Viernes, 08 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿El Cuerpo de Cristo?

Sacerdote elevando la Sagrada Forma.
Nos hemos acostumbrado demasiado al milagro de la Eucaristía... Foto: Parroquia Santuario Nuestra Señora de Alborada / Cathopic.

por Luciana Rogowicz

Opinión

Posiblemente escuchamos la alusión “el cuerpo de Cristo” varias veces en nuestra vida, algunos como creyentes, otros sólo de oído. ¿Pero llegamos a comprender realmente el enorme misterio de estas palabras? ¿Nos damos cuenta del tesoro que tenemos en este mundo?

Muchas veces pedimos milagros, o estamos en busca de ellos, y quizás por mirar hacia “allá”, perdemos de vista el milagro que tenemos diariamente en nuestra vida, en nuestro mundo, todos los días: el cuerpo de Cristo, presente en la eucaristía

Durante la misa, cada vez que el sacerdote repite las palabras que dijo Jesús en la última cena:

Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi cuerpo,
que será entregado por ustedes…

No por arte de magia sino porque Dios así lo prometió, “yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20), ocurre este maravilloso milagro, donde Dios se hace presente, en un sencillo pan.

Hay también cientos de otros motivos por los cuales lo hace. Relaciones muy estrechas con el judaísmo, rituales y sacrificios descriptos en el Antiguo Testamento, donde se ven las profundas raíces judías de la eucaristía

Como judía desde la “cuna”, y católica desde la adultez, no crecí teniendo esta cercanía tan grande con Dios, de modo material, con Su presencia real en la eucaristía. Y cada día ansío por conectarme cuerpo a cuerpo con Él, recibirlo materialmente allí y sentir en mi cuerpo ese abrazo espiritual que nos da.

Roy Schoeman, otro judío en su mayor parte de la vida, y también de más grande catolico, da un ejemplo simple y muy claro. Si una persona que no tiene agua corriente nos visita en nuestra casa y nos ve por ejemplo en la cocina, lavando verdura, o la vajilla, probablemente se sorprendería de la forma en que damos por hecho este acontecimiento, o no nos damos cuenta del valor que tiene tener este recurso en nuestra vida cotidiana. La forma en que nos simplifica la vida, la higiene, y un montón de tareas.  Para nosotros, al haber crecido con este medio hizo que muchas veces lo demos por sentado.

Lo mismo ocurre muchas veces con las personas que toda su vida vivieron con “el cuerpo de Cristo” presente en sus vidas. Desde chicos les enseñaron que allí está Dios, y que se entrega por nosotros y que lo pueden recibir en sus cuerpos cuando quieran,  desde la primera comunión. Y así, sin darse cuenta, se acostumbraron a vivir con este milagro.

Es normal que nos pase esto. Y por eso también la Iglesia nos brinda fiestas solemnes, como la del Corpus Christi, donde nos recuerda que lo que tenemos en nuestras vidas es para celebrarlo, que no es común, no hay que darlo por hecho. 

Como mencionaba en el artículo La presencia real de Dios en el mundo, Dios conoce nuestra esencia, nuestra interioridad, nuestras debilidades, fortalezas, anhelos, conoce absolutamente todo. Y nos creó como seres materiales, con cuerpo. No somos sólo espíritu, sino que somos también cuerpo. Podríamos decir que somos un cuerpo espiritualizado

Y como seres corporales nos comunicamos y expresamos a través de nuestros sentidos. No nos alcanzan sólo los pensamientos y conocimientos intelectuales sino que manifestamos nuestra afectividad e intimidad por medio del cuerpo. Las palabras no nos alcanzan.

Y Dios, en este amor tan profundo que tiene por nosotros, nos entregó su cuerpo, nos lo entrega en cada Eucaristía. Entregar el cuerpo es el mayor acto de donación que podemos hacer para expresar intimidad con el otro. Y Jesús nos da su cuerpo, su alma y su divinidad para relacionarse con nosotros íntimamente y para que así podamos tener Vida, compartir esta Vida de abundancia, participar de la Vida Trinitaria

En cada Eucaristía nosotros lo recibimos a él, pero, como dice San Juan Pablo II, es Él quien nos recibe a nosotros. 

Por eso ir a misa no es para nada como rezar en casa. Ir a misa es participar en la actualización del misterio pascual y compartir la máxima intimidad que podemos tener con Dios, cuerpo a cuerpo, una entrega y expresión mutua de amor.

Que nunca subestimemos este milagro cotidiano que tenemos. Del Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de los paisajes más maravillosos y avasallantes que existen, de las estrellas, de la luz, del agua, de todo el universo. Quien en esa eterna inmensidad se hace pequeño y se pone, a través del pan, literalmente en nuestras manos, confiándonos el Don más grande que un ser humano puede recibir. Y se entrega, cada día, una y otra vez en cuerpo, como ese signo indeleble de su amor por cada uno de nosotros

Publicado en el blog de la autora, Judía y Católica.

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