He borrado lo que había escrito sobre una cuña perdida en un programa de radio nocturno que invitaba a participar en un festival de tapas eróticas en Fuengirola.

Alguien me ha hecho ver que estaba cayendo de hoz y coz en fijarme, como el usurero más Scrooge que se pueda imaginar, en algunas cosas no tan positivas que he oído en COPE, mientras abandonaba otras, como la cobertura del viaje del Santo Padre a Santiago y Barcelona.

Pido disculpas a sus profesionales y a sus directivos, por no haber sido lo suficientemente ecuánime. He fallado en esta ocasión en muchas cosas, desde las profesionales (elevando, por ejemplo, a categoría la anécdota) hasta en las cristianas, haciendo un zoom inmisericorde sobre la paja de un ojo ajeno mientras me pongo las gafas de rompetechos con mis propias vigas.

Le he confesado a mi interlocutor que no hace mucho he vivido una experiencia de perdón sincero que ha sido muy importante. No contaré si pedí perdón o fui perdonado. Pero en aquella ocasión se me hizo claro como el día que si pedir perdón es muy bueno, concederlo es un bien mucho mayor. Por eso es atributo de Dios ser Misericordioso.

Agradezco el ejercicio de caridad fraterna que hoy he vivido. No se crean, que me han sacado los colores y al principio me he resistido. Pero como se nos dice en el Evangelio de san Juan: La verdad os hará libres.

Si este episodio ha servido para que alguien tenga la bondad de recibir mi petición de perdón y aceptarla, todos habremos ganado. Y seguro que Dios se alegra en su eternidad.


PD: Queridos lectores: Tratándose de un escrito de rectificación y para no magnificar una polémica que entiendo cerrada por el perdón cristiano pedido y aceptado, he decidido quitar los comentarios relativos a este artículo.
Muchas gracias por su comprensión.