Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Vivir en la Iglesia en tiempo de crisis

Vivir en la Iglesia en tiempo de crisis

por Un alma para el mundo

 Cuando medito sobre la Iglesia pienso en la audacia de Cristo para ponerla en manos de humanos pecadores, y no ángeles. Sabía perfectamente a lo que se exponía, por eso advirtió hasta la saciedad sobre el amor, la unidad, la fidelidad a la Verdad, el perdón, la Gracia… Y con esos mimbres frágiles que somos todos nosotros, la Iglesia va tramando la historia siglo tras siglo. Y no es extraño que en ese navegar en mares bravos de vez en cuando en el casco del barco  se abra alguna tronera, incluso más de un tripulante se precipite en el mar. Siempre ha ocurrido, y no debe extrañarnos mientras estemos sometidos a las fragilidades de nuestro ser defectuoso y pecador.

                Ahora bien, esto no nos exime de luchar, con la ayuda de Dios, por conseguir la santidad que podamos. A eso estamos llamados, y sería un fracaso el no conseguirlo teniendo todos los medios a nuestra disposición.  A la Iglesia, nuestra madre, hay que amarla, servirla, defenderla, y perdonarle sus miserias, que son las nuestras.

                San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios habla de cómo hemos de amar a nuestra Iglesia, y el P. Luis Ramírez sintetiza la doctrina en los siguientes principios:

 

Decálogo para vivir en la Iglesia en tiempos de crisis

A. Principio eclesial fundamental:

1. Reconocer y aceptar la fragilidad humana de la Iglesia. Evitar perturbarse (Angustiarse),

escandalizarse, sorprenderse ante lo humano de la Iglesia, incluso saber que contamos

con ella. Hay que reconocer que existieron, hay y vendrán situaciones que son

escandalosas, preocupantes, deshonestas, vergonzosas, incluso repugnantes. Habrá que

tomar las medidas oportunas y lo más certeras posibles. Jesús tuvo en cuenta la fragilidad

de sus discípulos/as.

B. Sentido de “corporeidad”:

2. Buscar la unidad y no la división de la comunidad. Evitar desintegrar el Cuerpo real de

Cristo que es la Iglesia. No parcializar con exclusividades (niños, liturgia, pobres,

catequesis, laicado, movimientos…).  Tenemos que estar atentos ante cualquier signo,

actitud o actividad que muestre intentos de disgregar, desmembrar o dividir.  En que haya

exclusiones o privilegios (mal uso de los cargos o abusos de poder).

C. Sano Juicio crítico:

3.  Oír todo con gran receptividad. Tener capacidad de escuchar a los demás, prestar

atención e interesarnos por lo que otras personas nos dicen. Con una actitud de recibir lo

que el otro/a me quiere decir; valorando el que se atrevan a manifestar su opinión.

Intentando salvar la proposición de la persona. La actitud defensiva o de rechazo

inmediato no ayuda.

4.  Evitar dar fácil crédito a lo que se dice: discernir bien. Esto quiere decir distinguir,

diferenciar, reflexionar y juzgar qué es creíble. Al escuchar al otro/a uno también hace una

valoración sobre lo que la otra persona dice o transmite. Uno considerará qué valor tiene

la información que se me está entregando (si es rumor, es opinión, lo sabe de primera

persona, por la prensa, testimonio directo, etc.). De acuerdo a esto le daré la importancia o

valor que merece.

D. Proceder sin extremismos:                              

5. Procurar la mayor objetividad  y claridad posible en los datos. Cuando uno ante una

información, tiene que darla a conocer, ayuda el no dramatizar,  exagerar,  recargar,

amplificar o engrandecer esa información. Tampoco es bueno disminuirla o suavizarla.

Hay que intentar ser equilibrado/a, moderado/a y lo más justo posible. Reflejando los

datos lo más real posible, lo que ayuda a la verdad y la justicia. Pues eso buscamos.

6. Mirar el caso particular, para no generalizar. Todas las situaciones están delimitadas o

restringidas a un espacio, tiempo y personas. Si algo ocurre en la Iglesia, está

generalmente delimitada a una diócesis, en una parroquia, capilla o colegio. Y puede tocar

a una persona como a varias de ese lugar. Evitar decir “todos”, pues hay personas

inocentes que se las incluye, lo que es inmoral.

E. Tener garantías de unidad:

7. Pensar bien de las intenciones de los demás. Es tener una actitud en querer reconocer

y considerar los buenos propósitos, como la buena voluntad de las demás personas.

8. Orar mucho. Nuestra confianza última está en Dios. De ahí el pedir al Señor que nos

ayude a vivir al estilo de Jesús en la Iglesia Que estemos atentos a escuchar al Espíritu

Santo. Esto nos llevará a sentir y actuar como Jesús, quien busco siempre la voluntad de

su Padre.

9.  Seguir el Magisterio auténtico de la Iglesia. La enseñanza en la Iglesia está bajo la

responsabilidad de personas que ejercen el oficio de ser pastores. Entre ellos están en

primer lugar los obispos en sus diócesis, después tenemos a los párrocos, a los

teólogos/as, los responsables de nuestros centros educativos católicos como:

universidades, colegios y escuelas, centros de investigación, para nombrar algunos. Por

último para la Iglesia Católica Apostólica y Romana, tenemos la Curia en Roma, bajo la

responsabilidad del Obispo de Roma (el Papa), con la responsable de fortalecernos y

custodiar nuestra fe.

10. “Amar siempre mucho a todos”.  Es el llamado constante del Señor, a que nos

reconozcamos por Amar a Dios y a las demás personas. Intentar de querer y hacer el bien

a todos. En todo Amar y Servir. “Que el Señor os ayude a amar como Dios ama y a

tener en el sufrimiento la fortaleza de Cristo.” (2 Ts 3,5).

 

Fuente: http://www.mej.cl/uploads/documentos/00011/Sentir_en_la_Iglesia_en_tiempos_de_crisis.pdf

 Amar a la Iglesia:

  www.youtube.com/watch                                    

Me gusta meditar este pensamiento de San Josemaría Escrivá: Medítalo con frecuencia: ¡soy católico, hijo de la Iglesia de Cristo! El me ha hecho nacer en un hogar “suyo”, sin ningún merecimiento de mi parte.

—¡Cuánto te debo, Dios mío!

Forja, 16

 

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

 

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