Sínodo: el cisma ya no es tabú
El Sínodo ordinario sobre la familia dice que se ocupa de pastoral, pero en realidad se ocupa de doctrina. Todos dicen que la doctrina no se toca y que hay que hablar de problemas pastorales, pero después temen un cisma; cisma que no nace nunca de la pastoral, sino de los aspectos doctrinales de la pastoral.
por Stefano Fontana
Cisma. En los últimos días esta palabra ha salido varias veces de la boca del cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y de la boca del cardenal Kasper, autor de la famosa relación de febrero de 2014 a los cardenales en la que se proponían soluciones pastorales y disciplinarias para la admisión a la Eucaristía de los divorciados que se han vuelto a casar.
Ambos han hablado de cisma a propósito de la relación entre doctrina y pastoral. El primero ve peligro de cisma en el hecho de que la pastoral dé pasos hacia adelante que sean contrarios a la doctrina; el segundo, lo ve en el hecho de que ya hoy la praxis de los cristianos no es conforme a la doctrina, como por ejemplo en la moral sexual. En ambos casos se ve que la pastoral es, en sí misma, un gran problema doctrinal. El Sínodo ordinario sobre la familia dice que se ocupa de pastoral, pero en realidad se ocupa de doctrina. Todos dicen que la doctrina no se toca y que hay que hablar de problemas pastorales, pero después temen un cisma; cisma que no nace nunca de la pastoral, sino de los aspectos doctrinales de la pastoral. Es inútil confundir las cosas: el desafío es doctrinal.
Desde el punto de vista periodístico podríamos plantearlo así: ¿cuántas probabilidades hay de que el cardenal Caffarra y el cardenal Kasper, sentados el uno delante del otro en una misma mesa, se entiendan? No elijo estos dos cardenales como jefes de dos partidos, sino como grandes teólogos y, aún mejor, como símbolos de dos visiones teológicas. Y no pregunto si sus posiciones podrían converger; me pregunto sencillamente si podrían comprenderse. Intentando responder a esta simple pregunta se ve con claridad la división en el planteamiento teológico que hay hoy dentro de la Iglesia.
A propósito del sacramento del matrimonio, el cardenal Caffarra habla de "vínculo ontológico". Pero el adjetivo "ontológico" es incomprensible para Kasper, para el que hay situaciones existenciales de vida y no estados ontológicos. Pero entre las situaciones existenciales no hay nunca oposición, sólo diferencia; mientras que en las condiciones ontológicas puede haber contradicción.
La diferencia no es pequeña. En el primer caso un divorciado que se ha vuelto a casar no está en contradicción absoluta con el sacramento del matrimonio que celebró anteriormente; en el segundo caso, sí. En el primer caso, la pastoral de la misericordia intenta llegar a la persona más allá del estado objetivo de pecado en el que se encuentra. En el segundo caso, la misericordia no podrá prescindir de la verdad objetiva del bien y, negativamente, del mal. En el primer caso no conocemos plenamente el pecado, si lo hay, al estar envuelto en la complejidad y complicación de la existencia; en el segundo caso, el hombre conoce el propio pecado porque es capaz de conocer y de conocerse más allá de los fenómenos de la existencia.
La posición de Caffarra dice que no es posible acceder a la Eucaristía permaneciendo en la situación de pecado causada por la convivencia adúltera nacida del segundo matrimonio. Pero la posición de Kasper tendría mucho que discutir sobre la propia posibilidad de conocer una situación objetiva independientemente de la implicación subjetiva; y en cualquier caso, no aceptaría que el adulterio fuera definido, abstractamente, como pecado. Para Caffarra el adulterio es un caso de intrinsece malum, es decir, es una acción equivocada y no se debe cometer nunca. Pero Kasper negaría el concepto de acción intrinsecamente mala, pues la encontraría abstracta y "ahistórica", residuo de la idea de ley moral natural que él ya no siente como propia del hombre contemporáneo. Es inútil decirle lo que hay escrito en la Veritatis splendor de Juan Pablo II, porque tiene una visión histórica tanto de la revelación como del magisterio y pertenece al grupo de quienes siempre han contestado esa encíclica.
Hasta aquí algunos ejemplos de incomprensión y tal vez de incomunicación. A menudo los hombres de Iglesia hablan hoy dos lenguas distintas. Y no sólo en los vértices de la Iglesia, sino también entre el pueblo. ¿Cisma a la vista? No lo sé. ¿Cisma latente? Tal vez. Ciertamente, es algo muy preocupante.
Si a propósito del Sinodo se lee el último número de la revista Anthropotes del Pontificio Instituto de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia de la Universidad Lateranense y después se lee el último número de la revista Teologia de la Facultad Teológica de Italia del Norte, también dedicado a los temas del Sínodo, uno se encuentra ante dos mundos distintos, incluso opuestos. Si se lee La Civiltà Cattolica o Aggiornamenti Sociali se ven dos revistas alienadas como en una batalla y sosteniendo con determinación la tesis de Kasper. En estos casos a menudo se dice que lo pide la libertad de la investigación teológica. Pero a menudo es también una excusa.
Por consiguiente, el Sínodo no atañe sólo a la familia, al matrimonio o a la pastoral de los divorciados que se han vuelto a casar. En él entran en juego temas como la naturaleza y la gracia, los fundamentos de la moral, la relación entre ley antigua y ley nueva, los dogmas y su historicidad, la sacramentalidad de los sacramentos, el pecado, la verdad y el bien, etcétera. Entran en juego los temas de la fe y de la doctrina católica. Todos ellos. Por todo esto el Sínodo puede ser explosivo; en parte esta fase preparatoria ya lo ha sido. Por lo tanto, pensar que está dirigido sólo a la pastoral es engañoso y erróneamente tranquilizador: ¿qué peligro puede causar -pueden pensar algunos- un enfrentamiento sobre los métodos pastorales? Pero si ustedes les preguntan al cardenal Kasper y al cardenal Caffarra qué es la pastoral recibirán dos respuestas opuestas.
Artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
Ambos han hablado de cisma a propósito de la relación entre doctrina y pastoral. El primero ve peligro de cisma en el hecho de que la pastoral dé pasos hacia adelante que sean contrarios a la doctrina; el segundo, lo ve en el hecho de que ya hoy la praxis de los cristianos no es conforme a la doctrina, como por ejemplo en la moral sexual. En ambos casos se ve que la pastoral es, en sí misma, un gran problema doctrinal. El Sínodo ordinario sobre la familia dice que se ocupa de pastoral, pero en realidad se ocupa de doctrina. Todos dicen que la doctrina no se toca y que hay que hablar de problemas pastorales, pero después temen un cisma; cisma que no nace nunca de la pastoral, sino de los aspectos doctrinales de la pastoral. Es inútil confundir las cosas: el desafío es doctrinal.
Desde el punto de vista periodístico podríamos plantearlo así: ¿cuántas probabilidades hay de que el cardenal Caffarra y el cardenal Kasper, sentados el uno delante del otro en una misma mesa, se entiendan? No elijo estos dos cardenales como jefes de dos partidos, sino como grandes teólogos y, aún mejor, como símbolos de dos visiones teológicas. Y no pregunto si sus posiciones podrían converger; me pregunto sencillamente si podrían comprenderse. Intentando responder a esta simple pregunta se ve con claridad la división en el planteamiento teológico que hay hoy dentro de la Iglesia.
A propósito del sacramento del matrimonio, el cardenal Caffarra habla de "vínculo ontológico". Pero el adjetivo "ontológico" es incomprensible para Kasper, para el que hay situaciones existenciales de vida y no estados ontológicos. Pero entre las situaciones existenciales no hay nunca oposición, sólo diferencia; mientras que en las condiciones ontológicas puede haber contradicción.
La diferencia no es pequeña. En el primer caso un divorciado que se ha vuelto a casar no está en contradicción absoluta con el sacramento del matrimonio que celebró anteriormente; en el segundo caso, sí. En el primer caso, la pastoral de la misericordia intenta llegar a la persona más allá del estado objetivo de pecado en el que se encuentra. En el segundo caso, la misericordia no podrá prescindir de la verdad objetiva del bien y, negativamente, del mal. En el primer caso no conocemos plenamente el pecado, si lo hay, al estar envuelto en la complejidad y complicación de la existencia; en el segundo caso, el hombre conoce el propio pecado porque es capaz de conocer y de conocerse más allá de los fenómenos de la existencia.
La posición de Caffarra dice que no es posible acceder a la Eucaristía permaneciendo en la situación de pecado causada por la convivencia adúltera nacida del segundo matrimonio. Pero la posición de Kasper tendría mucho que discutir sobre la propia posibilidad de conocer una situación objetiva independientemente de la implicación subjetiva; y en cualquier caso, no aceptaría que el adulterio fuera definido, abstractamente, como pecado. Para Caffarra el adulterio es un caso de intrinsece malum, es decir, es una acción equivocada y no se debe cometer nunca. Pero Kasper negaría el concepto de acción intrinsecamente mala, pues la encontraría abstracta y "ahistórica", residuo de la idea de ley moral natural que él ya no siente como propia del hombre contemporáneo. Es inútil decirle lo que hay escrito en la Veritatis splendor de Juan Pablo II, porque tiene una visión histórica tanto de la revelación como del magisterio y pertenece al grupo de quienes siempre han contestado esa encíclica.
Hasta aquí algunos ejemplos de incomprensión y tal vez de incomunicación. A menudo los hombres de Iglesia hablan hoy dos lenguas distintas. Y no sólo en los vértices de la Iglesia, sino también entre el pueblo. ¿Cisma a la vista? No lo sé. ¿Cisma latente? Tal vez. Ciertamente, es algo muy preocupante.
Si a propósito del Sinodo se lee el último número de la revista Anthropotes del Pontificio Instituto de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia de la Universidad Lateranense y después se lee el último número de la revista Teologia de la Facultad Teológica de Italia del Norte, también dedicado a los temas del Sínodo, uno se encuentra ante dos mundos distintos, incluso opuestos. Si se lee La Civiltà Cattolica o Aggiornamenti Sociali se ven dos revistas alienadas como en una batalla y sosteniendo con determinación la tesis de Kasper. En estos casos a menudo se dice que lo pide la libertad de la investigación teológica. Pero a menudo es también una excusa.
Por consiguiente, el Sínodo no atañe sólo a la familia, al matrimonio o a la pastoral de los divorciados que se han vuelto a casar. En él entran en juego temas como la naturaleza y la gracia, los fundamentos de la moral, la relación entre ley antigua y ley nueva, los dogmas y su historicidad, la sacramentalidad de los sacramentos, el pecado, la verdad y el bien, etcétera. Entran en juego los temas de la fe y de la doctrina católica. Todos ellos. Por todo esto el Sínodo puede ser explosivo; en parte esta fase preparatoria ya lo ha sido. Por lo tanto, pensar que está dirigido sólo a la pastoral es engañoso y erróneamente tranquilizador: ¿qué peligro puede causar -pueden pensar algunos- un enfrentamiento sobre los métodos pastorales? Pero si ustedes les preguntan al cardenal Kasper y al cardenal Caffarra qué es la pastoral recibirán dos respuestas opuestas.
Artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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