Viernes, 26 de abril de 2024

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¿Unidos de verdad o sólo en apariencia? San Agustín

¿Unidos de verdad o sólo en apariencia? San Agustín

por La divina proporción

El encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca ortodoxo ruso de la semana pasada, fue una de esas ocasiones en las que el escenario y la escenografía dejaron atrás la realidad. No cabe duda que el gesto de encontrarse fue un testimonio único en toda la historia del cristianismo. Nunca antes el Papa y el Patriarca Ruso se habían reunido y fotografiado. Ahora, podríamos darnos cuenta de que los intereses mediáticos eran muy fuertes si nos fijamos en las condiciones del encuentro y la incomodidad que ha producido en las comunidades católicas orientales de muchos países. De todas formas, el gesto está ahí para bien de toda la Iglesia.

Permítanme que me pregunte de nuevo por la unidad interna entre los católicos y me cuestione que hagamos tantos esfuerzos para acercarnos a otras Iglesias, cuando dentro tenemos serios problemas.

Nadie dice «Señor Jesús» sino en el Espíritu Santo; pero a condición que lo diga con la vida, no sólo con las palabras. En efecto, Señor Jesús pueden decirlo también aquellos a quienes se refieren las palabras: Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen. Todas las herejías, que con toda certeza también vosotros condenáis, dicen: Señor Jesús. Está claro que no ha de alejar de su Reino a los que encuentre en posesión del Espíritu Santo; no obstante, dice: No todo el que me dice «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos. Mas nadie dice «Señor Jesús» sino en el Espíritu Santo; nadie absolutamente; pero se trata de decirlo con la vida, como ya mencioné. Por eso añadió a continuación: Más el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése entrará en el Reino de los cielos. El mismo Apóstol habla así refiriéndose a cierto tipo de gente: Confiesan conocer a Dios, pero lo niegan con los hechos. Igual que se niega, también se afirma con los hechos. Entendido de esta manera, nadie dice «Señor Jesús» sino en el Espíritu Santo. Por tanto, si no os agregáis a la unidad, manteniéndoos apartados, seréis animales al no poseer el Espíritu. Si os unís ficticiamente, el Espíritu Santo de la disciplina huye del que finge. Así, pues, reconoced que poseeréis el Espíritu Santo sólo cuando consintáis en unir vuestra mente a la unidad mediante un sincero amor. A los que os pregunten: «¿Qué vamos a recibir?», respondedles lo dicho, y nosotros mismos, hermanos, presentémonos ante ellos como ejemplos de buenas obras, sin orgullo por mantenernos en pie y sin perder la esperanza por quienes yacen caídos. (San Agustín. Sermón 269, 4)

Este texto de San Agustín nos dice claramente tres cosas:

  •  El testimonio de unidad debe venir refrendado por la propia vida y no quedarse en fotos y marketing mediático.
  •  El Espíritu Santo, que es el motor de la unidad, huye de quienes fingen dar testimonio de unidad.
  •  Las palabras están muy bien. Que todos digamos “Señor Jesús” es algo maravilloso, pero es necesario pasar de las apariencias al testimonio vital.

Permítanme dudar del ecumenismo externo cuando veo una Iglesia Católica atomizada, donde unos sacerdotes no se hablan con otros, donde los grupos cerrados son los que atraen a más personas, donde las parroquias se han convertido en instancias administrativas, donde no podemos trabajar unidos porque nuestra fe personal choca con la del hermano. Una Iglesia que da preferencia a la pluralidad que separa y no a la diversidad que integra.

No me cabe duda que el Espíritu Santo anda siempre motivándonos a que pongamos en común lo que nos diferencia, para enriquecimiento de los demás. Tampoco me cabe duda que el Espíritu Santo no califica la fe mi hermano en términos políticos de izquierda, derecha, progreso, conservador, etc. Personalmente puedo aportar poco a resolver el problema de la desunión interna, pero tengo claro que la Tradición Apostólica es revelación de Dios y por lo tanto, sustrato de unidad. Quien apuesta por la acción socio-política y desprecia la Tradición como algo obsoleto, difícilmente puede tener la misma fe que los Apóstoles.

No se puede utilizar el Ministerio Petrino para inventar “iconos del indigenismo” y reivindicar una imaginaria “ala progresista de la Iglesia católica”. No se puede utilizar al Papa para reclamar la politización de la Iglesia a través presuntos rechazos y martirios por parte de sectores conservadores y ricos. Decía Cristo a Pilatos, cuando le preguntó por el Reino de los Cielos: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos” (Jn 18, 36). Por desgracia hay personas que utilizan el signo de unidad, que es el Papa, para reivindicarse como segundos salvadores. ¿Qué unidad puede existir si miramos la Iglesia como parte de la contienda socio-política de la sociedad?

Dice San Agustín: “reconoced que poseeréis el Espíritu Santo sólo cuando consintáis en unir vuestra mente a la unidad mediante un sincero amor”. Empecemos por ahí, por la caridad que une y reúne. Caridad no puede dividirse según nuestras contiendas socio-políticas.

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