Francisco nombré este viernes arzobispo de Santiago de Chile al capuchino español Celestino Aós Braco, de 74 años, a quien ya había designado administrador apostólico de la diócesis el pasado 23 de marzo, sustituyendo al cardenal Ricardo Ezzati.

Monseñor Aós es natural de Artaiz (Navarra) y licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona. Hizo sus votos perpetuos como franciscano en 1967 y fue ordenado sacerdote en 1968. Desde 1983 ejerce su ministerio en Chile, con destinos, entre otros lugares, en Viña del Mar y Valparaíso. Fue ecónomo provincial de los capuchinos de Chile, promotor de Justicia en el tribunal eclesiástico de Valparaíso y juez del tribunal archidiocesano de Concepción. En 2014, Francisco le designó como obispo de Copiapó, donde cesó cinco años después para incorporarse a la diócesis capitalina.

El Papa nombró también a Luis Fernando Ramos Pérez, quien el 2 de enero cumplirá 61 años, arzobispo de Puerto Montt. Actualmente era uno de los obispos auxiliares de Santiago. Es ingeniero forestal por la Universidad de Chile y cursó sus estudios eclesiásticos en Santiago. Fue ordenado sacerdote en 1990 y continuó sus estudios en Roma, donde se doctoró en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana, con especialidad en las Sagradas Escrituras. Desde 1999 a 2007 trabajó en la Curia vaticana, en la Congregación para los Obispos. A su regreso desempeñó diversos cargos docentes y en 2011 entró a formar parte del consejo nacional de prevención de abusos de menores de edad y Acompañamiento de las víctimas, creado en el 2011 por la conferencia episcopal chilena. En 2014, Francisco le nombró obispo auxiliar de Santiago. Desde 2018 era también administrador apostólico de Rancagua.

Monseñor Ramos es también secretario general de la conferencia episcopal chilena.

Con estos dos nombramientos en las sedes vacantes, quedan cubiertas las cinco archidiócesis chilenas: Antofagasta, La Serena, Santiago, Concepción y Puerto Montt. Francisco va completando así una profunda remodelación de la Iglesia chilena, que padece una profunda crisis por los casos de abuso a menores, que alcanzó su cenit en mayo de 2018, cuando el Papa forzó a todos los obispos a presentar renuncia a sus sedes.

Nada más llegar a Santiago como administrador apostólico, en su primera homilía en la catedral monseñor Aós pidió a Dios "la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo", así como la "sabiduría" de "aceptar con serenidad las críticas y las contradicciones”.

“De un modo especial", añadió, "atenderemos y serviremos a los que sufren el atropello a su dignidad de persona, resultado de los abusos y delitos absolutamente injustificables y absolutamente intolerables por parte de clérigos. No bastan retoques de maquillaje. Necesitamos reformas y cambios profundos. Cambios que parten del corazón de cada uno de nosotros, que tiene que buscar la verdad y la justicia para ser cada día más misericordiosos”.

La Iglesia chilena ha sufrido un grave descrédito por la entidad de estos abusos (dos obispos eméritos fueron expulsados del estado clerical) y su encubrimiento sistemático, lo que se ha traducido en una caída de casi veinte puntos en el porcentaje de chilenos que se confiesan católicos, del 73% al 55%. La realidad, sin embargo, es la de un país que sigue siendo mayoritariamente católico: un 67% de los más de seis millones de la archidiócesis de Santiago, y un 72% de los 400.000 habitantes de la archidiócesis de Puerto Montt, en el sur del país.