El conocimiento sapiencial de Dios
Ha sido noticia estos días el libro de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, titulado Dios. La ciencia. Las pruebas, que como un tsunami ha vendido 220.000 ejemplares en el país galo. Su enfoque ha sido describir los últimos avances de la ciencia de forma racional, para llegar a la conclusión de que Dios existe. En España otro libro, escrito por José Carlos González-Hurtado presidente de EWTN, y titulado Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios (Voz de Papel), describe, entre otros, el impacto que produjo el descubrimiento del Big Bang en la comunidad científica y cómo algunos científicos agnósticos pasaron a ser creyentes.
Ambos libros son apologéticos y ayudan a comprender cómo la ciencia muestra al Creador, en una actualización de las cinco vías de Santo Tomás. Todos utilizan la causa-efecto para mostrar que hay efectos en el universo que tienen una causa primera.
Lo más destacable es el interés que han suscitado tanto en Francia como en España, siendo la comprobación fehaciente del interés que existe en el fondo del corazón de los humanos por aquello que parecía ya superado en el siglo XXI.
La fe es un conocimiento de las realidades sobrenaturales que otorga Dios. Es decir, es un don gratuito que inhiere en el conocimiento personal, no en la inteligencia.
La inteligencia conoce mediante la abstracción del objeto y así conocemos el universo y avanzamos en el conocimiento científico. Pero ¿es el conocimiento racional el único conocimiento humano?
Planteada así la cuestión, parece que hay una contraposición insalvable entre la fe y la razón. Pero si miramos a los primeros capítulos del Génesis, podemos leer que Adán hablaba directamente con Dios y que junto a Él puso nombres a las plantas y a los animales; conocía a Dios. Sin embargo, después del pecado original Adán y Eva se ven desnudos y se esconden de su Creador. Ya no Le conocen.
Cuando Salomón responde a la oferta de Yahvé pidiéndole sabiduría, Dios alaba esa petición. Salomón no Le ha pedido lo que sería razonable, sino lo que le permite tratar con mayor conocimiento y verdad a su Creador. Como Adán y Eva antes del pecado: el conocimiento de sabiduría.
En nuestra cultura occidentalm el conocimiento abstractivo ha ido creciendo y sustituyendo al conocimiento sapiencial. La sabiduría es el conocimiento que nos ha dado Dios para conocerle a Él.
La propuesta de Benedicto XVI es que Dios es persona. Pero añade que “existe un límite a ese uso de la razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Él es Sujeto y se manifiesta solo en la relación de persona a persona: eso forma parte de la esencia de la persona” (Discurso en la entrega del primer Premio Ratzinger, 30 de junio de 2011).
La respuesta a la pregunta anterior es que sí podemos conocer a Dios y amarlo con la sabiduría, porque podemos establecer relaciones personales con Él. Pero a Dios no podemos conocerlo con la sola razón. Con ella sólo llegaremos a saber que hay causas que se nos escapan.
Que la ciencia o la belleza del universo nos hablen del Creador no implica una conversión, aunque pueden facilitarla creando una predisposición o apertura; el encuentro con una Persona, sí.
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