Arte contra Dios
Renunciando a lo maravilloso e inagotable de la pura expresión artística, exhiben sus complejos
por Raúl Mayoral
El Ministerio de Cultura de la URSS organizó en tiempos de Stalin un concurso para premiar el mejor proyecto artístico consistente en un monumento a Tchaikovsky. El galardón se concedió a un escultor que había presentado una obra muy original: Stalin escuchando embelesado las melodías del genial compositor ruso. Lo extraño es que a la muerte del artista, el dictador era aún adolescente. Bajo el barniz de la estética, de encantos efímeros y falsos, el comunismo engendró un arte mecanizado y gregario. Al oponerse a la trascendencia, el comunismo cercenó el florecimiento de las más puras actividades artísticas. Bajo su tiranía todo arte lo era de tesis.
Hoy prolifera un tipo de arte contemporáneo que suscita la eterna polémica: la creación artística ¿es expresión de talento y recta humanidad o ideología al servicio del totalitarismo? ¿Sentimiento de libertad o disfraz de la mentira y calumnia? Representar la religión con símbolos de guerra o violencia es un disparate. Algunos, a falta de destreza, optan por el bullicio para lograr protagonismo.
El arte ha contenido a veces dosis de crítica y reprobación. Lope de Vega en su teatro o Velázquez en su pintura, lanzaban dardos envenenados contra la sociedad de la época. Pero de manera refinada y exquisita. Sin degradación ni infamia. El arte cuando humilla deja de serlo. Se convierte en adocenamiento. Algunos que se llaman artistas siguen obsesionados por la propaganda. A falta de gracia y galanura albergan renco en sus espíritus, descienden a lo pueril e incurren en la ingenuidad y exageración del recurso. Renunciando a lo maravilloso e inagotable de la pura expresión artística, exhiben sus complejos y se recluyen en el recinto de lo morboso. Su producto es manufactura para mentes de cierto primitivismo. No queda más que rezar por ellos.
Hoy prolifera un tipo de arte contemporáneo que suscita la eterna polémica: la creación artística ¿es expresión de talento y recta humanidad o ideología al servicio del totalitarismo? ¿Sentimiento de libertad o disfraz de la mentira y calumnia? Representar la religión con símbolos de guerra o violencia es un disparate. Algunos, a falta de destreza, optan por el bullicio para lograr protagonismo.
El arte ha contenido a veces dosis de crítica y reprobación. Lope de Vega en su teatro o Velázquez en su pintura, lanzaban dardos envenenados contra la sociedad de la época. Pero de manera refinada y exquisita. Sin degradación ni infamia. El arte cuando humilla deja de serlo. Se convierte en adocenamiento. Algunos que se llaman artistas siguen obsesionados por la propaganda. A falta de gracia y galanura albergan renco en sus espíritus, descienden a lo pueril e incurren en la ingenuidad y exageración del recurso. Renunciando a lo maravilloso e inagotable de la pura expresión artística, exhiben sus complejos y se recluyen en el recinto de lo morboso. Su producto es manufactura para mentes de cierto primitivismo. No queda más que rezar por ellos.
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