Guste o no, el voto en estas europeas es religioso
por Stefano Fontana
Las referencias religiosas que Salvini introdujo en su discurso de Milán han levantado una gran polvareda. Muchos le han acusado de instrumentalizar la religión, enarbolando el rosario, invocando a los santos patronos de Europa, mencionando a Juan Pablo II y a Benedicto XVI y, sobre todo, confiándose al Inmaculado Corazón de María.
"Nos confiamos a los 6 patrones de Europa: San Benito de Nursia, Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena, a los Santos Cirilo y Metodio, a Santa Benedicta de la Cruz [Edith Stein]. Les confiamos el destino, el futuro, la paz y la prosperidad de nuestros pueblos. Y yo personalmente confío Italia, mi vida y la vuestra, al Corazón Inmaculado de María, que estoy seguro que nos conducirá a la victoria": así dijo Matteo Salvini en el mitin del pasado 18 de mayo en la Plaza del Duomo de Milán.
Una forma de abordar la polémica suscitada por este discurso consiste en quedarse en el nivel de las polémicas políticas y electorales. Y entonces habrá quien vea en él la instrumentalización de la fe por intereses partidistas, quien apuntará que Salvini invoca a la Virgen al mismo tiempo que critica la nueva ley de Alabama restrictiva del aborto, quien insista en la acusación de “soberanismo fascista” o de populismo… y habrá quien diga todo lo contrario.
Ése es solo un nivel del análisis. El más fácil. Pero no el único. Hay otro nivel, que concierne a esa relación de Europa con la fe cristiana que Salvini, pese a que las formas “puedan ofender a alguien”, sacó a relucir en Milán.
Estas elecciones europeas son distintas a otras precedentes. Todos presienten que no solo está en juego el cómo del proceso de unificación, sino también su porqué último. Esto queda demostrado por la salida en tromba por parte de la Iglesia católica propugnando un resultado electoral filo-europeísta. Se reprocha a Salvini haber llevado la religión a la plaza. Pero, bien mirado, eso ya lo habían hecho más ampliamente desde ambientes eclesiásticos, oficiales o no. Muchas intervenciones recientes del Papa Francisco han sido clarísimas desde este punto de vista. El diario Avvenire está haciendo una propaganda en contra de Salvini y a favor del europeísmo de la Unión digna de un periódico de partido. La Civiltà Cattolica ha dado indicaciones precisas a través de su director. El consejo pastoral de la diócesis de Vicenza –por poner solo un ejemplo de las provincias– publicó un documento cara a las europeas de claro contenido electoral, asumiendo los mayores lugares comunes difundidos hoy en el mundo eclesial. Alex Zanotelli [sacerdote volcado en 'lo social'], Antonio Spadaro [jesuita director de La Civiltà Cattolica], Enzo Bianchi [laico experto en ecumenismo] no han escatimado intervenciones al respecto. Un freno al proceso de unificación es presentado como el peor de los males, y el lenguaje aparentemente “laico” de todas estas intervenciones (en ellas, en general, no se habla nunca de Cristo) esconde un tono fuertemente religioso e incluso apocalíptico: simpatizar con los puntos de vista de Orban o de Salvini sería pecado mortal, no una simple “debilidad”.
El frente laico de dentro o fuera del mundo católico que rechaza escandalizado el rosario de Salvini adopta tonos de cruzada religiosa. No quiere que se afronten las elecciones con la cruz en la mano y en nombre de tal o cual santo, pero luego pinta las elecciones como una especie de Armagedón, una especie de “ajuste de cuentas” entre el Bien y el Mal. El secretario del Partido Democrático, Nicola Zingaretti, ha dicho que el primer problema para Italia es aprobar una la ley de eutanasia, pero eso no ha suscitado ninguna reacción. Sin embargo, sobre Salvini nos preguntan desconcertados cómo es posible que un católico le vote. Así pues, el enfrentamiento no es solo laico y horizontal, sino también religioso y vertical: se combate contra el Enemigo.
Lo cual ayuda también a explicar cómo a Salvini se le pudo ocurrir la idea del rosario en la plaza y del Corazón Inmaculado de María. Entre otras cosas, porque no ha sido el único en hacerlo. Dada la extendida sensación de que lo que está en juego el 26 de mayo también es vertical, se están multiplicando las iniciativas populares de un Rosario por Europa, todas ellas dirigiendo la oración mariana contra esta Unión Europea. La cercanía de Fátima (13 de mayo) también contribuye.
Lo primero que hay que hacer para orientarse en las próximas elecciones es tener un criterio sobre el resultado del proceso de unificación. Ese criterio no puede ser solo económico, institucional o técnico. Hay mucho más en juego, porque dicho proceso abandonó hace tiempo la defensa de los primeros principios antropológicos y teológicos. Abandonada la idea de que el Dios cristiano tenga algo que ver con Europa, se ha terminado por abandonar también la idea de que el hombre tengo algo que ver con Europa. Unos ven mal esta Unión Europea no solo porque impone la uniformidad de las medidas de las bolsas de tierra que se venden en todos los viveros del continente, sino sobre todo porque progresivamente ha secularizando el sentido de la vida. Por el mismo motivo otros, al contrario, la ven bien. Por motivos opuestos, ambas visiones tienen un trasfondo religioso.
Los tonos religiosos de Salvini en Milán, con sus aproximaciones particulares y sus incoherencias, y las críticas feroces que se le han hecho, también con sus aproximaciones particulares y sus incoherencias, iluminan esta dimensión del problema: las cuentas de aquí abajo no se hacen solo aquí abajo. Y esto se ha convertido hoy en un criterio electoral.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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