Sangre de cordón: ¿público o privado?
La probabilidad de uso entre los usuarios posibles de la sangre de cordón en un depósito privado es 1250 veces mayor que la de un depósito público.
por Agustín Losada
Con motivo del día nacional del donante de órganos se ha vuelto a hablar de la importancia de donar la sangre del cordón umbilical, entre otros órganos y tejidos. La sangre del cordón es rica en células madre que pueden resultar vitales en el caso de una enfermedad hematológica.
España, si bien es líder mundial en trasplantes, no ocupa el mismo lugar en el campo de los progenitores hematopoyéticos, en particular, de médula ósea, ya que de este tejido en nuestro país solo hay 86.631 donantes inscritos en el REDMO. De ellos, 8175 se incorporaron en el año 2010. Lo cual representa que tenemos una tasa de donantes efectivos de tan solo 1,7 por cada 1.000 habitantes. En países de nuestro entorno, como Portugal, Reino Unido, Alemania o Francia esta cifra se eleva hasta los 22. Además, comparado con las tasas de donantes de otros órganos (32 por cada 1000 habitantes, con comunidades como Cantabria donde llega al 44,1), supone realmente una cifra muy baja.
El director del registro de donantes de médula ósea (REDMO) y responsable de la Fundación Carreras, el Dr. Enric Carreras, acusa al gobierno de no aportar los fondos necesarios para garantizar el suficiente número de donantes de progenitores hematopoyéticos (médula ósea y sangre de cordón). En su opinión las comunidades no invierten en campañas para la promoción de la donación de médula, y este hecho coloca a España en el último lugar del mundo en número de donantes. Porque cada donante de médula ósea supone un coste de entre 200 € y 300 € para realizar el tipaje HLA, el cual es preciso para poder catalogar su compatibilidad. Aunque nunca se llegue a necesitar efectivamente.
Además, según afirma el propio Dr. Carreras, una vez se alcance la cifra que el Plan Nacional de Cordón Umbilical busca de 60.000 unidades donadas, los bancos públicos dejarán de aceptar donaciones, excepto las que se requieran para reponer las que se vayan usando. Esta cifra de unidades de cordón es la que el Plan estima necesarias para cubrir el 90% de las necesidades de la población potencial de una forma eficiente. Y ya vamos por las 55.000. Dado que la sangre de cordón supone en general una alternativa más eficaz para el trasplante que la médula, es a esta nueva fuente de células madre a donde se dirigen todas las miradas.
Los primeros trasplantes de sangre de cordón, especialmente mientras no fue posible su conservación en bancos, fueron entre hermanos. Sin embargo, con la aparición de la posibilidad de depósito de estas células, gracias a la creación del banco de Nueva York en 1993, posibilitó que se empezaran a realizar muchos más trasplantes, al encontrarse las unidades inmediatamente disponibles, siempre que enfermo y donantes fueran compatibles.
Durante los cuatro años siguientes al primer trasplante de sangre de cordón, únicamente se efectuaron trasplantes entre familiares. Sólo una vez confirmada su utilidad se empezaron a realizar trasplantes entre personas no emparentadas. Ya en 1997 se demostró que la supervivencia en trasplantes con sangre de cordón es más del doble si se utiliza la unidad de un familiar que si es la de una persona no emparentada (63% frente a un 29%). Por tanto, hay que afirmar que una de las primeras utilidades del depósito privado de sangre de cordón es posibilitar el trasplante dentro de la familia.
En este sentido, cuando unos padres deciden conservar en un establecimiento privado la sangre del cordón umbilical de su hijo recién nacido lo hacen con la intención de ofrecerle la mejor alternativa terapéutica, brindándole todas las posibilidades médicas para la utilización de estas células madre el día de mañana, a él y a sus hermanos.
Sin embargo, el problema de fondo es la incontestable evidencia del escaso número de trasplantes realizados con unidades procedentes de bancos de cordón privados: existen cerca de un millón de unidades de cordón en bancos privados, con los que se han realizado tan solo unos 500 trasplantes. Y de ellos, muy pocos son trasplantes con unidades del propio individuo. Por el contrario, con las cerca de 500.000 unidades de sangre de cordón donadas a los bancos públicos se han realizado más de 25.000 trasplantes.
A pesar de lo abrumador de la diferencia de cifras, ésta no es indicativa de una supuesta inutilidad de conservar la sangre de cordón en bancos privados, como algunos interesados pretenden hacer creer a la opinión pública: En efecto, cada una de las 500.000 unidades que se almacenan en los bancos públicos puede ser potencialmente usada por cualquiera de los 6.500 millones de habitantes del planeta. Por el contrario, la utilidad de las unidades depositadas en bancos privados reside en su utilización potencial exclusivamente por la propia persona o por un hermano. El cual tiene, además, sólo un 25% de probabilidades de ser compatible. Este sería un requisito crítico en el caso de talasemia, por ejemplo. Esto limita mucho su uso, pues tendría que darse el caso de que alguno de los niños a los que se conservó al nacer la sangre de su cordón en un banco privado sufriera una enfermedad susceptible de trasplante autólogo, para que pueda utilizarse su propio cordón. Obviamente, las posibilidades de utilización son mucho menores.
Pero no por ello se debe concluir que la sangre de cordón no tenga utilidad terapéutica para el trasplante autólogo. De llegar a darse el caso y resultar efectiva, nadie dudaría del acierto del padre que tuvo la prevención de guardar las células madre del cordón de su hijo al nacer.
En realidad, la comparación correcta sería el porcentaje de utilización de unidades de sangre de cordón en bancos públicos (25.000 trasplantes / 6.500.000.000 de habitantes del mundo = 0,00004%) respecto al mismo dato de los bancos privados (500 trasplantes / 1.000.000 de unidades = 0,05%). Es decir, por sorprendente que parezca, la probabilidad de uso entre los usuarios posibles de la sangre de cordón en un depósito privado es 1.250 veces mayor que la de un depósito público.
Aun con estos datos incontestables, a algunos les sigue quedando la duda de si conservar un tejido propio en lugar de donarlo es signo de egoísmo y falta de solidaridad. La respuesta para mí es clara: el altruismo es loable, pero jamás puede ser forzado. No se puede obligar a las familias a donar la sangre del cordón de sus hijos. Además de que, por supuesto, no hay nada criticable en querer conservar algo que es propio, para un uso particular. Los tiempos del Gulag, afortunadamente, hace tiempo que quedaron superados.
España, si bien es líder mundial en trasplantes, no ocupa el mismo lugar en el campo de los progenitores hematopoyéticos, en particular, de médula ósea, ya que de este tejido en nuestro país solo hay 86.631 donantes inscritos en el REDMO. De ellos, 8175 se incorporaron en el año 2010. Lo cual representa que tenemos una tasa de donantes efectivos de tan solo 1,7 por cada 1.000 habitantes. En países de nuestro entorno, como Portugal, Reino Unido, Alemania o Francia esta cifra se eleva hasta los 22. Además, comparado con las tasas de donantes de otros órganos (32 por cada 1000 habitantes, con comunidades como Cantabria donde llega al 44,1), supone realmente una cifra muy baja.
El director del registro de donantes de médula ósea (REDMO) y responsable de la Fundación Carreras, el Dr. Enric Carreras, acusa al gobierno de no aportar los fondos necesarios para garantizar el suficiente número de donantes de progenitores hematopoyéticos (médula ósea y sangre de cordón). En su opinión las comunidades no invierten en campañas para la promoción de la donación de médula, y este hecho coloca a España en el último lugar del mundo en número de donantes. Porque cada donante de médula ósea supone un coste de entre 200 € y 300 € para realizar el tipaje HLA, el cual es preciso para poder catalogar su compatibilidad. Aunque nunca se llegue a necesitar efectivamente.
Además, según afirma el propio Dr. Carreras, una vez se alcance la cifra que el Plan Nacional de Cordón Umbilical busca de 60.000 unidades donadas, los bancos públicos dejarán de aceptar donaciones, excepto las que se requieran para reponer las que se vayan usando. Esta cifra de unidades de cordón es la que el Plan estima necesarias para cubrir el 90% de las necesidades de la población potencial de una forma eficiente. Y ya vamos por las 55.000. Dado que la sangre de cordón supone en general una alternativa más eficaz para el trasplante que la médula, es a esta nueva fuente de células madre a donde se dirigen todas las miradas.
Los primeros trasplantes de sangre de cordón, especialmente mientras no fue posible su conservación en bancos, fueron entre hermanos. Sin embargo, con la aparición de la posibilidad de depósito de estas células, gracias a la creación del banco de Nueva York en 1993, posibilitó que se empezaran a realizar muchos más trasplantes, al encontrarse las unidades inmediatamente disponibles, siempre que enfermo y donantes fueran compatibles.
Durante los cuatro años siguientes al primer trasplante de sangre de cordón, únicamente se efectuaron trasplantes entre familiares. Sólo una vez confirmada su utilidad se empezaron a realizar trasplantes entre personas no emparentadas. Ya en 1997 se demostró que la supervivencia en trasplantes con sangre de cordón es más del doble si se utiliza la unidad de un familiar que si es la de una persona no emparentada (63% frente a un 29%). Por tanto, hay que afirmar que una de las primeras utilidades del depósito privado de sangre de cordón es posibilitar el trasplante dentro de la familia.
En este sentido, cuando unos padres deciden conservar en un establecimiento privado la sangre del cordón umbilical de su hijo recién nacido lo hacen con la intención de ofrecerle la mejor alternativa terapéutica, brindándole todas las posibilidades médicas para la utilización de estas células madre el día de mañana, a él y a sus hermanos.
Sin embargo, el problema de fondo es la incontestable evidencia del escaso número de trasplantes realizados con unidades procedentes de bancos de cordón privados: existen cerca de un millón de unidades de cordón en bancos privados, con los que se han realizado tan solo unos 500 trasplantes. Y de ellos, muy pocos son trasplantes con unidades del propio individuo. Por el contrario, con las cerca de 500.000 unidades de sangre de cordón donadas a los bancos públicos se han realizado más de 25.000 trasplantes.
A pesar de lo abrumador de la diferencia de cifras, ésta no es indicativa de una supuesta inutilidad de conservar la sangre de cordón en bancos privados, como algunos interesados pretenden hacer creer a la opinión pública: En efecto, cada una de las 500.000 unidades que se almacenan en los bancos públicos puede ser potencialmente usada por cualquiera de los 6.500 millones de habitantes del planeta. Por el contrario, la utilidad de las unidades depositadas en bancos privados reside en su utilización potencial exclusivamente por la propia persona o por un hermano. El cual tiene, además, sólo un 25% de probabilidades de ser compatible. Este sería un requisito crítico en el caso de talasemia, por ejemplo. Esto limita mucho su uso, pues tendría que darse el caso de que alguno de los niños a los que se conservó al nacer la sangre de su cordón en un banco privado sufriera una enfermedad susceptible de trasplante autólogo, para que pueda utilizarse su propio cordón. Obviamente, las posibilidades de utilización son mucho menores.
Pero no por ello se debe concluir que la sangre de cordón no tenga utilidad terapéutica para el trasplante autólogo. De llegar a darse el caso y resultar efectiva, nadie dudaría del acierto del padre que tuvo la prevención de guardar las células madre del cordón de su hijo al nacer.
En realidad, la comparación correcta sería el porcentaje de utilización de unidades de sangre de cordón en bancos públicos (25.000 trasplantes / 6.500.000.000 de habitantes del mundo = 0,00004%) respecto al mismo dato de los bancos privados (500 trasplantes / 1.000.000 de unidades = 0,05%). Es decir, por sorprendente que parezca, la probabilidad de uso entre los usuarios posibles de la sangre de cordón en un depósito privado es 1.250 veces mayor que la de un depósito público.
Aun con estos datos incontestables, a algunos les sigue quedando la duda de si conservar un tejido propio en lugar de donarlo es signo de egoísmo y falta de solidaridad. La respuesta para mí es clara: el altruismo es loable, pero jamás puede ser forzado. No se puede obligar a las familias a donar la sangre del cordón de sus hijos. Además de que, por supuesto, no hay nada criticable en querer conservar algo que es propio, para un uso particular. Los tiempos del Gulag, afortunadamente, hace tiempo que quedaron superados.
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