Freno al diálogo con Canterbury
Es evidente que la decisión del sínodo anglicano de la Church of England (Iglesia de Inglaterra) a favor de la ordenación de mujeres como obispos complica el camino ecuménico. El problema no es sólo con Roma, sino también con las Iglesias ortodoxas y en la Comunión anglicana en su conjunto, que ahora está más dividida internamente.
Por ejemplo, los anglicanos del sur del mundo, que ahora son la mayoría, se oponen abiertamente. Es un problema grave, un indudable obstáculo en el camino del ecumenismo, pero ciertamente no es su final. La historia viene de lejos. Son pasos que ya se habían producido en los años cuarenta y setenta, cuando en algunas comunidades anglicanas asiáticas se ordenaron mujeres.
Pero, insisto, el diálogo no terminará. Recientemente, el primado anglicano Justin Welby ha demostrado su cercanía y aprecio al Papa Francisco, garantizándole que quieren continuar en el camino de la amistad y
estrechar lazos con la Iglesia de Roma. Y si desde el papado de Juan XXIII existen vínculos de amistad y se mantienen encuentros frecuentes entre los obispos de Roma y los arzobispos de Canterbury, la cuestión del sacerdocio es una diferencia capital. La situación creada ahora es la natural consecuencia de la ordenación de mujeres adoptada en 1994. Esto ha provocado salidas de la Comunión anglicana y entradas en la Iglesia católica, en Estados Unidos, Canadá, Australia y en la propia Inglaterra.
Benedicto XVI, considerando estas salidas y el deseo de ingresar en la Iglesia católica de ministros anglicanos casados, con la constitución apostólica «Anglicanorum coetibus», decidió ordenarlos, respetando sus matrimonios y su ritual, que es antiguo y venerable. Para mantener el diálogo entre católicos y anglicanos con vida, el ecumenismo espiritual y la amistad entre cristianos deben superarse las divisiones teológicas.
Para terminar, es oportuno recordar la declaración de los obispos católicos de Inglaterra y Gales: «La Iglesia católica sigue plenamente comprometida con el diálogo con la Iglesia de Inglaterra y la Comunión anglicana. Para la Iglesia Católica, el objetivo del diálogo ecuménico sigue siendo una comunión plena y visible comunión eclesiástica».
Giovanni Maria Vian es director de «L’Osservatore Romano»
© La Razón
Por ejemplo, los anglicanos del sur del mundo, que ahora son la mayoría, se oponen abiertamente. Es un problema grave, un indudable obstáculo en el camino del ecumenismo, pero ciertamente no es su final. La historia viene de lejos. Son pasos que ya se habían producido en los años cuarenta y setenta, cuando en algunas comunidades anglicanas asiáticas se ordenaron mujeres.
Pero, insisto, el diálogo no terminará. Recientemente, el primado anglicano Justin Welby ha demostrado su cercanía y aprecio al Papa Francisco, garantizándole que quieren continuar en el camino de la amistad y
estrechar lazos con la Iglesia de Roma. Y si desde el papado de Juan XXIII existen vínculos de amistad y se mantienen encuentros frecuentes entre los obispos de Roma y los arzobispos de Canterbury, la cuestión del sacerdocio es una diferencia capital. La situación creada ahora es la natural consecuencia de la ordenación de mujeres adoptada en 1994. Esto ha provocado salidas de la Comunión anglicana y entradas en la Iglesia católica, en Estados Unidos, Canadá, Australia y en la propia Inglaterra.
Benedicto XVI, considerando estas salidas y el deseo de ingresar en la Iglesia católica de ministros anglicanos casados, con la constitución apostólica «Anglicanorum coetibus», decidió ordenarlos, respetando sus matrimonios y su ritual, que es antiguo y venerable. Para mantener el diálogo entre católicos y anglicanos con vida, el ecumenismo espiritual y la amistad entre cristianos deben superarse las divisiones teológicas.
Para terminar, es oportuno recordar la declaración de los obispos católicos de Inglaterra y Gales: «La Iglesia católica sigue plenamente comprometida con el diálogo con la Iglesia de Inglaterra y la Comunión anglicana. Para la Iglesia Católica, el objetivo del diálogo ecuménico sigue siendo una comunión plena y visible comunión eclesiástica».
Giovanni Maria Vian es director de «L’Osservatore Romano»
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