Fe y autoría de la Biblia

El creyente está convencido que Dios no se ha contentado con ser un espectador pasivo de lo que los hombres hacen en la Tierra, sino que ha entrado en la Historia y manifestado a los hombres desde el interior de la actividad humana. De esta manera la Revelación no aparece como algo impuesto al ser humano desde fuera, sino como el fruto de una experiencia verdaderamente humana, pero guiada por el Espíritu y por eso enriquecida con una dimensión más profunda. 
 Está claro para los creyentes que no existe una Historia “Sagrada” y otra Historia “Profana”, sino que hay una única Historia de la Humanidad, que en la Biblia está vista desde una experiencia de fe. La fe es la experiencia de la que surge la Biblia y a su vez es la luz que nos permite comprenderla.

 La palabra “Biblia” viene del griego; es un plural que significa los libros.  Más que un libro, es un conjunto de libros. Son libros que contienen el plan de Dios para salvar a la Humanidad. También se le puede llamar Escritura o Sagrada Escritura porque se trata de la Palabra de Dios puesta por escrito. Pero aunque sea Palabra de Dios, es evidente que la Biblia ha sido escrita por unos escritores humanos, como cualquier otro libro. Estos autores humanos no son simples copistas o grabadoras que escriben lo que Dios les dicta, al modo como los musulmanes piensan que Mahoma recibió el Corán, sino que son auténticos autores y hombres de su tiempo, con una mentalidad y cultura determinada. Los autores sagrados escriben con  sus palabras humanas y con sus limitaciones, como pueden ser en ocasiones la pobreza gramatical o la deficiente expresión literaria, o de su época, como algunas afirmaciones sobre los astros, las plantas y la vida animal y humana, que los progresos de las ciencias han demostrado que son erróneas. Ellos escriben como hombres que son, y a través de su obra Dios nos va dando a conocer progresivamente su Revelación.

Con ello no queremos decir que la Biblia carezca en absoluto de valores científicos. Gracias a ella tenemos un montón de datos sobre el estado de las ciencias en los siglos cercanos a Cristo. Pero no es lo suyo propio, porque lo suyo propio es la verdad religiosa.
 Para los creyentes Dios es el autor principal de la Biblia. Decir esto significa creer que los libros bíblicos han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que es el autor principal. A través de la Biblia Dios nos dice lo que quiere decirnos, es decir nos da a conocer su mensaje y la verdad revelada. La inspiración de la Biblia es por tanto ese influjo que ha ejercido el Espíritu Santo sobre el autor humano, a fin de dar a conocer a través de él  el mensaje de Dios que consiste en la verdad religiosa. La Biblia es a la vez Palabra de Dios y Palabra humana, o como alguien escribió la Biblia es palabra humana y mensaje de Dios. Dios en la Biblia lo que pretende es revelarnos su designio de salvación, no darnos enseñanzas científicas.

Por ello el cristiano ha de entender cuál es el mensaje divino en ella contenido, con la convicción que es imposible una contradicción esencial entre este mensaje, y en consecuencia la fe religiosa auténtica, y la ciencia, pues se fundamentan en el mismo Dios Creador y Salvador. Quienes escribieron la Biblia contaron unos sucesos, pero estos sucesos cobraron un sentido porque creían. Y esto vale también para los que la leemos hoy: podemos estudiarla, tanto si creemos como si no creemos. Pero entendemos la Biblia de modo más pleno si compartimos la fe de sus autores y sabemos entrar en el proceso de búsqueda de Dios, ya que el adecuado conocimiento de la Palabra de Dios sólo es accesible a quien tiene una afinidad viva con la Palabra de Dios, pues sólo se puede entender la Sagrada Escritura viviéndola, dado que es Palabra actual de Dios para nosotros y  así permitimos la actividad eficaz en nuestras vidas del Espíritu de la Verdad.