Martes, 15 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Pablo Cervera y la verdad según Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino, en la tabla de Carlo Crivelli.
Santo Tomás de Aquino, en un detalle de la tabla que pintó Carlo Crivelli en 1476 para el altar de la iglesia de Santo Domingo en Ascoli Piceno (Marcas, Italia). Hoy se conserva en la National Gallery de Londres.

por Eudaldo Forment

Opinión

Hace algunos años leí el texto de Aproximación al concepto de verdad en Santo Tomás de Aquino (Cor Iesu), que constituyó la tesis de licenciatura en Filosofía de su autor, dono Pablo Cervera, en el Angelicum. Abelardo Lobato, su director, me había hablado muy bien de ella, y ciertamente pude comprobar que era una excelente investigación. Recomendé, por ello, a este fiel discípulo del conocido y apreciado padre Lobato, que la publicara. Por diversos motivos, probablemente por la preparación de numerosos libros, que aparecieron en los años siguientes y por su constante y múltiple actividad editorial, se aplazó el que se diera a la imprenta. Es hoy una satisfacción para mí, que aparezca lo que se puede considerar su primer libro, y especialmente que me haya invitado a escribir su prólogo.

Portada de 'Aproximación al concepto de verdad de Santo Tomás de Aquino'.

Quiero comenzarlo con una precisión sobre su título, porque una segunda lectura me ha revelado que es más que una «aproximación» a la doctrina de la verdad que «nadie puede pensar que la verdad no existe, porque si pudiese no existir, se seguiría que la verdad existe, ya que si la verdad no existe es verdadero que no existe la verdad» (De veritate, q.10, a.12, ob. 3).

Comenta el Dr. Cervera en este libro: «Atacar la existencia de la verdad es sostener la verdad. No es éste un ejercicio de lógica o dialéctica entre dos interlocutores. El hablar, el decir, solo tiene sentido implicando la afirmación del ente en cuanto que es. El ente se revela en el pensamiento que se adecua a aquel. La afirmación de este primer principio, constitutivo del pensamiento objetivo, se impone por sí misma frente a todo relativismo y fenomenismo».

Ciertamente la afirmación de la existencia de la verdad invalida el agnosticismo, que limita y considera insuperable el conocimiento de la realidad metafísica. Ignora así el ser de las cosas, y todo lo que funda; el alma con su inmortalidad; la ley moral; y la existencia de Dios. También desautoriza el relativismo, que sostiene que el conocimiento no proporciona la verdad absoluta, sino que toda verdad es subjetiva o que depende de la historia o de la cultura, y que, por tanto, siempre será parcial.

El segundo es sobre la naturaleza de la verdad. Advierte nuestro autor que la verdad no solo es trascendente, sino también «trascendental». El concepto de verdad se identifica plenamente con el del ente y con los demás trascendentales. La verdad despliega la faceta del ente de la conveniencia a ser conocido. La verdad trascendental, o entitativa es, por tanto, la conveniencia o adecuación del ente al entendimiento. De manera que en su conveniencia o respectividad al entendimiento, el ente aparece como verdadero, en cuanto apto y adecuado a ser entendido.

Notaba Francisco Canals, de cuyo magisterio oral y escrito se ha beneficiado Pablo Cervera —tal como lo reconoce agradecido en la obra—, que el Aquinate afirmaba que «la entidad de la cosa precede a la razón de verdad, mientras que el conocimiento es como un efecto de la verdad» (De Verit, q.1, a.1, in c.). El conocimiento queda definido como efecto de la verdad trascendental. En la aptitud del ente, causada por su mismo ser, a poder ser entendido, se constituye esencialmente el conocimiento intelectual.

Como consecuencia, si se negase la naturaleza propia del entendimiento, se negaría el concepto de verdad de Santo Tomás. En realidad, es una aguda incursión en ella, que permite comprender muy bien tres aspectos esenciales de la misma. El primero es sobre la existencia de la verdad. Santo Tomás afirma que la proposición la «verdad existe» es evidente para el entendimiento de hombre. Muestra la necesidad de afirmar la existencia de la verdad por la misma coherencia del pensar, al argumentar: «Es evidente que existe la verdad, porque quien niegue su existencia concede que existe, ya que si la verdad no existiese sería verdad que la verdad no existe, y claro está que si algo es verdadero, es preciso que exista la verdad» (Summa Theologica, I, q.2, a.1, ob.3). Tal es la vinculación del pensar con el conocimiento de lo que algo es —negación que no es posible—, y a la vez se afirmase que el ente es, no se podría entonces sostener que el ente es verdadero. Al negarse el efecto de la verdad, el entendimiento, ya no es posible tampoco afirmar de manera consistente su causa, la verdad entitativa.

Esta relación entre la verdad y el conocimiento lleva a un segundo significado de la verdad, como «término del conocimiento» o «aquello a que tiende el conocimiento» (S. Th., q.16, a.2, in c.), a manifestar lo que las cosas son. Se indica así que el entendimiento es un ente, posee la verdad trascendental, es un verdadero entendimiento, y, por tanto, debe ser conforme con la realidad.

La verdad que está en el entendimiento se fundamenta, por ello, en la verdad entitativa. Sin embargo, «el pensamiento y la palabra son verdaderos, porque las cosas son y no porque son verdaderas». Por consiguiente, «el ser de la cosa y no su verdad causa la verdad en el entendimiento» (S. Th., q.16, a.1, ad 3). El ser, acto primero y fundamental del ente, perfección suprema y origen de todas sus perfecciones y así perfección constitutiva de la actualidad de la esencia y de su verdad entitativa, es la causa de lo verdadero del entendimiento.

Por ser la entidad el fundamento primero y originario de la verdad, puede darse, un tercer significado de verdadero. En esta acepción la verdad significa simple y absolutamente la entidad. Verdadero, en este nuevo sentido es el ente. Esta verdad, en sentido fundamental, no es la trascendental ya que no añade al concepto de ente la aptitud para ser entendido, sino que únicamente nombra la entidad con su esencia y ser. Se designa aquello sin lo cual la verdad carecería de fundamento y sentido, pues lo verdadero sería la mera aptitud para ser entendido, sin ninguna realidad. Como nota el Dr. Cervera, con este sentido fundamental, afirmó San Agustín que «verdadero es lo que es» (Soliloquios, II, 5); y también que Jaime Balmes, con esta definición, comienza El Criterio, obra destinada a enseñar a pensar o juzgar bien, o de acuerdo con la realidad, con la verdad.

Un tercer aspecto de la doctrina de la verdad, en la que insiste el autor de esta monografía, es en la relación de la verdad con la metantropologia, tal como denominaba Abelardo Lobato a la antropología fundada en la metafísica. La investigación de Pablo Cervera ratifica la tesis fundamental de la antropología lobatiana, expresada en estas palabras: «El hombre ha nacido para la verdad y la verdad es como el fin del universo en su búsqueda, y, por tanto, en su posesión está la perfección humana. No hay valor humano fuera de la verdad. No cuentan en definitiva las apariencias, ni los fenómenos, sino en cuanto son signos que vienen de la verdad o que llevan a ella. La verdad del ser del hombre es su medida» (Abelardo Lobato, Dignidad y aventura humana, 255).

Confiesa Pablo Cervera, en la Introducción del libro, que con este estudio inició sus «primeros pasos filosóficos». El tiempo ha demostrado que iban muy bien dirigidos con la luz de Santo Tomás y bajo la guía de sus excelentes maestros tomistas Francisco Canals y Abelardo Lobato. Podría decirse que todas las numerosas obras que ha ido publicando se han relacionado con la verdad, o más concretamente con la Teología de la verdad, cuyo principio fundamental serían las palabras que le dijo Cristo al apóstol Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).

Al comentarlas explicaba el Aquinate que: «El camino es el mismo Cristo; y por esto dice “Yo soy el camino” (Jn 14,6). Lo cual tiene, sin duda, una suficiente razón: puesto que por Él mismo tenemos acceso al Padre, como se dice en Rom 5,2 (“por Él mediante la fe tenemos la entrada en esta gracia, en la cual estamos firmes”) (…) Más como este camino no está distante del término, sino conexo, añade “la verdad y la vida”, y así simultáneamente es el camino y el término. Es el camino según su humanidad, es el término según su divinidad».

La consideración de la doble naturaleza de Cristo, humana y divina, unidas en una única persona, la del Verbo, le lleva a inferir que «de este modo, según que es hombre dice “yo soy el camino”, y según que es Dios añade “la verdad y la vida”, por lo que las dos palabras indican adecuadamente el término de este camino».

Lo hacen porque este final o «término de este camino es el fin del deseo humano, pues el hombre desea principalmente dos cosas. En primer lugar, el conocimiento de la verdad, que es algo propio del mismo. En segundo lugar, la continuación de su ser, que es algo común con los demás».

A los dos fines se llega por el mismo camino, que se identifican, porque «Cristo es el camino para llegar al conocimiento de la verdad, cuando, sin embargo, él mismo es la verdad: “Guíame, Señor, en tu camino, y andaré en tu verdad” (Sal 85,11). Cristo también es el camino para llegar a la vida, cuando, sin embargo, él mismo es la vida: “Me hiciste conocer los caminos de la vida” (Sal 15,11)».

El inicio del camino, la gracia de Cristo; el mismo camino, su humanidad instrumento de su divinidad; y su final, Dios, que es la verdad y la vida; los tres son Cristo. «Por esto, en el término de este camino se designa la verdad y la vida, que ya más arriba de este versículo se había dicho de Cristo. Primero que Él es la vida, al decirse “en Él estaba la vida” (Jn 1,4); después que “era la luz de los hombres” (Jn 14,1), pues la luz es» (In Evangium Ioannis, c. 14, lec. 2).

Solo me queda, por un lado, recomendar la lectura de Aproximación al concepto de verdad de Santo Tomás de Aquino, libro que de un modo muy claro, ordenado y sugerente, presenta la doctrina de la verdad de Santo Tomás de Aquino, que merece ser conocida especialmente en nuestros días, tan críticos y problemáticos, que parecen ser fruto de la «apostasía de la verdad» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 675). Por otro, felicitar a su autor, don Pablo Cervera, por la publicación de este nuevo libro, y agradecerle su amable invitación, que me honra, a escribir estas líneas, que solo han presentado algunos de los valores de esta obra, que, sin duda, podrá descubrir y agradecer todo lector de la misma.

Eudaldo Forment Giralt es catedrático jubilado de Metafísica de la Universidad de Barcelona y académico ordinario de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás de Aquino.

Este texto es su prólogo a Aproximación al concepto de verdad en Santo Tomás de Aquino de Pablo Cervera, que reproducimos por cortesía de la editorial Cor Iesu.

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