, etc. puede trucar nuestra vida en un instante. Han aumentado los homicidios, los suicidios, los atentados contra la dignidad humana, la ruptura de matrimonios y familias, los escándalos contra los niños, los vicios que están minando la mente y el alma de los jóvenes, los abortos… Y Dios Padre tiene que corregir a sus hijos, a toda la humanidad.

            Conviene recordar este pasaje evangélico: Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo;  no te es lícito llevar tu lecho.

11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor (Jan 5,10-14).

            No lo olvidemos. Dios es Todopoderoso. Quiere nuestro bien eterno, aunque deba permitir, como buen Padre, que suframos de momento un poco para que el alma recupere la Gracia. Muchos no lo entienden, pero es así. Líbranos del mal, decimos en el Padrenuestro. Hágase Tu Voluntad en la tierra como En el cielo.

Juan. garciainza@gmail.com