El padre Raniero Cantalamessa, cardenal: una vida al servicio de la Palabra de Dios
[El sacerdote y teólogo Pablo Cervera Barranco tiene la gentileza de ofrecer en primicia a los lectores de Religión en Libertad su prólogo a la edición completa de "Los misterios de la vida de Cristo", del padre Raniero Cantalamessa, de próxima publicación. El padre Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia desde 1980, ha sido nombrado cardenal por el Papa Francisco este 25 de octubre.]
La cosa empezó «como por casualidad». La mirada retrospectiva de los años hace ver en todo la Providencia divina. Era otoño de 1987. Acababa de llegar yo a Roma, a los pocos días de ordenarme sacerdote, para proseguir mis estudios teológicos y filosóficos en la Ciudad Eterna. Iba a ser capellán de las religiosas Angélicas donde, hasta ese momento, había estado un amigo sacerdote de Valladolid, que con el tiempo me embarcaría en grandes «líos editoriales» para la gloria de Dios [1]. Antes de despedirse de Roma me regaló dedicado un pequeño librito del padre Cantalamessa, al que yo no conocía en absoluto por entonces: Il mistero del Natale. Me aconsejó vivamente que leyera sus libros. Entonces me indicó otro libro, no de espiritualidad, fruto de sus predicaciones, sino un tratado bíblico-histórico-litúrgico sobre la Pascua: La Pascua della nostra salvezza [2]. Este trabajo se remontaba a la época académica del hoy predicador de la Casa Pontificia: a sus investigaciones doctorales y a sus clases como profesor de Historia de los orígenes del cristianismo, en la Universidad Católica del Sagrado Corazón [3], de Milán y a sus años como miembro de la Comisión Teológica Internacional.
El librito mencionado me sirvió enseguida como lectura espiritual para prepararme a vivir el tiempo de Navidad. Quedé impactado y fascinado. Había un aire fresco de novedad (que no de esnobismo ni de moda) en aquellas páginas. El autor, con gran fidelidad a la Escritura, introducía en los Cánticos de la Navidad y disponía al espíritu para vivir ese tiempo tan entrañable: el Magníficat, el Gloria in excelsis Deo, el Nunc Dimittis de Simeón. Además del dominio escriturístico (suele dialogar con lo más granado de la exégesis contemporánea), el autor brindaba de vez en cuando un diálogo con grandes de la cultura: poetas, filósofos, literatos… (Kierkegaard, Claudel, Péguy, Dante, Bernanos, Pascal...). Era algo que entraba muy a fondo en la perspectiva de que yo quería que fueran mis estudios: hondo conocimiento y reflexión sobre las fuentes pero con dimensión evangelizadora y diálogo con la cultura de nuestro tiempo. A ello, naturalmente, se unía un gran conocimiento de los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente (Ireneo, Orígenes, Ambrosio, Agustín, Gregorio de Nacianzo, Gregorio de Nisa, Atanasio, Basilio, Cirilo de Jerusalén…), fruto indudable de los años de estudio previos a la cátedra académica mencionada. El sano talante ecuménico también se hacía ver en sus páginas [4]. Por todo ello leer a nuestro autor es zambullirse desde los orígenes hasta hoy en el rico cauce de la tradición eclesial.
Pasó el tiempo, fui conociendo más y más la producción de nuestro autor. Otro amigo, sacerdote burgalés y compañero del Colegio Español de San José de Roma, puso en mis manos los comentarios a la liturgia de los domingos publicados en Italia por Città Nuova [5] (estos no han sido traducidos en castellano). Esto me permitió, además de aprender italiano para mis homilías dominicales, seguir creciendo y apreciando más al padre Cantalamessa.
Ahora no recuerdo claramente el momento ni las circunstancias en que pasé de lector a traductor (en muchos casos, y en otros a revisor de traducciones ajenas) de cada obra que salía del padre Cantalamessa [6]. Mi lema interior al respecto ha sido siempre: si este libro me ha hecho bien también podrá hacer bien a otros muchos. En realidad, esto que acabo de decir lo fui madurando como fruto de algunas conversaciones con el gran patrólogo jesuita padre Antonio Orbe († 2003), al que tanto aprecié y del que tanto recibí. Un día comentó en conversación, no sé a propósito de qué: «Don Pablo (así se dirigía a mí), cuanto más universal es el bien, más divino es». La expresión me sonó porque la había leído en la Constituciones de la Compañía de Jesús.
Junto a esta anécdota vital, otra no menor. Mi maestro, el padre Abelardo Lobato, O.P., decía que en el saber humano somos como enanos a hombros de gigantes. Traté de buscar la cita en la obra de Santo Tomás de Aquino, aunque no la encontré. Encontré su origen, en cambio, ¡cuando traduje el libro del padre Raniero Cantalamessa, cuyo título es precisamente ¡A hombros de gigantes [7]!, donde el predicador de la Casa Pontificia recoge el origen de este pensamiento medieval. «Somos —decía Juan de Salisbury— como enanos sentados sobre los hombros de gigantes, de modo que podemos ver más allá y más cosas que ellos, no por la agudeza de nuestra mirada o por la altura del cuerpo, sino porque somos levantados muy en alto y somos elevados a una altura gigantesca» [8].
Me he «divertido» (= distraído) un poco, que diría Santa Teresa de Jesús. Retomo el hilo. Por eso, si el bien había sido particular en mí, intentaría universalizarlo traduciendo obras en otras lenguas para que ese bien fuera divino. Junto a ello pensaba que, si lo hacía con grandes autores [9], en el fondo me montaría sobre sus hombros en la espera de ver horizontes que en mi pequeñez ni se me pondrían al alcance. Nuestra generación, como las siguientes, se sube a hombros de la humanidad precedente, de sus sabios, y acumula y aprovecha todo ese saber anterior y mira hacia horizontes nuevos.
Durante los últimos años el padre Raniero ha tenido a bien pedirme que le tradujera las predicaciones dirigidas a la Casa Pontificia en los tiempos de Adviento y Cuaresma y algunas veces para predicaciones en países hispanos o dirigidas a la Renovación Carismática [10]. Quería asegurar la calidad y fidelidad de las traducciones que luego aparecen en Internet. Siempre he agradecido esa deferencia y confianza, y lo hago con sumo gusto por ser yo el primer beneficiado.
El trabajo de traducción de Los Misterios de la vida de Cristo ha sido arduo por el volumen del libro. He pretendido ser, ante todo, muy fiel al autor y, en la medida de mis posibilidades y saberes, presentar un texto que se lea con agilidad y con calidad literaria. No ha sido fácil llegar, por fin, a la publicación de esta obra. Desde hace más de quince años llevo detrás del padre Cantalamessa queriendo publicar todos los «misterios de la vida de Cristo» en un solo volumen que sea una gran herencia para la posteridad del predicador que más tiempo ha durado en la historia al frente de este ministerio en la Casa Pontificia. Solo hace poco «dio su brazo a torcer». La desgraciada y triste desaparición de la editorial Edicep, de Valencia, (porque ciertamente ha sido una pérdida inmensa para el panorama editorial católico español), que contaba en su catálogo con varios de estos «misterios» y otras obras del autor, ha precipitado que el padre Raniero aceptara finalmente este deseo de tantos años. Con inmenso gozo y premura he dedicado cinco meses (muy bien empleados, por cierto) a la tarea esperando, querido lector, que sea de mucho fruto, porque de eso se trata: «No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el gustar de las cosas internamente» (San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 2).
En honor a la verdad debo dedicar este tesón al primero que me empujó para conseguir este proyecto: el padre Fernando Domingo, ocd, director de Monte Carmelo, gran apóstol del libro religioso, y del cual tanto aprendí y recibí. Ahora su sucesor en la dirección editorial, el padre Pedro Ángel Deza, ocd, ha acogido con prontitud y generosidad este ofrecimiento.
La obra incluye las referencias en español a las publicaciones que el predicador pontificio cita en otras lenguas. Así mismo he incluido notas propias indicando al lector otras obras en las que el padre Raniero toca, quizá más ampliamente, lo expuesto en este libro. Creo que eso enriquecerá al lector para proseguir conociendo y alimentándose de la gran riqueza teológica-espiritual de nuestro autor.
El padre Raniero ha sido predicador de la Casa Pontificia elegido para la tarea por San Juan Pablo II, confirmado en la misma por Benedicto XVI y nuevamente confirmado por el Papa Francisco. Nunca un predicador pontificio se dirigió a tantos Papas y durante tiempo tan prolongado: 40 años prácticamente, con unos 320 sermones. Y no solo ha predicado a Papas, sino también a todo el colegio cardenalicio reunido en dos cónclaves para la elección papal [11] (de los que luego saldrían Benedicto XVI y Francisco como sucesores de Pedro) [12]. Al respecto, una de las traducciones más emocionantes para mí, por el contenido y las circunstancias, fue Esto es mi cuerpo. Comentario al «Adoro te devote» y al «Ave verum». Eran las últimas predicaciones del padre Cantalamessa al Papa San Juan Pablo II, quien quiso seguirlas, incluso desde el Hospital Gemelli (tal como me lo confesó el padre Raniero en aquellas fechas).
Por mi parte, no tengo más que una gran palabra de agradecimiento hacia el padre Raniero Cantalamessa. En España no hemos podido beneficiarnos de tantos sábados de televisión en la RAI 1 y en prime time de una predicación que ha acercado el evangelio a millones de personas a través de la pequeña pantalla [13]. Su capacidad comunicadora es inmensa y queda multiplicada por las posibilidades que le brinda su conocimiento de tantas lenguas: italiano, francés, inglés, español y alemán. En 70 países, en todos los continentes, han podido escuchar su predicación.
En un texto algo provocador ha apelado a que los obispos destinen a sacerdotes como predicadores sin que estos sean el resto que queda tras elegir a los destinados «para los estudios académicos, para el gobierno, para la diplomacia y para la formación de los jóvenes» y otras necesidades diocesanas [14]. Hace años tampoco podíamos escucharle los Viernes Santos en San Pedro. Luego lo solucionaron las transmisiones televisivas en directo. A título personal puedo decir que aquellos Viernes Santo en que, por estudiar en Roma, me podía acercar a los Oficios en la Basílica de San Pedro, su predicación no dejaba indiferente y tocaba profundamente el corazón. Pequeño en estatura, casi invisible desde la entrada de la Basílica y, sin embargo, atronador en su voz profética y ungida. La riqueza espiritual, la fuerza de su palabra ungida por el Espíritu, puede meditarse con inmenso provecho en su obra más reeditada en lengua española (16 ediciones) y que, como tal, solo existe en español: La fuerza de la cruz [15].
La próxima publicación de Los misterios de la vida de Cristo (4 vols.) por la Editorial Monte Carmelo es el mejor testamento que nos puede dejar en lengua española. Con esa intención lo publicamos.
Grazie, «caro padre».
P.S.
Del P. Raniero Cantalamessa, el autor del este artículo ha recibido esta nota con ocasión de la próxima publicación del libro anunciado Los misterios de la vida de Cristo:
«Me alegra que este trabajo mío salga a la luz ahora en edición española, la primera íntegra y, en este sentido, nueva y más rica incluso respecto de la edición original italiana que carece de algunas partes añadidas posteriormente. Para un autor no hay fortuna más grande que encontrar un traductor competente y fiel. Yo he tenido esta suerte gracias a Pablo Cervera Barranco. Él ha sido mucho más que un simple traductor; ha sido también un promotor de mis escritos. Que un escritor de libros de espiritualidad, como es Pablo Cervera mismo, emplee tanto de su tiempo por promover libros ajenos es un ejemplo de extraordinaria humildad y signo de que se pone la difusión de la Palabra por encima del instrumento a través de la cual tiene lugar. Que Dios recompense tanto esfuerzo y fatiga haciendo que muchos puedan beneficiarse de este libro en la lengua para mí tan querida de Cervantes y de Juan de la Cruz.
»Un sincero gracias también a la editorial Monte Carmelo que en estos años, no fáciles para la industria editorial católica de todo el mundo, ha querido reservar un lugar tan relevante en su catálogo a los libros de espiritualidad de un autor italiano, y esto en un país, España, donde la espiritualidad cristiana ha tenido quizás su máximo esplendor».
[1] Él fue «culpable» indirecto de que me ocupara de la edición español del libros M.I. Rupnik, La Capilla «Redemptoris Mater» de Juan Pablo II (Monte Carmelo, Burgos 2001), la colección Sicar (Biblia y espiritualidad) que dirigí durante varios años en la Editorial San Pablo, de los libros en español del padre Tomás Spidlik, S.J., a cuyas clases también asistí por su consejo…
[2] Al paso de los años, recuerdo que robando horas del sueño, tuve la alegría de traducirlo y verlo publicado en España. Cf. La Pascua de nuestra salvación (San Pablo, Editorial 2006, 2ª ed., 2007).
[3] La editorial de esta Universidad recogió los trabajos científicos más destacados del autor en el volumen Dal kerigma al dogma. Studi sulla cristología dei Padri (Vita e Pensiero, Milán 2006).
[4] No es casualidad que varias de sus obras toquen los temas más destacados del diálogo ecuménico. Por ejemplo, en los Ejercicios Espirituales y escritos basados en la Carta a los Romanos. Cf. La vida en el Señorío de Cristo (Edicep, Valencia 1988); La vida en Cristo (PPC, Madrid 1997); Las primicias del espíritu: sobre el capítulo VIII de la «Carta a los romanos» (Paulinas, Madrid 2012). Pero lo que es realmente sorprendente y hace ver lo en serio que asume este aspecto del Concilio Vaticano II es que ¡haya dedicado a los protestantes su libro sobre la Virgen María!: «A los hermanos Protestantes de quienes tanto he recibido, también en la tarea de escribir este libro sobre la Virgen». Cf. María, espejo de la Iglesia (Edicep, Valencia 1998) 5. Véase también Con Cristo en el tercer milenio. Hacia una evangelización en clave ecuménica (Burgos, Monte Carmelo 2004).
[5] La Parola e la Vita. Riflessioni sulla parola di Dio delle domeniche e delle feste dell'anno, 3 vol: Anno A, Anno B, Anno C (Città Nuova, Roma 1979, 9ª ed., 2001).
[6] Fruto de ese hobby apostólico han sido todas estas traducciones: Esto es mi cuerpo. Comentario al «Adoro te devote» y al «Ave verum» (Editorial Monte Carmelo, Burgos 2006, 4ª ed., 2013); La Pascua de nuestra salvación. Las tradiciones pascuales de la Biblia y de la Iglesia primitiva (Madrid, San Pablo, 2ª ed., 2007); Las bienaventuranzas del evangelio (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2008); Ven, Espíritu creador. Meditaciones sobre el Veni Creator (Burgos, Monte Carmelo 1999, 2ª ed., 2008); Tu palabra me da vida (Editorial Monte Carmelo, Burgos 2009); El alma de todo sacerdocio (Editorial Monte Carmelo, Burgos 2010); Pascua: un paso hacia lo que no pasa (Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2ª ed., 2010); Eros y ágape. Las dos caras del amor humano y cristiano (Editorial Monte Carmelo, Burgos 2011); La subida al monte del Dios vivo (Editorial Monte Carmelo, Burgos 2011); Creo en Jesucristo (Monte Carmelo, Burgos 1991, 3ª ed., 2013); La fuerza de la cruz (Monte Carmelo, Madrid 2013); A hombros de gigantes (Monte Carmelo, Burgos 2015); La fuerza de la cruz (Burgos, Monte Carmelo 2002, 16ª ed., 2019); Madre Teresa: una santa para los ateos y los casados (Burgos, Monte Carmelo 2018). Además he revisado El misterio de la transfiguración (Burgos, Monte Carmelo 2003); Con Cristo en el tercer milenio (Burgos, Monte Carmelo 2004); Tu palabra me da vida (Burgos, Monte Carmelo 2009); El niño que llevaba el agua. Una vida al servicio de la Palabra (Monte Carmelo 2015); Francisco de Asís. El genio religioso y el santo (PPC, Madrid 2019), otro libro que he traducido, que tanto bien me ha hecho, y que se suma al bello retrato sobre su fundador, el Poverello de Asís, que publicó hace un lustro: Enamorado de Cristo: el secreto de Francisco de Asís (Zenit Books, Columbia: MD 2014). El más reciente de los dos bucea en las fuentes franciscanas con gran dominio y profundidad.
[7] Monte Carmelo, Burgos 2015.
[8] Bernardo de Chartres, en Juan de Salisbury, Metalogicon, III, 4: CCCM 98, 116.
[9] He traducido muchos años al padre Cantalamessa, al cardenal Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, a los jesuitas Tomaš Špidlík, Marko I. Rupnik, Albert Vanhoye, Jean Galot, Hugo Rahner y otros grandes teólogos como Lucien Cerfaux y Elio Sreccia.
[10] El aspecto neumatológico de la predicación de nuestro autor capuchino es más que notable, así como la perspectiva neumatológica de su planteamiento cristológico que recoge siempre y se puede ver de manera significativa en Los misterios de la vida de Cristo, 4 vols. (próxima publicación en Ed. Monte Carmelo). Sobre el Espíritu Santo debemos destacar algunas predicaciones dirigidas a la Renovación Carismática Católica como El soplo del Espíritu (Edicep, Valencia 1998) o La sobria embriaguez del Espíritu (Servicio de Publicaciones de la R.C.C.E., Madrid 2 2010). Otras las ha dirigido a sacerdotes: Ungidos por el Espíritu Santo: para llevar la buena nueva a los pobres (Edicep, Valencia 1993) que recoge uno de los grandes retiros mundiales que Cantalamessa ha predicado a obispos y sacerdotes a veces con una presencia de 5500, como en Filipinas, el 27 de enero de 2010, o 1500 en México, cinco meses antes. Notable es su largo, denso y rico comentario al Veni Creator, fruto de tres años de predicaciones a San Juan Pablo II, y que en la edición española está prologado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Ven, Espíritu creador. Meditaciones sobre el Veni Creator (Burgos, Monte Carmelo 1999, 2ª ed., 2008). Muy recientemente: «La Renovación Carismática Católica (RCC) es «una corriente de gracia para toda la Iglesia».
[11] Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis introdujo una novedad respecto a Cónclaves anteriores. En las Congregaciones (reuniones) previas al Cónclave se debe decidir «confiar a dos eclesiásticos de clara doctrina, sabiduría y autoridad moral, el encargo de predicar a los mismos Cardenales dos ponderadas meditaciones sobre los problemas de la Iglesia en aquel momento y la elección iluminada del nuevo Pontífice; al mismo tiempo, quedando firme lo dispuesto en el n. 52 de esta Constitución, determinen el día y la hora en que debe serles dirigida la primera de dichas meditaciones» (13d). Nuestro autor, junto con el padre Tomáš Špidlík fueron los encargados de desempeñar dicha tarea antes del Cónclave del que saldría elegido Benedicto XVI.
[12] Es muy iluminadora la entrevista realizada por el destacado periodista italiano Aldo Maria Valli, en la que el autor abre de par en par la ventanas de su mente y su corazón. Ha sido recogida y publicada en El niño que llevaba el agua. Una vida al servicio de la Palabra (Monte Carmelo 2015): «Yo no he hecho otra cosa durante toda mi vida que llevar el agua de la Palabra de Dios» (p.10).
[13] El libro Querido padre (Burgos, Monte Carmelo 2003) recoge decenas de cartas y testimonios de gentes de toda clase, formación y edad que revelan el inmenso bien y consuelo que les hizo llegar el padre Cantalamessa con su programa televisivo Las razones de la esperanza a lo largo de los años 1994-2010: ¡16 años, cosa de no poca monta! Entre estos testimonios es especialmente impactante el de un arrepentido de la mafia (pp. 251-252).
[14] Cf. El misterio de Pentecostés, capítulo 2, número 2: El oficio de la predicación.
[15] Burgos, Monte Carmelo 2001, 16ª ed., 2019. Desde su primera edición en español el editor añade anualmente, en sucesivas ediciones, las ulteriores predicaciones de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro. Esto hace que anualmente la obra esté actualizada. El original italiano existe en dos volúmenes y, con todo, no están actualizados como lo está la edición española.
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