Martes, 15 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Un lamento por la liturgia


por Conor Dugan

Opinión

En abril se cumplen cincuenta años desde que el Papa San Pablo VI publicó la constitución apostólica Missale Romanum, que promulgó el Novus Ordo Missae, el nuevo rito de la misa romana. El Novus Ordo entró en vigor el 30 de noviembre de 1969, primer domingo de Adviento. Este nuevo misal era la culminación de los trabajos que puso en marcha la primera de las cuatro constituciones promulgadas por el Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, que pidió: “Revísense cuanto antes los libros litúrgicos, valiéndose de peritos y consultando a obispos de diversas regiones del mundo” (n. 25).

Decir que entre 1963 y 1969 cambió la experiencia del culto que tenían los fieles es quedarse corto. En la misa cambiaron el lenguaje, los gestos, la orientación y muchas más cosas, a veces de un día para otro.

¿Cuál fue el recorrido de la Iglesia desde Sacrosanctum Concilium hasta el Novus Ordo? ¿Cuál fue el proceso que condujo desde esa Constitución, promulgada el 22 de noviembre de 1963, al Novus Ordo que entró en vigor justo seis años después? Éstas son las cuestiones que aborda el renombrado historiador y escritor francés Yves Chiron en Annibale Bugnini. Reformador de la liturgia.

La biografía de Annibale Bugnini escrita por Yves Chiron se ha publicado hasta el momento en francés (Desclée de Brower, 2016) e inglés (Angelico Press, 2018).

El arzobispo Annibale Bugnini, religioso paúl italiano, fue el secretario del Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia [Comité para la Aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia]. La obra de Chiron es tanto una biografía de Bugnini como una sucinta panorámica sobre los trabajos del Consilium para poner en práctica y aplicar la reforma litúrgica que dio lugar al Novus Ordo y a la actual Liturgia de las Horas.

La obra de Chiron es satisfactoria y deprimente a partes iguales.

Es satisfactoria porque Chiron evita la polarización tanto en las premisas como en las conclusiones, demuestra un buen conocimiento de las fuentes originales y en menos de doscientas páginas nos ofrece una breve visión de conjunto de los trabajos del Consilium. La biografía de Chiron es un relato sobrio, objetivo y bien documentado. Su Bugnini no es el hombre del saco.

Es deprimente porque el libro abre de par en par una ventana a las maquinaciones políticas, los procesos y los frecuentes errores que hubo detrás de la reforma litúrgica. Leyendo el libro de Chiron, uno comprende de verdad las incisivas pero caritativas críticas de Joseph Ratzinger a la reforma litúrgica postconciliar.

Por ejemplo, en Mi vida, Ratzinger escribe: “Era justo y razonable que, como se había hecho antes a menudo, el Concilio ordenase una revisión del misal... Pero ahora sucedió algo más: se destruyó el edificio antiguo y se construyó otro… Imponer [el Novus Ordo] como algo fabricado, por oposición a lo que había ido desarrollándose históricamente, y además prohibir el fruto de ese desarrollo histórico, hizo que la liturgia apareciese no como un desarrollo vivo, sino como el producto de la erudición y de la autoridad jurídica; esto causó un daño enorme, porque de ello tenía que surgir la impresión de que la liturgia es algo 'fabricado', no algo que se recibe” (traducción propia).

Este libro ayuda a comprender por qué Ratzinger afirmó que, “en lo relativo a la liturgia”, el Papa “tiene el cometido de un jardinero y no el de un técnico que construye máquinas nuevas y tira las viejas”

El libro de Chiron muestra que los trabajos del Consilium fueron con demasiada frecuencia más los de un técnico que los de un jardinero. En el relato de Chiron vemos la herida (auto-infligida) que ha seguido haciendo daño a la Iglesia hasta hoy. El libro de Chiron es indispensable por su profundidad y amplitud históricas y también para comprender cómo fue recibida la única liturgia que han conocido la mayor parte de los católicos.

Los primeros años de Bugnini

Bugnini nació en una piadosa familia de las colinas de la Umbría y, como dos de sus hermanos, entró en la vida religiosa, ingresando en los paúles. Como joven sacerdote, Bugnini fue un innovador litúrgico. Experimentó con la misa dialogada, algo que ya se había hecho relativamente común. La misa dialogada consistía en que “los fieles dijesen las ‘respuestas y oraciones’ que antes decían los monaguillos”. Pero Bugnini fue más lejos, haciendo que “la asamblea rezase en voz alta una especie de paráfrasis del texto de la misa”.

Las palabras de Bugnini sobre sus experimentos revelan una forma de pensar que acabaría dominando la reforma litúrgica: “La asamblea ‘inerte y muda’ se había transformado en una asamblea viva y orante”. Bugnini consideraba que la participación activa –que algunos preferirían describir como participación real– equivalía a acciones verbales o, como mínimo, se expresaba principalmente a través de ellas: hablar y responder. Esta idea de la participación no la entiende como un fenómeno fundamentalmente interior (en virtud del cual el fiel profundiza en el misterio de la Encarnación, Muerte y Resurrección de Cristo, que se hace presente en la liturgia), sino más bien como algo que se manifiesta por medio de acciones y manifestaciones externas.

Cuando Bugnini fue nombrado director del periódico litúrgico de los paúles Ephemerides Liturgicae, dispuso de una plataforma desde la cual “difundir sus ideas para una reforma litúrgica”. Como muchas otras tareas a las que Bugnini entregó sus energías, el periódico, que languidecía, empezó a florecer. Bugnini encargó una encuesta sobre necesidades y propuestas litúrgicas. La encuesta respondía al deseo de Bugnini de “rejuvenecer la liturgia, ‘deshaciéndose’ de superestructuras que la aprisionaban desde hacía siglos”. Bugnini quería “racionalizar el aparato litúrgico y adaptarlo de forma más realista a las necesidades concretas del clero y de los fieles en las cambiantes condiciones de nuestros días”. Una vez más, las palabras que Bugnini utilizaba para describir la liturgia (“superestructuras”, “aparato”, “cambiantes condiciones de nuestros días”) revelan una cierta mentalidad. Era la mentalidad que Bugnini llevaría a la práctica como secretario del Consilium gracias a sus habilidades organizativas”.

El Concilio Vaticano II

Tras el anuncio de San Juan XXIII de su intención de convocar el Concilio Vaticano II, Bugnini fue nombrado secretario de la comisión preparatoria del Concilio para la liturgia. Tal vez la más significativa sugerencia de la comisión preparatoria fue que la “’estructura’ de la ‘denominada misa de San Pío V’ debía ser ‘reformada’ suprimiendo adherencias y mejorando o embelleciendo otros elementos”, y “favoreciendo elementos genuinos, fundamentales y adaptados a nuestros tiempos”.

Con el arranque del Concilio Vaticano II, Bugnini sufrió la primera de las dos importantes degradaciones de su carrera eclesiástica. Bugnini esperaba, con razón, ser nombrado secretario de la Comisión Conciliar de Liturgia. Pero el puesto recayó en otro sacerdote. Bugnini intervendría simplemente como peritus, experto. Sin embargo, Bugnini no caería en desgracia durante mucho tiempo. Sacrosanctum Concilium fue la primera constitución aprobada por los padres conciliares, el 22 de noviembre de 1963. A principios de 1964, se creó el Consilium con Bugnini como  secretario.

El Consilium

Con la creación del Consilium, el libro de Chiron adquiere el ritmo de una novela de intriga. Una clave para comprender el Consilium es su autonomía respecto a la Curia Romana. Pudo funcionar de una forma que las congregaciones normales de la Curia no podían. Y dado que Bugnini ya había establecido una fuerte relación con Pablo VI y que Bugnini era el gestor del día a día del Consilium, tenía un poder considerable. Como escribe Chiron, Bugnini “fue el auténtico arquitecto de las reformas que estaban a punto de comenzar”.

Y las reformas empezaron casi enseguida y de forma gradual. Chiron documenta algo que olvidamos con demasiada frecuencia. Aunque el Novus Ordo no entró en vigor hasta Adviento de 1969, en los seis años que transcurrieron entre la promulgación de la Sacrosanctum Concilium y la implementación del Novus Ordo se emprendieron importantes cambios y experimentos litúrgicos. Antes de la implementación del Novus Ordo, la Santa Sede promulgó numerosos documentos, producidos en buena medida por el Consilium, que modificaban partes de la misa y permitían diferentes opciones.

Por ejemplo, Inter Oecumenici, promulgado en 1964, ordenaba que el Padre Nuestro fuese rezado en lengua vernácula por el sacerdote y los fieles juntos, introducía la Oración de los Fieles y suprimía el Último Evangelio y las Oraciones Leoninas, entre otras cosas. Inter Oecumenici también introducía la posibilidad de celebrar misa cara al pueblo. Como escribe Chiron, “esta concesión se convirtió muy pronto en la norma”, con el mismo Pablo VI “dando ejemplo”.

En 1967, la Santa Sede promulgó otra instrucción sobre la liturgia, Tres Abhinc Annos. Chiron afirma que introducía “cambios significativos en la celebración de la Misa”, entre ellos una reducción en el número de gestos del sacerdote (besos al altar, señales de la cruz) y de genuflexiones, y “completaba la introducción de la lengua vernácula en la misa permitiendo que el Canon se dijese en voz alta  y en lengua vernácula”.

El Consilium continuaría ajustando el nuevo rito en los años siguientes, y solicitó opinión a los cardenales y obispos que asistieron en 1967 al sínodo de los obispos. La misa fue ensayada ante los padres sinodales, pero su reacción fue muy variada. Tras nuevas revisiones, en enero de 1968, a lo largo de tres días, el Consilium celebró tres versiones de la Nueva Misa ante el Papa, utilizando distintas oraciones eucarísticas y diferentes “modos de celebración”. Esta nueva versión de la misa añadió el “signo de la Paz”, que no se había utilizado cuando se presentó la misa ante el sínodo de obispos.

Lo más chocante en la descripción que hace Chiron de estas misas experimentales es cómo se hizo la Nueva Misa: esencialmente, mediante ensayos de prueba y error. Leyendo la descripción de Chiron, uno no puede dejar de pensar en un equipo de ingenieros diseñando un producto en el estudio, retocándolo y luego probándolo sobre un grupo piloto antes de introducir el producto en el mercado. Esta Nueva Misa no fue el resultado de un lento crecimiento orgánico de ciertas costumbres y de la decadencia de otras. Fue más bien producto del trabajo abstracto de expertos y técnicos en un “laboratorio”.

Incluso antes de la promulgación del Novus Ordo final, la Santa Sede permitió el uso de ocho nuevos prefacios y de tres nuevas Oraciones Eucarísticas además del Canon Romano. El Novus Ordo final “sintetizó y convirtió en oficiales cambios que ya habían estado aplicándose”. Entre ellos, los siguientes: “Una parte penitencial de la misa más comunitaria; lecturas dominicales más numerosas y variadas, distribuidas a lo largo de un ciclo de tres años; la restauración de la 'oración universal'; nuevos prefacios; un ofertorio modificado; tres nuevas oraciones eucarísticas…; cambios en las palabras de la consagración, los mismos para las cuatro oraciones eucarísticas; el Pater noster rezado por toda la comunidad…; [y] la supresión de muchas genuflexiones, señales de la cruz y reverencias”.

En resumen, la misa tal como hoy la conocemos.

Los años finales de Bugnini

En los dos capítulos finales, Chiron analiza la caída en desgracia de Bugnini y su último destino como nuncio apostólico en Irán. Bugnini parece haber ejercido como nuncio con habilidad y dedicación. Y cuando empeoraron las relaciones entre el Vaticano y el arzobispo Marcel Lefebvre y su Hermandad de San Pío X, el arzobispo Bugnini recomendó moderación y misericordia. Incluso “sugirió que se autorizase la celebración de la misa tradicional” bajo ciertas condiciones. El Vaticano rechazó su consejo. Durante una visita a Roma para una consulta médica en 1982, Bugnini murió a consecuencia de una embolia. Fue enterrado con el epitafio: Liturgiae amator et cultor [Amante y cultivador de la Liturgia].

Una valoración

El libro de Chiron aporta un arsenal muy útil para valorar, aunque sea parcialmente, a Bugnini y su labor en la reforma litúrgica. Si hubiese que fundamentar esa valoración simplemente sobre las consecuencias y resultados, habría que considerar que el arzobispo Bugnini tuvo un éxito rotundo. En el espacio de seis años, tomó las directrices genéricas del Concilio Vaticano II y fabricó un nuevo misal para el rito latino. La misa, que durante siglos se había celebrado en latín, se celebraba ahora casi exclusivamente en lengua vernácula. En el plazo de un lustro, la Misa pasó de celebrarse ad Orientem tanto en Oriente como en Occidente, a celebrarse en el rito latino casi exclusivamente versus populum [cara al pueblo]. Las reformas dirigidas y supervisadas por Bugnini se han incorporado profundamente al rito latino de la Iglesia católica.

Y sin embargo, leyendo este libro extraordinario a la luz de los 50 años transcurridos desde la implementación del Novus Ordo, el legado de Bugnini es decididamente más confuso, incluso negativo. Bugnini y los demás miembros y consultores que manejaron el Consilium eran sin duda expertos en la práctica y en la historia de la liturgia. Su legado, sin embargo, suscita la importantísima cuestión de si eran también, según la célebre forma en la que Pablo VI describió la Iglesia, “expert[os] en humanidad”.

La terminología de sus artículos y charlas y los títulos de sus libros desvelan sus inclinaciones y prejuicios y sugieren que no eran expertos en humanidad. Por ejemplo, el libro donde Dom Bernard Botte expone su visión desde dentro de la reforma litúrgica se titula From silence to participation [Del silencio a la participación]. Bugnini relata también la transformación de la “asamblea inerte y muda” en una asamblea con una participación auténtica. Descripciones similares son un tema recurrente. Los reformadores litúrgicos no comprendieron que el silencio puede ser una forma de participación, quizás incluso una participación más profunda que recitar anodinas traducciones.

Los reformadores parecían también incapaces de reconocer a los laicos normales la capacidad de conocer y penetrar los misterios de la Misa tal como se venía celebrando. Si dichas personas no podían “comprender” las palabras, entonces no podían realmente rendir culto a Dios. Bugnini tenía que parafrasear la misa para hacerla “accesible”. Lo cual supone que uno puede comprender realmente frases como “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo” y a la vez oscurece la forma en la que el misterio y su comprensión coinciden y se superponen. Cuando empezamos a crecer en conocimiento, comprendemos que el misterio de Dios es mayor de lo que habíamos podido imaginar.

El empeño de los reformadores por la adaptación y por una liturgia asimilada al hombre contemporáneo era y es un sinsentido. En cuanto se “actualiza” una liturgia, al poco tiempo queda desactualizada. Después del 'hombre nuevo' viene el nuevo 'hombre nuevo'. Y así sucesivamente. Esta búsqueda de la adaptación tampoco tiene en cuenta que la sed de trascendencia del hombre es eterna y universal.

Por último, Bugnini y su equipo de reformadores priorizaron la comprensión racional y una simplicidad extrema. Pero esto se hizo a expensas de la más elemental antropología y de una apropiada comprensión de Dios. No somos espíritus puros, sino almas encarnadas que necesitan tocar, sentir, gustar, ver. Cuando dejamos de arrodillarnos, de hacer genuflexiones, de besar, de adorar... es frecuente que dejemos de creer. Tal vez ahora “comprendemos” las palabras de la liturgia, pero al precio de no creer realmente en ellas. Además, Dios es sobreabundante. Su lenguaje es la sobreabundancia. Él se expresa en formas que parecen excesivas, incluso superfluas. ¿Por qué el culto que le tributamos habría de ser distinto?

El libro de Chiron es un gran regalo a la Iglesia. Aunque no podemos cambiar el pasado, Chiron nos ofrece la capacidad de entenderlo con claridad, de valorarlo con sinceridad y de plantear cuestiones profundas que nos ayudarán a evitar equivocaciones futuras. Está claro que Bugnini tenía buena intención. Él amaba la liturgia. Pero muchas de sus actuaciones, más que cultivar esa liturgia que amaba, la  menoscabaron. Evitemos repetir sus errores.

Publicado en The Catholic World Report.

Traducción de Carmelo López-Arias.

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